París. Oh, la la. Baguettes, acordeones, cuellos vueltos, Amélie, el Sacré Coeur y la Torre Eiffel.
Un montón de cosas antiguas y un poco cursis y todos los prejuicios que se nos ocurran porque a ver si no, como vamos a hacer los chistes de un francés, un inglés y un español.
Lo del Sacré Coeur no es un prejuicio porque sí que es un pastiche horrible.
Respecto a lo otro, pues vamos a empezar el capítulo literalmente igual un chiste: un francés, un inglés y dos italianos se reunieron en París y le dieron una patada en su decimonónico trasero.
El inglés y los dos italianos eran estos tres tipos delante de una maqueta: Richard Rogers, Renzo Piano y Gianfranco Franchini.
El francés era este otro tipo: Georges Pompidou.
Porque si lo pensamos, París parece que se saltó el siglo XX y pasó directamente desde el XIX al XXI.
A saber, por un lado la Torre y el Obelisco y el Arco y la Ópera...
Y, por otro lado, la caja tecnológica del futuro que es el Centro Pompidou.
La cosa es que el Pompidou fue un empeño casi personal de Pompidou. El tipo llegó a la presidencia en 1969 (justo tras el mayo del 68 y la espantá de De Gaulle) y, en el mismo 1970, se presentó el concurso para el nuevo museo.
El presidente quería que París recuperase el estatus de atracción urbana contemporánea que había perdido a favor de Londres o Nueva York, así que tenía que escapar del pasado.
Pero es que el pasado del Beaubourg era esto: Un parking rodeado de mal olor.
Pompidou quería colocar allí, precisamente allí, un aglutinador cultural de proporciones masivas. En sus propias palabras: «Un conjunto monumental dedicado al arte contemporáneo en la ubicación del Beaubourg»
El cacharro sería un gran museo de arte contemporáneo, pero además debería incluir una biblioteca pública y además el Centro de Creación Industrial de París y además un centro de investigación acústico-musical.
Algo tan extenso y tan diverso que era poco menos que inabarcable.
El 19 de julio de 1971, el jurado eligió el proyecto de unos treintañeros Rogers, Piano y Franchini.
La respuesta que ofrecían era sencillísima y, por tanto, formidable: seis plantas vacías y una fachada tecnológica de aspecto industrial.
París acababa de entrar en el siglo XXI.
Sí, los planos del concurso eran una flipada de cojones que, OTRA VEZ, hacían referencia a las experiencias de Archigram de los 60.
Pero es que, cuando el edificio estuvo terminado, el resultado no era igual de flipante y flipado. E igual de dificil de imaginar allí.
Pero se hizo. Se construyó.
Georges Pompidou murió en 1974 y no pudo ver terminado su edificio porque el Centro Pompidou no se inauguró hasta 1977.
Los parisinos empezaron a llamarlo La Refinería, La Fábrica de Gas o «Nuestra Señora de la Tubería». Notre-Dame des tuyaux.
Las reticencias estéticas de eran comprensibles. Acostumbrados a una ciudad entendida casi como un decorado, los parisinos no estaban preparados para enfrentarse a un edificio que les enseñaba la belleza desnuda de los materiales.
Y que se la enseñaba a quemarropa.
El Centro Pompidou es la exhibición orgullosa de su realidad constructiva.
Todos los edificios —como todos los objetos físicos— están hechos de materiales; la unión y la articulación de materiales hasta constituir una forma y, al final, un espacio.
Solemos creer que hay unos materiales ricos y unos materiales pobres. Delicados mármoles para el exterior y yesos negros para el interior de los forjados, las paredes, las instalaciones y las estructuras.
Sin embargo, los propios materiales están formados por moléculas. Y esas moléculas de hierro, carbono o silicio son exactamente las mismas.
A las moléculas les da igual si las miran o no, a las moléculas les da igual estar a pleno sol o debajo de un oscuro falso techo.
Rogers, Piano y Franchini decidieron que si esas moléculas eran iguales, eran iguales donde quiera que estuviesen; y que los materiales no son ricos o pobres, los materiales son materiales. Y que si un edificio son sus materiales, entonces el edificio tenía que enseñarlos. Todos.
Por eso, las fachadas del Pompidou no son una cobertura; son la estructura y las escaleras y los conductos de fontanería y los de calefacción y los de aire acondicionado.
En el Pompidou no hay nada oculto, el edificio es exactamente lo que se ve de él.
Y por eso, por haber sacado todo al exterior, el Pompidou es el museo perfecto.
