No es agradable.
Pero es bello desde muchos puntos de vista.
Un abismo en centímetros.
Después una pequeña explicación.
Ni más.
Ni menos.
Un corazón que busca su espacio en otro espacio.
Esa cavidad se llama mediastino, un lugar en nuestro centro.
Detrás de donde ahora tienes la mano en el pecho.
Ahí.
Tras el esternón.
Que no está.
Se ha abierto el tórax como un cofre.
El esternón, anclado a las costillas, es retirado para permitir la cirugía.
Porque su corazón será separado de su torrente sanguíneo.
No tendrá bomba cardiaca durante un tiempo.
Pero seguirá vivo.
Tic.
Tac.
Silencio.
Nuestro reloj.
Circulación extracorpórea.
Recibirá movimiento y recambio de gases.
Porque los pulmones del receptor tampoco recibirán sangre.
No tienen motor que los nutra.
El aire desde fuera del aire sin venir del aire.
Hermano de un robot.
Es lógico pensar que nada mejor que un corazón para sustituir otro corazón.
El sustituto mecánico además no es tan cuidadoso con lo que mueve.
Se pone en marcha una cuenta atrás.
Desde otro lugar.
Alguien ha donado lo incalculable.
Recibió una cirugía semejante para un corazón sano en cuerpo que se apaga.
Que se extrae con el cuidado que requiere un tesoro.
No hay despedida más generosa.
Antes fue evaluado.
Primero desde fuera.
Después desde dentro.
Y se inició otra caída de tiempo que no se debe perder.
De una vida que terminó a otra que está en pausa.
Esperando esperanza.
No hay otra oportunidad.
Alguien ha cerrado los ojos, abandonando su corazón porque le ha hecho trampas, porque ya no puede más.
Alguien ha iniciado una cirugía que quizá no termine nunca, que sea siempre.
Su predecesor ya casi listo para ser extraído.
Y el cirujano preparado para dar el paso.
Tomar el bisturí.
Cortar.
Separar.
Despedida.
Unir lo igual en distintos.
Seda que no tiene permiso para dejarse llevar.
Rápido.
Y despacio.
Con el cuidado de lo imprescindible, donde no se puede fallar.
¿Cómo?
Electricidad que es un “despierta”, una llamada para que regrese de donde no hay nada.
Y esperar.
Segundos.
Eternidad.
Hasta que todo se ponga en marcha.
Vida.
Ruido al otro lado de las costillas.
Espacio completo detrás del esternón.
Sin caer a ese vacío.
Y siente cómo se acelera el pulso.
Tic, tac.
Nuestro reloj.