Thread by @SextoHombre

Como seguidor de los Kings odié a Kobe Bryant. Era el villano perfecto.

Con el tiempo aprecié su amor enfermizo, desmedido, por eso que tanto amamos, el baloncesto.

Gracias por tanto.

Había algo precioso en el último Kobe. Disfrutaba inspirando a los jóvenes, avivando la llama que en él nunca llegó a apagarse.

"Ellos harán grandes cosas y a su vez inspirarán a los que vengan detrás. Y ahí es cuando creas algo que durará para siempre. Eso es lo más hermoso”.

Y el orgullo con que hablaba de su hija Gigi. "Los fans me dicen, 'Tienes que tener un niño. Tienes que tener tu niño para que continúe tu legado' y ella dice, 'Eh! Ya me encargo yo'". DEP.

No sé hasta qué punto somos conscientes de la relación que unía a Pau Gasol con Kobe.

Bryant reconocía en él a uno de los suyos. Un extraordinario gen competitivo y un talento descomunal para jugar al basket.

El primer día de la pretemporada de 2008 Pau encontró colgando en su taquilla el oro olímpico de Pekín. Había sido Kobe.

"Perdimos contra los Celtics. Perdiste en los Juegos contra nosotros. Que no sean tres finales seguidas".

Ganaron el anillo, claro.

Puede que el momento que más me impresionó de Kobe no fuera una canasta, sino el día que se rompió el Aquiles.

Kobe palpándose el tendón en el suelo, negándose a aceptar lo que había pasado, intentado sin ningún sentido, confesó después, colocárselo para terminar el partido.