Thread by @ivanedlm

Una vez más, y ante el acoso con el que pretenden amedrentarme desde ciertos medios de ultra izquierda, os voy a contar una bonita historia de mi familia. Intentan avergonzarme de una familia de la que no presumo, pero de la que estoy muy orgulloso. Veréis porqué. #HiloFamiliar

Mis bisabuelos tuvieron cuatro hijos: mi abuela, un chico llamado Iván, una chica llamada María, y el más joven, llamado Luis.

Mi abuela y Luis formaron familias y vivieron muchos años. Iván murió joven en la Guerra Civil. Y nos queda María, que era soltera y fue muy longeva

María, que es en la que me centraré hoy, fue una mujer adelantada a su tiempo. Vivió entre Madrid y Asturias sus 104 años, que alcanzó en plenitud de facultades. Incluso conducía su propio coche hasta bien avanzada edad.

Mujer de fuerte carácter, se la conocía como María la Brava. Aún recuerdo su fiesta de “primer centenario” cuando cumplió 100 años. Tenía una personalidad arrolladora, una memoria prodigiosa, y una mente ágil y a veces punzante que a menudo desplegaba en un perfecto inglés.

Gracias a ese decidido carácter sobrevivió a la Guerra Civil sin quejarse, a veces protagonizando anécdotas que podrían dar para una serie de TV. Su padre en cambio sufrió mucho y murió poco después de finalizar la Guerra. Le legó a María un edificio que él mismo había construido

María mantuvo aquel edificio durante casi 80 años lo mejor que pudo. Tuvo toda suerte de inquilinos. Al cabo de los años, incluso fue incorporando al edificio un par de sobrinas suyas, tías mías. Aunque nunca parecía requerir de muchos cuidados, sus sobrinas velaban por ella...

...y en especial una de ellas, que se ocupó mucho de María hasta el final de sus días. En esta foto aparecen María y su sobrina quizá a comienzos de los años 50. Traigo a colación esta sobrina, tía mía, porque cuando murió María se conoció que la sobrina había realizado...

...un acto secreto de generosidad muy notable. María había decidido legarle el edificio a su sobrina. Sin embargo, su sobrina le convenció de que se lo dejara a otros sobrinos, pues ella también era soltera, y pensó en los hijos de sus hermanos. No me digáis que no es bonito!

La sorpresa de estos sobrinos fue máxima cuando, al morir María, se encontraron con la inesperada herencia. También, claro, con la sorpresa de la factura fiscal que acompaña las herencias de tíos a sobrinos. El edificio además requería una rehabilitación total pues databa de 1896

Así que no les quedó más remedio que venderlo para poder pagar los impuestos correspondientes. Para venderlo llegaron a acuerdos amistosos de salida con todos los inquilinos... menos con una - una pobre señora muy mayor, que ya no regía bien y estaba en manos de su sobrina.

Y aquí llega la parte más triste de la historia. Mientras todos los demás inquilinos salieron con una indemnización generosa, la pobre señora mayor sufría innecesariamente por culpa de la ambición desmedida de su sobrina y representante, para la que nunca había dinero suficiente

Incluso ante el riesgo evidente de su cada vez peor estado de salud, esta sobrina se negaba a que la tía saliera de la casa por temor a perder su baza de negociación. La tenía de rehén en la casa. Al final la pobre señora murió y aquella sobrina se quedó sin indemnización alguna.

El contraste entre una sobrina y otra, me resulta tremendo. Una, a la que no conozco, jugó con la vida de su tía hasta el final por ambiciones económicas... La otra, que es de mi familia, tuvo una actuación digna de reconocimiento, y me siento muy orgulloso de ella.

Y si omito los nombres de mis familiares es por pudor; en mi familia no se alardea en público de estas cosas. Pero ante el ataque de algunos contra mi familia, es justo contar la historia como realmente transcurrió. No son méritos míos, pero estoy muy orgulloso de mi familia!