Sin ánimo de simplificar, veremos dos grandes grupos de profesionales:
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Dónde haya ordenador (o móvil) e Internet, allí pueden conectarse al mundo y desarrollar sus tareas profesionales dentro de una red que ya opera en esta lógica y condiciones.
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Veremos, también, que perciben la realidad de forma distinta. Y veremos como los nuevos trabajadores de la Sociedad de la Información han ido desconectando del resto.
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Lo vemos también en los distintos patrones y hábitos de consumo.
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La crisis del coronavirus, más allá de la salud, impactará desigualmente en las personas.
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Como ya ocurrió en la crisis de 2008, mucha gente saldrá de ella peor, pero otros saldrán reforzados.
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Es como si el tablero global se hubiese convertido en un enorme ajedrez donde algunos (a veces muchos) todavía juegan con fichas de parchís.
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Por una parte hay un conjunto de tareas y funciones que son obsoletas y o bien van a simplemente desaparecer porque son simplemente prescindibles, o bien se van a mecanizar.
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Habrá otras crisis, financieras o sanitarias, y una tras otra irán arrasando con esos restos de la Sociedad Industrial que ahora se han vuelto, insisto, prescindibles.
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Igual que p.ej. hemos empezado a incorporar las externalidades negativas de la contaminación en el valor de las cosas, igual debemos incorporar las externalidades positivas de estos ámbitos
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Pero repensar la ordenación de valores y prácticas del conjunto de la sociedad y la economía para acomodarlo a la nueva realidad es estructuralmente necesario.
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Seamos comprensivos y solidarios con las distintas formas en cómo esta crisis nos va a impactar, especialmente los que tenemos la suerte de haber quedado situados en una situación de privilegio.
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Porque esto es como las olas en la playa: después de una, viene otra. Algunas enormes.
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