[HILO] La derecha y su campaña del terror. 
Desde los orígenes de nuestra patria la disputa por derechos sociales ha representado una permanente tensión entre la clase aristocrática -hoy elite política y económica-, y el pueblo. Entendiendo “pueblo” como todos aquellos que no pertenecemos a ese pequeño club social.
Esta pugna tensiona a la clase acomodada porque se interpela el status quo. Que se puede definir como lo obtenido por derecho o herencia, así como las normas morales que beben de la religión que profesan y que consideran un estándar para el resto de la sociedad.
Toda vez que esta casta perdió la interdependencia patronal y se fueron ganando derechos sociales a través de la movilización, muchas veces con sangrientos procesos. Las herramientas para defender ese status quo fueron reduciéndose.
Así entonces el miedo se convirtió en un eficiente recurso para paralizar cualquier proceso de cambio. Un miedo que no necesariamente debe tener un fundamento lógico, tampoco un correlato e incluso la necesidad de que exista un enemigo real. Nace así la campaña del terror.
En nuestra historia reciente hay varios episodios donde los sectores conservadores afilaron sus mejores argumentos para rechazar importantes proyectos o generar desestabilización en las instituciones democráticas.
En el ‘64 y luego en el ‘70 hubo una virulenta campaña para desacreditar al candidato Allende asociándolo a los fantasmas de la Cuba marxista. Todos sabemos cómo terminó esa campaña. Desde el retorno a la democracia también hay varios ejemplos.
La ley de divorcio tomó 9 años en aprobarse y durante ese periodo se escucharon los argumentos más disparatados para torpedear su avance. María Angélica Cristi, ex diputada UDI afirmaba que “El divorcio se interpone entre la mujer y sus legítimas aspiraciones de felicidad”.
Nuestro acusado ex ministro del Interior Andrés Chadwick agregaba: “La propensión al consumo de marihuana del joven de hogar destruido es 16% superior a la de aquel que tiene un hogar bien constituido”.
Para cerrar Claudio Alvarado, ex diputado UDI decretaba que: “Una concepción individualista comienza por aceptar el divorcio; sigue por aminorar el valor de los hijos y termina por aceptar el aborto”.
Algo tenía de razón el diputado. En la discusión del aborto 3 causales del 2017, Gustavo Hasbún decía en el hemiciclo: “el aborto es la antesala a la legalización de la eugenesia. Y legalizar la eugenesia significa que se acabó la teletón, se acabaron los niños con discapacidad".
En lo económico, el temor a que los inversionistas se vayan de Chile siempre es un buen argumento para frenar las alzas de impuestos, mayores regulaciones o empoderamiento de organismos fiscalizadores.
Los gremios como la SOFOFA, la CPC y otros se alinean inmediatamente con sus pares políticos para predecir situaciones catastróficas de recesión, desempleo y números negativos ante cualquier intento de avance.
El ex ministro del trabajo, Nicolás Monckeberg argumentaba que “Chile podría verse impedida de jugar una Copa América porque va a exceder la máxima jornada que aquí se está planteando” para frenar el proyecto 40 Horas de la diputada Camila Vallejo.
Mientras que el diputado UDI Patricio Melero daba un ejemplo contundente: “¿Qué vamos a hacer con los trabajadores de Conaf cuando estén apagando un incendio, les vamos a decir se acabó la jornada?”.
Los ejemplos son infinitos pero el punto es que hoy estamos viviendo una nueva campaña del terror. Tal vez la madre de todas las campañas que apunta a defender la piedra angular del modelo neoliberal en Chile: La Constitución de Pinochet.
Durante estos meses vamos a escuchar que el país entrará en una crisis sin retorno, que viviremos hechos de violencia inusitados, que cambiar la Constitución será convertirnos en Venezuela y qué nuestros hijos verán comprometido su futuro si aceptamos la Asamblea Constituyente.
Bueno, tal como ocurrió con el divorcio, el aborto, el AUC, y otros tantos avances sociales el tiempo se encargará de desmentir a los alarmistas y de acercarnos, a pesar del conservadurismo, a ser un país más justo y consciente.
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