Thread by @romare98

Esta es una confesión de hecho. No me enorgullece, pero he aprendido mucho desde entonces. Advierto que lo que a continuación confesaré puede herir susceptibilidades. Así que va tal cual:

Yo voté por @VicenteFoxQue en el 2000. ¿Pueden adivinar por quién voté en 2018?

Abro hilo.

Mi primera elección fue la de 1997. Ese año se celebraron elecciones intermedias, y la primera elección de un Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal (además de delegados), con mucho la más importante de ese año. Había muchas razones para ello.

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La primera es una razón histórica. El Distrito Federal era en ese entonces el centro absoluto de la vida política del país. No únicamente por la concentración de los poderes federales (que aún persiste), sino porque el presidente allí reinaba monarca absoluto del país.

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En pleno ejercicio de su poder, otorgado por leyes y beneplácitos, el presidente y su partido montaron el andamiaje de la realidad cotidiana, todavía vigente hoy: moches, mordidas, corruptelas, amiguismo, compadrazgo, nepotismo, impunidad y todos los males que nos aquejan.

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¿Quién, de los que hubimos nacido en esos años, hoy antepone los dictados de la ley a sus acciones? Aprendimos a ser ciudadanos en una sociedad corrompida. Un botón de muestra: ¿qué se necesita para obtener una licencia de manejo?

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Quienes crecimos en esa sociedad responderemos: ir a la oficina de tránsito, preguntar por los requisitos, someterse a los caprichos del burócrata en turno, cubrirlos de la mejor forma, pagar lo que se tenga que pagar (derechos y mordidas), y obtener el documento.

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Y así con todo. ¿Qué se necesita para poner un negocio? Moches. ¿Qué hago para salir de la cárcel? Conocer a alguien poderoso. Y así.

El poder absoluto del presidente, al frente de un partido de Estado, hizo que la sociedad creciera orgánicamente en la descomposición.

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El presidente era absolutamente poderoso. Por eso la elección de 1997 fue tan importante: porque se le quitaba el poder total sobre la ciudad más importante del país.

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Un dato curioso de los resquicios de ese poder: la solicitud formal de la candidatura de la Ciudad de México para los juegos olímpicos de 1968 la firmó un solo personaje como presidente, gobernador y alcalde, quienes debían apoyar dicha candidatura por reglamento.

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Pero a partir de la elección de 1997, el presidente tendría un contrapeso en la Jefatura del Gobierno de la Ciudad de México. Y efectivo, en cuanto el contrapeso resultó ser nada menos que el mayor contendiente de la izquierda mexicana, Cuauhtémoc @c_cardenas_s Solórzano.

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Y todavía más, cuando el Congreso quedó conformado por una mayoría opositora.

Los resultados fueron el resultado de la creciente inconformidad social, originada en los excesivos abusos (e incompetencias) del gobierno: 1968, 1971, 1985, 1988,1994.

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La sociedad en su conjunto parecía darse cuenta de que había que desterrar el mal que nos consumía y nos impedía progresar. Esas elecciones, las de 1997, parecían un buen presagio de lo que podría pasar en las próximas elecciones presidenciales.

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Y así llegó la elección del 2000. Aunque Cárdenas seguía siendo el referente de la izquierda mexicana, había perdido brillo por su tristísimo desempeño como jefe de gobierno. Los ciudadanos estábamos ansiosos de ver caer el régimen que nos había limitado y sometido.

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Y aunque Fox no tenía el mejor perfil como candidato (a mi papá siempre le gustó más el desempeño de Medina Plascencia como gobernador interino de Gto.), sí tenía las mejores chances de lograr algo que ni nuestros padres había visto en sus vidas: derrotar al PRI.

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Fox no era (y nunca lo fue) un político. La conformación de su gabinete mediante headhunters fue algo que entusiasmó y escandalizó por igual. La mención de sus hijos antes que al H. Congreso de la Unión en su toma de protesta, el escenario del Auditorio Nacional...
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... todas eran muestras de lo mucho que habían cambiado las cosas, y eran tanto celebradas como condenadas con enjundia por simpatizantes y opositores.

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Pero pronto tuvimos que lidiar con la realidad. Tanto los aciertos (el fortalecimiento de la economía, la creciente libertad de prensa), como los errores (torpezas en las relaciones con otros países, la "Paca" y Antonio Lozano) marcaron su sexenio.

