Para hacer amigos entre la cuchipandi de la izquierda tuitera se ha puesto de moda decir que yo me tengo que lavar el pelo. Queda inaugurada la izquierda Pantene. Lo más maravilloso es que los neonazis me dicen lo mismo.
Forma parte del funcionamiento típico de las camarillas: ridiculización, reducción al absurdo de tus argumentos y difamación, mintiendo sobre ti y sobre tus ideas. Lo he visto tantas veces que no sé por qué me sorprendo. Quizás porque nunca atribuyo tanta deshonestidad a nadie. 
Te colocan en un sitio donde hasta el mismo acto de defenderte es ridículo y humillante. También colocan en un sitio donde nadie se atreve a defenderte. Te conviertes en un lugar común despersonalizado. Acabas mirando para otro lado.
Lo que parecen ignorar es la imagen que este ruido inmisericorde y acrítico está dando de ellos. Creen que la crueldad de las redes tiene resonancia fuera. No entienden que lo que han montado es un patio de colegio.
En fin: es el fenómeno venenoso de la militancia ultra. Son una pequeña parte de la izquierda que se dedica a la persecución del disidente o el heterodoxo. Son responsables de que gente de izquierda moderada se harte. Le hacen más mal a la izquierda que al que persiguen.
Y ya está.