Porque es una caja perfecta.
Los arquitectos a menudo empleamos el concepto de estuche y el concepto de caja. No son difíciles de entender: pensad en la funda que guarda una trompeta; si la abren, verán que todo el interior está acolchado y conformado para que el instrumento encaje a la perfección.
En cambio, pensad en la caja de costura, que no es una caja PENSADA para guardar hilos y agujas, sino una caja cualquiera (normalmente de galletas danesas).
La forma de la caja no responde a lo que alberga, porque precisamente puede albergar casi cualquier cosa. Su contenido es independiente de ella. La caja es conceptualmente flexible.
Pues hay edificios que son estuches porque deben ser estuches. No es lo mismo la casa de una familia con cuatro hijos que un auditorio para 3000 espectadores que un estadio de fútbol o que un cementerio.
Y afinando más; no es lo mismo una casa para un hombre en silla de ruedas que la que se construiría para un nadador olímpico. Aun compartiendo dimensiones, su forma es distinta porque sus necesidades son distintas.
Son edificios-estuche y el contenido del estuche es distinto.
¿Y un museo? ¿Cómo es un museo?
Un museo es, precisamente, esa caja de galletas que puede guardar hilos y fotografías y collares de plata.
Un museo es el edificio más flexible que puede existir y su forma no responde a lo que hay dentro, porque dentro puede haber cualquier cosa.
Un museo es un contenedor independiente de su contenido.
Un museo es la manifestación más radical de una caja arquitectónica.
El Pompidou es el museo perfecto porque cada planta del es vacía y diáfana y sus límites aparecen diluidos y casi invisibles; no son más que vidrio. No son casi nada.
Porque alrededor de esas paredes de vidrio hay una fachada invisible, un par de metros de espacio entre las plantas vacías y la estructura exterior, que apenas se aprecian cuando cruzamos las pasarelas entre la escalera y el museo.
Pero es que, además, el Pompidou es una caja de la verdad.
Porque la forma de las preciosas vigas Gerber que diseñó Peter Rice para Arup responden con precisión a sus cargas.
Porque las tuberías son la verdad del aire y el agua que llevan dentro y la escalera es la verdad de la altura que salva y los hombres que la usan.
Todo es cierto. Todo está a la vista. Nada se oculta.
Porque todas esas cargas y esos fluidos y esas alturas salvadas se posan de puntillas sobre el suelo y abrazan al edificio tocándolo apenas con las yemas de los dedos, a dos metros del museo, generando un parpadeo que es la forma de un edificio que renunció a tener forma.
Entonces, entornando los ojos, quizás podamos ver la fachada invisible que traba y entrelaza las vigas y los soportes, que empuja y sujeta los conductos y los recorridos.
Y que esa fachada está construida con moléculas y que esas moléculas —las de aire, las de acero y las de vidrio— se apoyan entre ellas y, todas a la vez, envuelven y sostienen y narran y traducen esa caja de la verdad que una vez soñaron un francés un inglés y dos italianos.
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos del Pompidou, de Rogers, Piano y Franchini, de Nuestra Señora de la Tubería y de #LaBrasaTorrijos de esta semana.
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(Es la hora de pasar la gorra!)
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.
Si queréis conocer más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:
Stomvi, amelimeloo, 5144, Beanbag Amerika, Richard Rogers Partnership, Oh Paris, Reuters, TF1, Sean X Liu, Steven Zucker, John Weiss, JR_P y Pedro Torrijos (sí, un servidor).
(Fin del HILO 🇫🇷🇬🇧🇮🇹🏙️)
(Y en el próximo capítulo vamos a viajar al medio del Pacífico a visitar un hotel flotante que se montó en Australia y acabó donde menos os lo esperáis)
Vamos con las codas, erratas y cánticos futboleros (oéoéoéoéeeeeee).
1. Efectivamente, el Pompidou se va a cerrar desde 2023 hasta 2027 para emprender unas obras muy profundas de mantenimiento. lavanguardia.com/politica/20210…
¿No es un poco pronto para que el edificio tenga problemas tan graves como para necesitar estar cerrado cuatro años?
Pues...no sabría qué deciros. Por un lado, el edificio ya tiene más de 40 años. Pese a su pinta futurista, no es un edificio recién inaugurado precisamente.
Y por otro lado, el edificio fue un pionero absoluto en su época. Se construyó con técnicas y sistemas que no se habían probado nunca porque no habían existido nunca.
Es normal, pues, que en estos 40 años se hayan mejorado mucho las técnicas de conservación, imprimación...etc. Porque las que había entonces eran muy "primarias".