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Sin embargo, el cambio no terminó de cuajar. A decir verdad, el sentimiento es que no ocurrió. Tanto Fox como López, por ejemplo, desestimaron la marcha contra la delincuencia de 2004, un gran cheque en blanco que nadie quiso tomar.

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Ahora podemos juzgar los resultados del sexenio de Fox. Mi opinión es que, si bien consolidó las bases de la fortaleza macroeconómica del país, cometió muchos errores que no contribuyeron a la consolidación del ambiente democrático que demandaba la sociedad.

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Martha Sahagún es un buen ejemplo de cómo la vieja estructura de poder seguía viva y gozaba de buena salud: el nepotismo, la perpetuación del poder, el amiguismo... Pero eso, en la elección del 2000, no estaba suficientemente claro. Fox parecía una buena opción.

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Por otro lado, la transición de 2000 fue lo suficientemente inercial como para que el PAN ganara, ahora en solitario, la presidencia en 2006. (Por cierto, yo estoy convencido que no hubo fraude, aunque sí irregularidades en esa elección, algo que discutiré en otro momento).

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Pero el cambio seguía sin ocurrir. Durante el sexenio de @FelipeCalderon se tomaron decisiones contundentes contra la delincuencia, pero estuvieron enfocadas principalmente a la violencia, y poco a desmantelar la fortaleza financiera de los grupos delictivos.

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Una persistente ineficacia de estas políticas de seguridad, aunado a un pobre manejo de relaciones públicas (por ejemplo, el caso del presunto alcoholismo del presidente), hicieron del sexenio de Calderón un referente de corrupción e ineficiencia para la oposición.

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Parecía que se avecinaba una nueva transición. Lo lógico parecía ser que la izquierda finalmente gobernaría en México, pero la mermada imagen de López (quien había tomado protesta como presidente "legítimo", y se había plantado en Reforma por más de seis meses)...

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... junto con la división interna del PAN (con una Josefina Mota muy desgastada tras la elección interna frente al delfín de Calderón, Ernesto Cordero), lograron lo que parecía imposible: el regreso del PRI.

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El sexenio de @EPN estuvo lleno de denuncias (y de hechos) de corrupción. De alguna forma, se volvió a instituir el viejo régimen del que tanto habíamos querido escapar. Y en ese marco, llegaron las elecciones de 2018.

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En las elecciones de 2000 yo voté por Fox porque estábamos cansados, hartos de los que éramos como mexicanos. De lo que el PRI había hecho por años: hundir al país en un ciclo aparentemente eterno de podredumbre. Todo lo inmundo que Octavio Paz describió del mexicano.

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¿Por quién voté yo en las elecciones de 2018?

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Antes de contestar esta pregunta, voy a seguir dando mis opiniones del contexto de la elección de 2018, y de los candidatos.

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El cambio en México nos ha quedado a deber. Se perdió la oportunidad histórica del cambio en el 2000 por la ineptitud de Fox, pero también por la inercia tan fuerte que tiene la podredumbre en las estructuras de poder en México.

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Pero no hablo de la cúpula del poder, exclusivamente. Hablo también del poder que tienen los ciudadanos, y de cómo la corrupción que ejercemos todos los días también es un freno al cambio. Preferimos dar una mordida al policía que nos agarró conduciendo a exceso de velocidad

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... que conducir a la velocidad que indica el reglamento de tránsito. ¿No nos gusta? Pues no conozco a nadie que haya ido con su diputado local a pedirle que presente una iniciativa que le aumente unos 10 km/h al límite de velocidad porque... ¡qué trabajal!

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Más fácil darle su billetito al policía. Y el policía prefiere dar por terminado el asunto porque es más fácil que escribir la multa, estarse peleando con el conductor, hacer el reporte, saberse el reglamento, y además que "me pagan bien poquito". Todo bien justificado.

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El cambio nos ha quedado a deber porque nosotros también le hemos quedado a deber a nuestra sociedad.

Si bien hay que echarle la culpa al PRI de haber creado este sistema, hay que entender que esta forma de hacer las cosas la hemos perpetuado todos y cada uno de nosotros.

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Y por eso empiezo por el candidato del PRI, @JoseAMeadeK. De todos, es el que a mi juicio tenía el mejor perfil para el puesto: experiencia en el servicio público, una sólida formación académica, pocos señalamientos de corrupción (¡esa es una ventaja, en serio!)...

