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Abro hilo sobre cuatro niveles de lectura de Toy Story: capitalista, psicoanalista, marxista y feminista.

Sigo pensando en Toy Story y es que creo que tiene muchos niveles de interpretación, otra razón que la hace una serie tan compleja e interesante.
Una lectura inmediata sería como fantasía capitalista. Los juguetes son productos destinados a la satisfacción de los deseos de los niños. La fantasía capitalista acontece antes de la compra: es un comercial. Toy Story me parece es mucho más que eso.
La primera entrega de Toy Story aparece en 1995: el punto máximo de saturación de las llamadas Saturday Morning Cartoons (G.I. Joe, Transformers, TMNT) comerciales disfrazados de historias para vender juguetes. Cada personaje es un producto y cada producto: una promesa.
Aunque la serie de Pixar puede leerse como fantasía capitalista a diferencia de G. I. Joe o las Tortugas Ninja los personajes de Toy Story son conscientes de que son un producto y resulta una crítica a las caricaturas de los noventa.
Los juguetes no habitan en un mundo anterior sino posterior a la compra. Incluso pueden recordar cuando estaban en estantes y fueron comprados. La crisis de Duke Caboom (Keanu Reaves) de TS4 consiste precisamente en que el juguete no pudo satisfacer la expectativa del comercial.
Toy Story resulta una crítica a las caricaturas de los noventa. ¿Qué sucedería si los personajes cobraran consciencia de lo que son? La primera película explora específicamente ese conflicto.
Buzz Lightyear se cree el personaje y no el juguete llevando al absurdo el hecho de que el sujeto se confunda con su propio ideal. Woody no sólo es un gran amigo sino que termina siendo analista: su labor es hacer explícito lo que estaba reprimido: ¡eres un juguete!
El concepto de alienación en psicoanálisis lacaniano tiene su origen en el marxismo. Aquí se puede proponer otro nivel de lectura. Como fantasía marxista Toy Story responde a la pregunta: ¿qué sucede si la mercancía adquiere consciencia?
Si es imposible que los objetos tengan consciencia, existe una mercancía que sí razona: el trabajador que vende lo único que posee: su fuerza de trabajo.
Los juguetes se aferran a su valor como producto para encontrar sentido al punto de romantizarlo. Si el juguete no es querido por un niño su existencia no tiene sentido. Es el sentido más clásico de alienación: los juguetes confunden su identidad con el valor que Otro les otorga.
Esta existencia de los juguetes es angustiante. Debido a que ese Otro de cuyo afecto depende su bienestar anímico no es sino un caprichoso niño. El perverso polimórfico de Freud que en un momento pueden aferrarse a un objeto y al siguiente a otro.
¿No sufre lo mismo el enamorado con el amado voluble o el creyente con los designios de Dios? Estos sujetos pasivos están atados a los movimientos violentos de Otro que en cualquier momento puede dejar de quererlos.
No es raro que los juguetes presente sendos grados de neurosis (Woody), ataques de ansiedad (Jessie) y lleguen incluso al extremo de una fuerte sociopatía (Lotso). Pues estos personajes se encuentran en la más pasiva de las situaciones: son literalmente objetos pasivos de afecto.
Una posición común donde el camino fácil es la victimización antes de la actuación. El único camino que tienen estos juguetes es el sufrimiento.
Una solución temporal es la surrogación del objeto causa de deseo. En TS3, ante la imposibilidad de ser amados por un niño vuelto adulto (Andy) los juguetes encuentran, o mejor dicho son encontrados, por Otro (Bonnie).
Considerado uno de los finales más satisfactorios en la historia de las trilogías TS3 no termina por resolver sino que posterga el problema inherente de la vida de todo juguete: ¿qué sucede con el abandono inminente del afecto del Otro? La surrogación: el desplazo del afecto.
A continuación spoilers menores de Toy Story 4. TS4 es una película importante que funciona como verdadera resolución dialéctica. Si el primer conflicto de la serie fue: soy un juguete, el segundo: sólo soy un juguete aquí se plantea la pregunta ¿se puede ser más que un juguete?
¿Es posible ser algo más allá de la validación de otro? Esta pregunta es sumamente relevante en un mundo donde la reificación de la identidad es consigna de los sistemas económicos y políticos contemporáneos y la triste moneda de cambio de las relaciones interpersonales actuales.
Lo que muestra TS4 es la posibilidad del cuidado propio más allá de los afectos de un gran Otro de afectos arbitrarios. Que cada uno de nosotros puede comprenderse más que un Objeto y que puede hacerse responsable de uno mismo y de los propios afectos.