2. No he puesto imágenes del interior porque el interior es conceptualmente irrelevante. Esa es su mayor ventaja: un espacio absolutamente diáfano y absolutamente flexible para poder exponer absolutamente lo que nos apetezca.
No hay ni un muro y ni un solo pilar. Todo libre.
Y 3. El Pompidou es la inspiración DIRECTA de uno de los iconos de moda más famosos de la contemporaneidad: las Nike Air Max 1.
La historia es muy famosa aunque yo no la conocía y me la enseñó @Fotomaf el otro día.
Brevemente: el diseñador principal de las Air Max fue Tinker Hatfield, quien era, precisamente, arquitecto.
Este tipo tan estiloso.
El caso es que Nike contrató a Hatfield como arquitecto en el 81 y fue el encargado del diseño de unas cuantas de las tiendas que la marca comenzó a abrir por esa época.
Con esa experiencia, en el 85 entró a formar parte del equipo de diseño de producto.
Nike había introducido en 1978 la característica que la elevaría por encima de las demás marcas de zapatillas deportivas: la cámara de aire.
Fue con las Nike Air Tailwind.
Sin embargo, las Tailwind tenían la cámara muy fina y oculta. Que es en lo que trabajaba Nike en 1985: en reducir el tamaño de la cámara.
Pero Hatfield quería hacer todo lo contrario. Recordando su visita al Pompidou, y sus tripas a la vista, propuso que las nuevas zapatillas no ocultasen la cámara de aire.
La enseñarían a todo el mundo.
Y, como se suele decir, el resto es historia.
(Por cierto, que hace 3 años, coincidiendo con el 40 aniversario de la inauguración del Pompidou, Nike sacó un par de modelos conmemorativos: las Air Max 1 Pompidou By Day y By Night).
(Y ahora quiero unas Air Max 1 para ser el más flipao y poder ir contando esta historia. ¡Regaládmelas, colegas, calzo un 43!)
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En Vancouver hay un rascacielos más alto por dentro que por fuera. No es una maldición ni una aberración cuántica.
Es una anomalía LINGÜISTICA. Y puede costar vidas.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, el extraño caso de los edificios a los que les faltaban plantas.
HILO 👇
En mayo de 2015, un equipo de bomberos de Vancouver se encontraba ejecutando un simulacro en el rascacielos de viviendas QuayWest I, en el 1033 de Marinaside Crescent.
Este edificio con grandes paños de vidrio en la fachada.
El equipo interior debía subir por las escaleras del edificio y encontrarse con el equipo exterior, que iba una plataforma extensible.
Hola @zapeandola6, está bastante feo inspirarse en el trabajo de otros y ni siquiera citarlo.
En la sección de @gotzonmantuliz del programa de hoy habéis sacado cuatro lugares y LOS CUATRO los he contado yo en algún episodio de #LaBrasaTorrijos.
Veamos 👇
Y digo "inspirarse" por no decir "aprovecharse" porque, en fin, los lugares no son propiedad de nadie pero la investigación de las peculiaridades de esos territorios y su ordenación en un índice no os lo habéis encontrado por inspiración divina.
Y canta un huevo.
Veamos:
El primer sitio que sacáis es la Base Halley VI. Qué casualidad que el episodio de #LaBrasaTorrijos de Halley VI es JUSTO EL DE LA SEMANA PASADA.
Cuando pensamos en arquitectura en la Antártida, solemos pensar en cabañas bastante chuscas y no muy confortables, ocupadas por tipos rudos (y probablemente por alienígenas multiformes asesinos).
Y, bueno, la sin llegar a tales extremos, pero sí que es cierto que la arquitectura antártica ha sido bastante...digamos...poco delicada con su estética, como se ve en estas dos fotos de la base soviética Leningradskaya y la estadounidense McMurdo.
En una esquina de Roma hay una pequeña iglesia. Es San Carlo Alle Quattro Fontante y la construyó Borromini hace casi 400 años.
Tal y donde está, apenas hay manera de tenerla de frente; se confía todo a una mirada en escorzo.
Pero ese escorzo es perfecto, porque es mejor modo de entender las curvas, los relieves y los meandros del mármol de la portada.
San Carlo —San Carlino— es una iglesia pequeña, sí, pero es una obra maestra del Barroco, de la arquitectura, del urbanismo, de hacer ciudad, de entender el tiempo y, si fuese una tienda de churros, seguro que sería la mejor tienda de churros del mundo.