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He vuelto de Budapest, la perla del Danubio. Voy a contaros una anécdota. Los húngaros rechazan profundamente el comunismo. Pese a ello, cerca del Parlamento conservan un monolito que exalta la ocupación soviética. En lugar de quitarlo, han hecho algo más ingenioso. (Hilo: 1) 
El monolito, alzado curiosamente en la Plaza de la Libertad, ha sido boicoteado de forma inteligente y burlona. Para empezar, está rodeado por el Banco Nacional Húngaro y por las sedes de las principales entidades bancarias que operan en el país. (2)
Budapest brilla por la noche. Todos sus monumentos permanecen cuidadosamente iluminados para resaltar su belleza. ¿Todos? Casi todos. El monolito comunista es el único de toda la capital que es engullido por la oscuridad. (3)
Y finalmente, el que para mí es el sabotaje más divertido que sufre el monolito. A pocos metros, se alza una estatua de Ronald Reagan (que por la noche sí se ilumina). Reagan camina con paso firme en dirección al monolito. Como si pretendiera pasar por encima. (4)
La estatua de Reagan empieza a sufrir un desgaste en sus manos. Cuándo pregunté a qué se debía, la respuesta me sorprendió. Al parecer, muchos húngaros se acercan a darle la mano en agradecimiento por haber contribuido a la caída de la URSS y a la liberación de Hungría. (5)
La historia, buena o mala, siempre permanece. Nos ha hecho ser lo que somos y pretender borrarla es absurdo. Creo que los húngaros nos han dado una lección de cómo lidiar con nuestro pasado más incómodo. Tratemos de aprender algo.