El simbolismo de la voz de Woody es particularmente relevante. Woody renuncia la capacidad de hablar con los humanos para escuchar su propia voz.
El mundo de los juguetes como objeto de juego está limitado a la fantasía infantil (comienzo de TS3) mientras que ante el reconocimiento del propio deseo el mundo de Woddy se identifica finalmente con el mundo exterior.
Su realidad ya no está limitado a la habitación de un niño sino que ahora puede desplazarse por ciudades y pueblos gracias precisamente a la consciencia adquirida.
En este punto encontramos una nueva clave de interpretación: Toy Story bajo lectura feminista. El primero de los juguetes en adquirir consciencia de su propio agencia no es Woody sino Bo Peep.
El simbolismo de este personaje es particularmente interesante. Bo no llega siquiera a ser un juguete, es parte de una lámpara de mesa de Molly la hermanita de Andy.
En las primeras dos películas Bo tiene escasas participaciones funcionando como el más absoluto de los clichés: es el interés romántico del protagonista masculino.
Bo es literalmente el objeto del objeto y sirve sólo como inspiración y apoyo moral. Es la fantasía del amor cortesano de la princesa. Silenciosa, prudente y sobre todo pasiva.
Para Hegel el reconocimiento de la libertad proviene en su dialéctica siempre del esclavo, nunca del amo. Como objeto del objeto Bo se encuentra en una posición precaria pero ideal para comprender su situación. Bo no tiene nada más que perder salvo el miedo a su propia libertad.
Encontramos a Bo en Toy Story 4 como el más emancipado de los personajes. Resuelve de una forma muy ingeniosa el eterno problema de transportación discreta de los juguetes otorgándole un grado inimaginable de libertad entre sus pares.
No sólo eso, ella es quien escoge a sus objetos de afecto en sus propios términos. Bo escoge con quién, cuánto, cómo y dónde desea jugar que bien puede tomarse como una metáfora de la liberación sexual.
Con esto Bo no rechaza lo que es. Sigue teniendo las mismas necesidades pero ella es quien decide cómo atenderlas sin esperar el afecto arbitrario de un gran Otro que bien podría nunca llegar.
Es Bo quien alcanza por primera vez esta consciencia y el conflicto con Woody radica en que él todavía está aferrado a los valores tradicionales que bien podríamos tomar como metáfora del matrimonio conservador: un niño — un juguete.
No que haya algo malo con la monogamia pero sí cuando esta se conserva por un prejuicio inconsciente e irreflexivo: así es y así siempre ha sido, y por cierto no hay salida de ello.
Especialmente cuidadoso me pareció la manera en que no se juzga a los juguetes que conservan valores antiguos (Gabby Gabby: una ama de casa). En la medida de las circunstancias incluso se les apoyo.
No es a punta de amenazas y provocaciones que se alza al resto de la sociedad a una consciencia social más sofisticada sino a través de paciencia y comprensión. Una lección valiosa para el feminismo radical.
Bo trasciende esta consciencia convencional y aunque no comparte estos valores con Woody, quien curiosamente tiene un lapsus freudiano confundiendo a Bonnie con Andy, lo tolera al punto de ayudarlo pero también se limita cuando la situación atenta contra su bienestar.
Es gracias a Bo que Woody (literalmente maderito) deja de ser un muñeco y se convierte en agente de su propio destino.
El arco de Bo muestra al personaje que fuera el más pasivo y objetualizado capaz de alcanzar la mayor libertad a través de primero una reflexión de su propia situación y luego, acaso más importante, un hacer en el mundo que la hace verdadera dueña de sus deseos y acciones.
Toy Story no sólo es un maravilloso cuento de hadas infantil, es una serie que ha logrado transformarse con el paso de las décadas y ha propuesto a través de cada una entrega un nuevo modo de comprenderse.
Si hay un tema unificador de todas las películas es la resiliencia: la capacidad de los individuos a adaptarse a los cambios. Un tema valiosísimo para personas de todas las edades.
La serie entera pueda leerse como una evolución de la comprensión de individuos que se ven como objetos, presas del destino (Edipo) de un gran Otro y con el paso del tiempo comprenden que son ellos los únicos dueños de sus acciones.
Ellos son los agentes de la historia y los únicos sujetos de su destino. ¿No es acaso esta la comprensión hegeliana de la historia? La lucha por el reconocimiento de la libertad.

Gracias por tu lectura, este es el fin del hilo.
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