Ya duermen. Y, como cada seis de Enero, los Reyes nos levantamos del sofá y, al abrigo de la noche, hacemos nuestro trabajo. Aquí una muñeca, aquí unas manualidades. Pensando si les gustarán los regalos, qué cara pondrán. Pensando, sobre todo, si saben quién somos.
Yo honestamente creo que la mayor lo sabe hace tiempo. Y es que se lo ponemos fácil: a quién narices se la ha ocurrido meter un rey Baltasar en una carroza decorada con letras chinas? Cuando me ha dicho: “Papi, mira, el Rey Negro es Chino. Super lógico” casi me muero de risa.
A la peque yo creo que aún se lo colamos uno o dos años más. Los ojos que ponía al ver las carrozas eran inocencia pura. Y así, poniendo regalos, no puedo evitar pensar en su mundo y en el nuestro. En lo que creen, lo que realmente es, y lo que poco a poco irán descubriendo.
Porque en su mundo los Reyes aún existen. Los niños que se enfadan piden perdón, y ya son amigos. La gente que duerme en la calle vive bien porque los papis les dan monedas. A los perros de las perreras siempre los adopta alguien. Y al final siempre ganan los buenos.
En su mundo la carne es algo mágico que no sale de matar vacas. En África son muy felices, y no existe el cáncer. En su mundo cuando muere alguien se va al cielo, y nadie le añora. En su mundo nadie está solo, es pobre o se suicida. Su mundo es el mejor mundo posible.
Y no me digáis “joder, Dani, hoy estás sensiblero”: sabéis que soy más bien de darle al coco, y no escribiría esto si no tuviese algo importante que deciros. Y es esto: en días como hoy, pienso que si nosotros somos los Reyes, lo estamos haciendo fatal.
Y no me refiero individualmente: por separado, todos somos bellísimas personas cargados de buenas intenciones. Padres y madres que esta noche pondrán sus regalos, y se les escapará una lágrima recordando sus Noches de Reyes. Pero colectivamente, tela.
Algo pasa cuando este año han muerto más de 1000 personas en el Estrecho y no pasa nada. Algo pasa cuando aceptamos que nos lideren mundialmente psicópatas que no buscan el bien común. Algo pasa cuando nos estamos cargando el planeta, y todo son promesas falsas.
Algo sucede al acabar la infancia. Algo que sustituye la felicidad real por espejismos de felicidad. Codicia. Competencia. Consumismo. Falta de empatía. Como dirían los Pink Floyd, nos cambian nuestros sueños por ceniza, héroes por fantasmas, brisa fresca por aire de plomo.
No somos Reyes: somos gente a la que definen en base a qué móvil tienes, cuántos followers has conseguido, o si te has puesto tetas, sin pararnos a pensar qué mundo estamos dejando a nuestros hijos, a quien se supone que queremos tanto.
Evidentemente, hacerse mayor tiene mil cosas buenas. Mi hija está que se muere por viajar. Por aprender cosas. Por hacer cosas “de mayores”. Pero la otra cara es tremenda. Por poner un ejemplo, cuánta gente conocéis con problemas de salud mental? Yo, demasiada.
Por eso, al poner los regalos, pienso que lo importante no es la Nancy Patinadora o la canasta de básket. Es mirar dentro de nosotros mismos, y tratar de identificar todo aquello que tenemos de malo, para intentar eliminarlo en la siguiente generación.
Y pienso que, colectivamente, deberíamos pararnos un momento, decir “la estamos cagando”, e intentar, juntos, mejorar las cosas en 1-2 generaciones. ESE es el regalo que les debemos. Que cuando descubran el mundo real, no digan “joder, menuda mierda nos habéis dejado”.
Donde nos estamos cargando el planeta, trabajemos para darles uno mejor. Donde vivimos en un consumismo feroz, intentemos darles valores más allá de lo material. Donde nosotros callamos y tragamos, enseñémosles a chillar y exigir. Seamos los Reyes que necesitan.
Porque olvidarán la Nancy, y dejarán en un armario el oso de peluche. Pero la vida que les demos seguirá ahí. Como me dijo una vez alguien, “Dani, las cosas pasan, pero tú te quedas”. Pensemos en eso. Porque a veces las llevo al cole y me aterra ver los mismos clichés.
Este no tiene autocontrol, será fumador o jugador. Este otro es un déspota, hará la vida imposible a los demás. Este es un egoísta que no comparte, será un caprichoso compulsivo. Y habrá quien me diga: es la condición humana, no puedes cambiar eso.
Pero lo siento, me niego a creérmelo. Me niego a aceptar que estamos condenados a repetir conductas de generaciones anteriores. Pudimos cargarnos la esclavitud, el abuso de la mujer, pudimos generalizar la higiene. No veo por qué no podemos aspirar a una sociedad mejor.
Así que, cuando mañana se despierten los enanos, y corran a abrir los regalos, evidentemente háganles caso, y fotos, y de todo, porque ustedes y yo sabemos que la Nancy Patinadora es la bomba. Y que la Nintendo Switch es lo más. Pero si no les importa, háganme un favor sencillo.
Dediquen un minuto a pensar cuál es el auténtico Regalo de Reyes que sus hijos se merecen. No esperen que la sociedad cambie. Decía Michael Jackson aquello de “si quieres que el mundo sea un lugar mejor, mírate a tí mismo y cambia”. Ya saben lo que les toca. Nos toca.
Les deseo un muy feliz Día de Reyes. Que, viendo la ilusión en sus ojos, recuerden cuando eran críos. Y eso les de fuerzas para convertirse en los Reyes que de verdad ellos merecen, y así crearles un mundo mejor.
