1/ Como fotógrafo que a veces soy (adjunto prueba), principalmente de retrato de estudio es curioso que quienes me fascinan como fotógrafos sean más bien testimoniales y callejeros. 
2/ Uno de mis favoritos sin lugar a dudas es Joseph Koudelka, del que ya he hablado por aquí cuando toqué la primavera de Praga ().
Otra es, sin duda alguna, Vivian Maier.
Otra es, sin duda alguna, Vivian Maier.
3/ La historia de Maier es extraordinaria porque fotografiaba obsesiva y apasionadamente, pero no hacía nada con sus fotos. Ni siquiera imprimió muchos de sus negativos. Hija de inmigrantes que trabajó de obrera y de nana durante toda su vida, en sus ratos libres tomaba fotos.
4/ Fotografió sobre todo a la gente de Chicago y de otros lugares que visitó. Fotografió intensamente, se sabe de más de 150.000 fotografías, quizás hubo muchas más. Gente que se volvía maravillosa vista a través de la cámara de Vivian.
5/ Nunca le enseñó sus fotos a nadie. Nunca quiso ser conocida -ya no digamos reconocida- como fotógrafa. Los niños a los que fue cuidando durante casi medio siglo la describen como feminista, socialista y apasionada crítica de cine.
6/ Nacida en 1926, murió casi en la miseria en 2009, ayudada por los adultos a los que había cuidado cuando eran niños. No pudo pagar el alquiler del almacén donde guardaba sus pertenencias y sus maletas de fotos fueron adquiridas por tres compradores en subasta en 2008.
7/ Murió en abril. En octubre de 2009 uno de los compradores de sus fotos las publicó en Flickr y el mundo supo que allí había una artista singular, profunda, una mirada delicada y aguda, un mensaje intenso e ineludible en cada imagen...
8/ No haré una lacrimosa porque no tuvo reconocimiento en vida. No lo quería, ella sabría por qué. Sí el agradecimiento por la épica de la gente pequeña, de los que forman los cimientos de toda sociedad con sus pequeñas alegrías y tristezas, por su cariño en cada imagen.
9/ Y, sin embargo, cuando recorro sus extraordinarias fotografías, cuando miro a la gente con la que contó historias excepcionales, como fotógrafo no puedo sino lamentarme de que esta fotografía sea hoy, ya, imposible. Totalmente imposible.
10/ Tomarías la foto de esa niña, sucia de juego o de pobreza, y vendría alguien, relacionado o no con ella y te reclamaría que las leyes no permiten fotografiar niños, te acusaría de las peores intenciones, destruiría tu foto (la borraría de la tarjeta) y llamaría a la policía.
11/ O esta mujer te reclamaría que debes darle toda tu información por si un día tu foto vale un euro, ella tiene derecho a 50 céntimos. El testimonio y la profundidad humana se ahogarían dentro de un monedero herméticamente cerrado y con olor a moho cruel.
12/ Te podrían llamar racista porque cuando la realidad no es ideal se buscan culpables y tú oprimiste el obturador aquí, en este momento, así que toda la historia de desencuentros y esclavitudes se carga a tu cuenta y se te pasa la factura y el descrédito en redes.
13/ Encontraremos cómo contar gráficamente el siglo XXI, sí, pero así no, así ya no. Y con ello se agrega una nostalgia seca al legado de una de las mejores artistas de la fotografía, cronista de lo humano con fotos que, como hoy generan ingresos, son pasto de guerras judiciales.
14/ Me gustaría poder intentar el enfoque de Vivian Maier, pero hoy sólo se puede hacer en lugares diseñados para que los fotógrafos crean que lo hacen, simuladores en la India, en África, en Asia, donde la puesta en escena simula ineficazmente la potencia de lo espontáneo.
15/15 Así que aparte de expresar mi tristeza fotográfica, al menos que esto sirva para contar un poco su historia, para enseñar un poco su trabajo y para decir un poco, siempre poco, gracias, Vivian, por contar tanto en algo tan sencillo como el zapato que no está.
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