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... independencia partidista (al menos en cuanto a la afiliación), y respeto institucional. Pero, era el candidato del PRI. ¡Del PRI! ¡Ese que régimen del que hablábamos al principio, ese que ya nos tenía hartos,...

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... ese que regresó al poder en 2012 para enseñarnos que no había saciado su sed de poder y dinero, ese que nos regaló seis años más de podredumbre...! Pudo haber sido el Papa, pero Meade (ni nadie, para el caso) nunca iba a ganar como candidato del PRI.

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Para ejemplificarlo con otro absurdo: ni @lopezobrador_ habría ganado como candidato del PRI.

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Luego estaba @RicardoAnayaC. Un hombre inteligente, pero nada más. Sin trayectoria política ni experiencia, pero sí con mucha ambición. Lamento profundamente que le haya hecho el favor gordo a López al imponerse como candidato de su partido. Creo que no era su momento.

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Finalmente, @lopezobrador_, AMLO, el Pejelagarto, el Peje, Andrés Manuel López Obrador, López. Todo un camleón, un artista del circo. Creo que López, como candidato, era la antítesis de los otros dos candidatos (¿había más?)

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De su preparación académica no hablamos. No tiene, punto.

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De su experiencia como gobernante..., pues tomemos la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, no como su más destacada experiencia en el servicio público, ¡sino como la única! (Bueno, fue burócrata del Instituto Indigenista, pero, ¿quién se acuerda?)

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Pero algo sí tuvo que nadie más había tenido, desde Fox: la capacidad de conjuntar el deseo de cambio.

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Desde mi perspectiva, López es una persona poco preparada, lo que lo ha limitado en su carrera política, pero rebelde del status quo y de las convenciones sociales, lo que lo ha congraciado con la gente.

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Y no hablo del pueblo, sino de otros rebeldes que igualmente han buscado (con más preparación y mejor entendimiento, pero también con menos ambición política) cambiar al país: artistas, científicos, humanistas y líderes de opinión se han rendido a su discurso.

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Sin embargo, a mí siempre me ha parecido que ese deseo frenético de cambio (¡a estas alturas ya todos estamos hartos del status quo!) obnubila el buen juicio de la gente. López siempre ha sido incongruente ("a mí denme por muerto", "si no gano me voy a mi rancho")...

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... irrespetuoso ("lo que diga mi dedito", "al diablo con las instituciones"), cobarde ("no voy a aceptar porque vamos ganando en las encuestas", "no voy a ir al debate"), e incompetente.

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A mucha gente, López la convenció de ser la mejor opción de cambio. Yo siempre lo he dudado, pero también siempre me ha asombrado la forma en que personas preparadas, inteligentes, y hasta críticas, han comprado su discurso.

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Eso nadie lo ha logrado de la forma en que López lo ha hecho, y es por eso que ganó las elecciones.

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De las elecciones al día de hoy, López ha seguido demostrando que es altamente incompetente. Sin embargo, la expectativa de cambio sigue siendo tan alta, que la gente que confió en la promesa de cambio de López (una en la que él es el único instrumento verdadero del cambio)

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... aguantará los dislates de nuestro presidente tanto como hasta el final del sexenio. Así de grande es el anhelo del cambio.

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Yo lamento profundamente las manifestaciones públicas de los intelectuales de este régimen que tergiversan la imperiosa necesidad de cambio de la sociedad (alejarse de la corrupción cotidiana) con la resistencia a aceptar los desaciertos del gobierno...

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... ("tú no quieres el cambio porque te han quitado tus privilegios"). No aceptan que el cambio debe ocurrir desde la inteligencia, el sentido común, la inclusión y el consenso, que sólo se logra a partir del debate de ideas. Han renunciado a escuchar.

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Muchos han perdido, debido a esta vehemente necesidad del cambio, la capacidad crítica ante el gobierno, y se han postrado ansiosos a los pies de todo aquello que hubieron criticado en el pasado.

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Sabemos a qué sabe el incumplimiento de la promesa del cambio. Es por eso que no debemos venerar a quien nos haga esta promesa, no podemos arrodillarnos ante un personaje que nos dice que todo va a estar mejor. Hoy sabemos que tenemos que criticarlo, señalar lo que está mal.

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Justo lo que no estamos haciendo.

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¿Por quién voté en el 2018? Por nadie.

Ese día estaba de viaje y no alcancé a votar en la casilla especial. Agradezco al universo no tener sobre mí la carga de conciencia de haber votado por cualquiera de los malos candidatos que tuvimos ese año.

FIN.