Los conceptos son herramientas. Hablar de fascismo (aun de un modo amplio) es útil, porque señala a la vez unos procedimientos y un abismo: esa fiebre antihumanista que nos degrada y condena.
-Propone abrir el Amazonas a la voracidad de la industria agrícola
-niega toda reivindicación territorial de las comunidades indígenas
-y justifica la exclusión de los negros, la persecución de los homosexuales, la violencia machista.
-celebra la dictadura, la tortura y los asesinatos.
-Además, su alianza con el poder político-evangélico nos recuerda que hemos descuidado un debate fundamental: la necesidad de un Estado laico para la consolidación de toda república.
Y es clasista, machista, racista y autoritario como todos ellos.
Vendrán peores.
Para empezar, hay que hablar claro, reconocer los rostros y las armas de nuestro adversario. Y también debemos aprender a identificar sus inercias: el fascismo de hoy no es una anomalía: es, a los ojos del capital, una inversión razonable, prometedora
1. Golpe de Estado contra Dilma Rousseff
2. Montaje judicial y encarcelamiento de Lula da Silva, seguro ganador de las elecciones
3. Ascenso de Bolsonaro en el oligopolio mediático, en los púlpitos y, por último, en las urnas.
Son los medios los que alimentan a la bestia. Ellos, ahí, en la cotidianidad de millones de personas, son los únicos con la capacidad de normalizar los postulados del fascismo; es decir, sembrar el odio entre los de abajo
(Recomiendo este valioso hilo del periodista @pvallin. Podríamos seguir el ejercicio y encontrar ejemplos en la discusión pública de cada país)
“había que terminar con un régimen débil, alejar la amenaza comunista, suprimir los sindicatos y permitir que cada patrón fuera un Führer en su propia empresa”.
Ellos asintieron, tecnocráticos, razonables, pragmáticos.
Sucedió hace 80 años. Y sucede hoy. Es lo que pasa cuando el criterio predominante es la acumulación y la rentabilidad.
1. El capitalismo no “convive accidentalmente” con el fascismo. En su etapa actual, con la desigualdad creciente y el planeta al borde del colapso, el capitalismo es un aparato que resuena en la misma frecuencia del fascismo: lo siembra y lo cosecha.
Y si te da igual el fascismo, estás en la orilla del adversario.