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¡¡¡Atención!!! ¡¡¡Atención!!!

¿Dispuestos a armar un pollo? ¡Venga!

Pues ahí va mi #RistraDeTuits

🔽🔽🔽
Aviso a navegantes. Como ya aclararé, parte de lo que sigue pertenece a la leyenda. Igualmente, sucederán escenas de extrema violencia, con derramamiento de sangre, descuartizamientos y esas cosas. Pero es lo que hay, mucho tomate.
Nos situamos en los Alpes, en la primavera de 1800. Napoleón Bonaparte, recién nombrado Primer Cónsul, vuelve a estar en guerra con Austria, Rusia, Inglaterra et Co. (la Segunda Coalición) y sorprende a tutti quanti cruzando los Alpes fuera de temporada.

¿Así?
Eso era un David, "El Primer Cónsul liderando heroicamente la marcha de sus tropas por el paso de San Bernardo", o así. En verdad, la escena fue más como la pintó Paul Delaroche, hacia 1840.

Pero que pilló a los austríacos con los pantalones bajados, es cierto.
Total, que cortó las líneas de comunicación del general von Melas y ocupó estratégicos nudos de comunicación. Pero es un error suponer inteligencia en el enemigo. Von Melas no atacó esos lugares estratégicos, sino que fue a por Napoleón... y lo pilló con los pantalones bajados.
Así comenzó la batalla de Marengo, el 14 de junio de 1800.

--Pero ¿qué coño hacen los austíacos aquí? ¿No tenían que atacar allá? M'han pillao, los muy jodidos --dijo Napoleón.

La historia recogerá otras palabras, más bonitas, como es de suponer.
La batalla se divide en dos partes. En la primera, los austríacos le dan una paliza a Bonaparte que no veas. Se retira. Pero, mientras tanto, el general Desaix (un tipo notable) viene a la cabeza de sus hombres en ayuda del jefe. Al llegar al campo de batalla exclama...
"Señor, hemos perdido una batalla, pero ¡vamos a ganar otra!", exclamó. Dicho esto, partió a la cabeza de sus tropas en plan voy p'allá, sin freno.

Los austríacos creían que los franceses estaban en retirada y ¡sorpresa!

Su derrota fue absoluta.
Y es en este momento decisivo cuando vamos a por el pollo.
Al Primer Cónsul, ahora que la batalla estaba decidida, le entró hambre.

--Dile a Dunand (su cocinero) que me prepare algo de comer, que no he probado bocado desde esta misma mañana y me va a dar algo, si no.
Pero Dunand no tenía nada en la despensa. Con el lío de la batalla, las prisas y tal, los suministros estaban a saber dónde.

--Señor, necesito el auxilio de un granadero.
--Para qué.
--Para que me traiga la lista de la compra.
--Ah, vale.
--A ver, tú p'aquí, tú p'allá y que vaya un granadero donde Dunand, y que se dé prisa o le cae un paquete, ¿estamos?

Allá fue el granadero, desgraciadamente anónimo.
Por si no lo sabían, aquí un granadero.
--Susórdenes, señor Dunand.
--Mirusté, que el jefe tiene hambre y a ver qué encuentra por ahí. Lo que pueda.
--¿Me da permiso para saquear, señor Dunand?
--Requisar, señor granadero, requisar.

Un pollo que pasaba por ahí vio el percal y corrió a esconderse.
Pero los granaderos son muy duchos en esto de cazar pollos, que no es fácil.

¿Lo han probado ustedes alguna vez?

Si lo han probado, sabrán del mérito de nuestro granadero.
Al final el pollo siempre acaba pagando el pato.

Descubierto y acorralado por el granadero, fue finalmente capturado y llevado ante el cocinero Dunand.
Ahora vienen escenas desgarradoras, violentas, estremecedoras... Quedan avisados, de nuevo.
--Aquí tiene el pollo, señor Dunand.
--Pues ya me lo está matando, señor granadero.
--No puedo, es que soy vegano.
--¡Y yo inviegno! ¡Me lo mata ya mismo o lo envío al frente, leches!

Y, claro...
Qué horror...

Muerto el pollo, se procedió a desplumarlo y descuartizarlo.

Sé que no es excusa, pero probablemente fuera un pollo espía austríaco.

Seguimos.
El señor Dunand se había procurado algunos ingredientes más. Un poco de mantequilla, otro poco de aceite, un poco de vino peleón, unos tomates pochos, unas cebollas, unas hierbas del campo, sal, pimienta... Hay quien dice que hasta encontró champiñones.
Por cierto, ¡no podía faltar la cebolla! La cebolla era tan venerada en el ejército francés de la época de Napoleón que "La marcha de la cebolla" fue la canción preferida de las tropas durante todo el Imperio (una especie de himno extraoficial).

Dunand echó en un cazo la mantequilla, el aceite y comenzó a cocinar el pollo, hasta dejarlo bien doradito. Entonces lo reservó y en el mismo cazo pochó las cebollas y los tomates (en forma de puré, que estaban blandurrios), echó las hierbas... En fin, lo que tenía.
Hay quien dice que el granadero, mientras tanto, dio con unos huevos y unos cangrejos de río.

Dunand hizo unos huevos fritos de acompañamiento y también cocinó los cangrejos.
Lo juntó todo, al fin, y...

C'est voilà!

El famoso ¡¡¡POLLO A LA MARENGO!!!

(En francés, si no me equivoco, "poulet (à la) Marengo").
--Jefe, que la comida está servida.
--El jefe no está, que le ha salido un imprevisto en el campo de batalla.
--Joder, tantas prisas y ahora mira tú.
El imprevisto era que al general Desaix le habían pegado un tiro y se moría.

--Me muero, sire.
--No, coño, no te mueras, que hemos preparado un pollo para chuparse los dedos, ya verás.
--Soy vegano, sire.
--Pues me lo comeré todo yo. Tú te lo pierdes.
La verdad es que no existe una única receta para el pollo a la Marengo. Cada abuela, cada mamá, tiene la propia. Cada restaurante, también. ¿Cuál fue la receta original? No se sabe.

Se dice, eso sí, que Napoleón se chiflaba por el pollo a la Marengo. Decía que le traía suerte.
Pero ¿es cierta esta historia?

Probablemente no.

El pollo a la Marengo es una variante del pollo "alla cacciatore" de los italianos, o de un pollo provenzal. Los ingleses (por joder, no más) aseguran que Dunand no pudo cocinar con tomates, por ejemplo.
La primera receta publicada del pollo a la Marengo en un libro de cocina es de 1840, aunque los restaurantes de París servían pollo a la Marengo desde 1800.

¿Fue un homenaje culinario de los cocineros de París a la gran victoria de Napoleón?
--Que está muy bueno el pollo, Desaix.
--Que no, coño, que me muero.
--¿Por qué no quieres probarlo?
--Talamierda, Napol...
--...
--...
--La ha diñado.
Y aquí pongo el punto final a la #RistraDeTuits del pollo a la Marengo.

Espero que la hayan disfrutado y les agradezco muchísimo su atención y su paciencia.

Yo me retiro, que me ha entrado hambre.
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