La polémica de este fin de semana en torno a la agenda de mínimos tiene un común denominador: la legitimidad de la persona Sebastián Piñera como presidente de la República. De facto, no tiene legitimidad, pero eso no es razón suficiente.
Abro hilo.
Le estamos pidiendo a Sebastián Piñera un estándar de responsabilidad política que actualmente no está contemplado (la renuncia por motivos de pérdida de confianza en el Congreso) en nuestra Constitución. Podríamos pedirle que lo acatara, pero él está en su derecho de no hacerlo.
En términos jurídicos, existe el principio «in dubio pro reo»: es decir, ante un cambio de leyes sobre un mismo conflicto, aplica la ley más benigna para el imputado, independientemente de si esa ley es anterior o posterior a la condena. (Gracias, @OldPeugeot, por refrescármelo.)
Va a existir un cambio de normativas sobre cómo se ejerce el Poder Ejecutivo. Es lo primero que ha sido consensuado en las discusiones constituyentes. No ahora, sino desde hace más de cinco años. Ya está claro que el presidencialismo termina y el Congreso tendrá más poder.
Sin embargo, que haya un consenso (técnico y de los políticos afines a dichos técnicos) al respecto, no significa que *de facto* deba aceptarse la nueva realidad. Básicamente, porque no está oficialmente escrita como tal en la Constitución.
Por lo tanto, la persona Sebastián Piñera, bajo esta CPR, tiene la misma condición de habitar el poder como un ser político (y asumir una responsabilidad política) o como un morador político (y resistirse a dejar el poder porque se reconoce a sí mismo como un inquilino forzado).
Como la persona Sebastián Piñera se percibe como «morador político», la agenda de mínimos es la condición esencial para destrabar el conflicto. Porque no hay otra salida al conflicto. Hoy tenemos a un morador que se resiste a dejar La Moneda hasta el término de contrato.
En consecuencia, no se trata de una *cocina*, como tampoco de *tirarle un salvavidas al presidente*. Es cómo chucha echar a andar algo más importante (la República) a pesar de un morador rebelde que, dicho sea de paso, cada vez está más solo.
Así que se me calman todos, que acá no hay cocina.
Solo tenemos un mal inquilino que se beneficia de que las cláusulas de ocupación de su poder no tienen especificadas las condiciones de salida.
Les niego la demanda en su totalidad.
Y Piñera ES un patán, un morador rebelde, un inquilino odioso, pero que se aprovecha del in dubio pro reo para no querer soltar el poder.
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Ahora que se convirtió en el elemento político más relevante de la temporada, Yasna Provoste necesita un desagravio respecto a la acusación constitucional que le implicó una inhabilidad de cinco años para ejercer cargos públicos.
Entra hilo histórico.
Partamos con cómo llegó Michelle Bachelet al gobierno en 2006. Bachelet ganó una segunda vuelta electoral con un 53,5%. Sin embargo, la derecha, dividida en sendas candidaturas de Sebastián Piñera y Joaquín Lavín, totalizó 49% en primera. Todo dividido.
El escenario dividido venía de antes.
A pesar de que Ricardo Lagos terminó su periodo con una aprobación del 80%, su respaldo no era endosable hacia su candidata delfina. La marca Concertación venía agotada por dos factores, principalmente.
Es increíble cómo la pandemia desenmascaró lo que para los conservadores (Figueroa, te le cayó el shibboleth) es una escuela: 1. Una guardería instruccional para padres; sin importar si aprenden algo útil adentro o no. 2. Un refugio ideológico que hay que rescatar del Estado.
Es complicado revelar en el discurso público un shibboleth, porque te desenmascaras no solamente a ti mismo, sino al grupo de gente que piensa como tú, tus afines, tus relacionados: el shibboleth es legado de la confianza que forjaste con ellos.
Y hablar en shibboleth es una forma de *esconder* lo que tienes vedado decir en el discurso público (temor al escándalo, a la funa, al veto). Cuanto más escabroso sea ese *esconder*, ese *no dicho*, más vergonzoso resulta que se te salga.
Cuando Piñera ganó en 2010, todavía estaba vigente la idea de creer que existían dos tipos de personas: los sujetos de afirmación y los sujetos de clientela. No existía todavía la idea de que todos somos ciudadanos con derechos entonces.
Los primeros no necesitan *reclamar* porque pueden pedir sus cosas de manera expedita a través de su capital económico/relacional. Aparte, el sistema está diseñado para que los primeros no sean perjudicados.
Hablemos de la palabra de moda en estos días en la alta política y todo lo que implica. Hablemos de «populismo». Abro hilo.
Vamos con la definición del argentino Ernesto Laclau, quien favorece el concepto. A grandes rasgos, el populismo es la radicalización de la democracia de masas, a través de la capacidad del pueblo de definir sus propios diagnósticos.
Laclau define populismo como un procedimiento que consolida la soberanía popular en segmentos que se incorporan a la democracia luego de ser postergados con su ausencia del voto (porque no tenían ese derecho o bien porque su derecho le pertenecía a un hacendado).
Esta semana, se empezará a votar el mecanismo electoral para el organismo constituyente que será aprobado tras el plebiscito del 26 de abril. Toda la creatividad (?) que le han puesto a la discusión me hace temer del producto resultante. Abro hilo.
¿Qué se votará? La forma como elegiremos los constituyentes, tanto si el 26A gana la opción Convención Mixta (que no va a ganar, pero hay que diseñarla igual) y la opción Convención Constituyente (que sí va a ganar y, por ello, será la que hay que mirar con más detenimiento).
¿Qué sucede? No hay consensos aún de nada. Si bien el acuerdo que habilitó modificar el capítulo XV de la CPR, establece que se mantendrán los distritos actuales de diputados, eso tampoco está seguro. Entonces, no hay nada seguro. Lo único seguro es que tenemos padrón y mesas.
A pedido del público (not), les explicaré en qué consiste la disputa política de esta semana interrumpida y de la que sigue: listas abiertas versus listas cerradas. Abro hilo.
¿Por qué surge esta polémica? Porque debe existir un consenso viable para poder asegurar paridad e inclusión en los escaños de una eventual asamblea constituyente (digo eventual porque está cantado que esa opción ganará el 26A).
¿Cuál es el problema? El actual sistema de votación por listas abiertas no garantiza ninguno de los reclamos propugnados. ¿Por qué? Porque están todos los estímulos para que las cúpulas o los electores tengan un sesgo promasculino.