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En mis años de aprendiz de policía o “chivo eléctrico” como diría mi mentor @mdaodao , viví una de las experiencias más dramáticas de la vida, pero quizás de las más enriquecedoras, junto a mi socio y hermano Luís Larrazabal, me refiero a la negociación de secuestros. #Hilo
Me atrevo a contar esta historia, un tanto personal, porque le consigo varias similitudes a lo que hoy debatimos en el país, respecto al tema de Noruega. De allí, que probablemente contribuya a sacar algunas conclusiones y haciendo la debida advertencia sobre sus diferencias.
Primero, un secuestro es para la familia de la víctima una especie de “muerte suspendida” en palabras de @mdaodao, en tal sentido y haciendo la analogía, tenemos país pero en catatonia, en el que cada día que pasa, sentimos que se nos alejan las posibilidades de liberarlo.
Segundo, el secuestrador es el dueño de la vida y la muerte, él es quien tiene el poder. Es quien tiene el toro por los cuernos y por tanto, toma las decisiones. Entonces pregunto: ¿En Noruega, quiénes representan al régimen son los que tienen “la sartén por el mango”?
Tercero, en un secuestro, la víctima es la prenda de canje. Es decir, si tu me das lo que aspiro, yo te devuelvo al secuestrado vivo, de lo contrario, no lo devuelvo porque se incrementan las aspiraciones o lo elimino. Esa es la amenaza creíble, real e inminente del secuestrador.
Cuarto, el negociador debe hacer entender al secuestrador que la situación en la que está metido no es solo riesgosa para la víctima, también lo es para él, por tanto, mejor que se resuelva rápido. Volviendo al simil, ¿Es la realidad actual incómoda o riesgosa para el régimen?
Quinto, ¿Cuál es la prenda de este secuestro? En el particular caso de Venezuela, si bien los ciudadanos somos las víctimas, no necesariamente somos, al menos para el régimen, la prenda, de allí que no les importe que perezcamos todos en el intento de liberarnos.
La prenda en este secuestro es el poder, el que tiene el régimen, que es el mismo al que aspira la oposición que intenta negociarlo. Es decir, el secuestrador, entregará el poder sí y solo sí, se consigue algo que este aspire superior o más atractivo que el poder que ya tiene.
Podríamos decir que lo único que tendría el negociador que ofrecer es un puente de plata para que el secuestrador, en una epifanía de su propia salvación entregue el poder y se vaya con un botín a disfrutarlo en algún santuario del crimen organizado.
Pero resulta que el secuestrador, lo único que acepta a cambio es la posibilidad de conseguir más poder, y si es a través de unas elecciones controladas desde el propio poder mejor, pues legitimaría su posición de secuestrador.
Esto nos lleva más a una situación, de la que ya he hablado en el pasado referida a la tesis de la catástrofe. Es un escenario en el cual, el secuestrador y el negociador quieren lo mismo, dónde uno lo tiene todo y el otro lo amenaza con el peso de la ley para que lo entregue.
Pregunto, aquí, ¿quién amenaza a quién?, hasta ahora, las posiciones de fuerza sólo provienen del régimen, mientras que desde @jguaido no existe palanca negociadora para tan siquiera intimidar.
En tal situación, el secuestrador no tiene incentivo alguno de negociar nada y prefiere el Estatus Quo o, la muerte suspendida.
Además, el secuestrador se ha preparado para este escenario y el tiempo está a su favor, pues no le importa el país y sigue en el poder.
Mientras tanto, las víctimas pierden la voluntad, los negociadores la credibilidad y la anormalidad se vuelve normal, típico de los secuestros prolongados.
Volviendo a la tesis de la catástrofe, el escenario viable para una resolución sobre la entrega del poder es hacer evidente que ahora habría que provocar una situación de rehenes, en la que el secuestrador vea el peligro muy de cerca y como no tiene víctimas,...
pues ya las ha sacrificado y ha demostrado que nada le importa, se queda sin prenda que entregar.
Provocar una situación de rehenes siempre es riesgosa, pero en esta ocasión la única viable para cambiar el poder de manos. Aquí no vale el poder compartido, son posiciones antagónicas, casi del todo o nada. Si no entregas el poder, entonces pereces.
Es como lo que decía mi socio Luis, el “turning point” dónde el secuestrador se convierte en víctima y le toca entonces negociar por si misma para salvar su vida.
Presencié algunas situaciones de rehenes y estoy seguro que los lectores saben cómo casi siempre terminan.
Aunque existe una segunda solución optima...
Se trata de la negociación de salida, en la que el secuestrador se entrega a manos de la autoridad, en unos términos que pueden conversarse en Oslo o por ejemplo, en el 2do Distrito de NY.
Ustedes dirán...
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