Si algo ilustra la situación crítica de la parasitaria civilización burguesa, es la necesidad de que la vanguardia proletaria comprenda que la superación del capitalismo solo puede ser obra de una clase consciente y armada con la visión del mundo restituida del comunismo.
Con las dos excepciones del colapso energético-medioambiental y la destrucción física por una conflagración mundial de lo que Vernadski llamaba la noosfera, ya decía Lenin que no hay ninguna situación sin salida para el capital. Es un virus con una gran capacidad de adaptación.
De hecho se reforzará, como es lógico (empezando por esa forma superior de organización de la burguesía, el Estado), a falta de una alternativa revolucionaria que aproveche la crisis objetiva endémica y pandémica del capital, incapaz ya de ofrecer nada progresivo a la humanidad.
Por no mencionar la posibilidad tentadora y golosa para el gran capital de "limpiar" población sobrante, capital muerto o excedente, puro gasto improductivo para una clase que ahora necesitará más que nunca que toda la fuerza y los recursos del Estado reengrasen su maquinaria.
En la arena internacional, los que pensaban que la crisis del COVID-19 iba a debilitar al capitalismo chino se van a dar de bruces contra la realidad. La pujante y sólida burguesía burocrática china (véase su actuación en Italia) se relanzará como potencia ordenadora y solidaria.
Más allá de las miserias que sufrimos y vamos a sufrir cada vez más los proletarios, quienes luchamos de verdad por la reconstitución consciente de la sociedad humana (que ya Marx en los 60 veía como una imperiosa necesidad) no deberíamos cejar ni un segundo en tal guerra.
Cerrar la capital para que la reproducción del capital se vea lo menos alterada posible. Militarización de las urbes, el pelotón de soldados como última muralla defensiva de "la civilización" (es decir, de la sociedad burguesa). Reforzamiento del Estado, el "salvador general". 
