Hoy cumplo 53 años. Crecí con la dictadura jugando al fútbol y corriendo por los potreros de mi barrio donde el cielo era azul y a veces naranja. Había zanjas en las calles y mucho barro. La tierra tenía olor a bosta de caballo y los viejos paseaban con un toscano en la boca.
El mundo cambió vertiginosamente en una carrera a ninguna parte. Los consumidores consumidos mueren como moscas en Italia y España. El coronavirus quiebra la lógica de acumulación capitalista y es la hora de los estadistas de la incertidumbre. Escucho niños gritando "me aburro".
Juegan de balcón en balcón. Una dupla de mujeres jóvenes me despertó a las 8 quejándose de que no tenían ni harina para las tortas fritas. Seguí durmiendo. Mi compañera soñaba. Afuera es un desierto sin camellos. Los depredadores parecen camuflarse como el auge del virus.
Martín, el dueño del supermercado chino ya no tiene ni lavandina ni alcohol. Los porteñitos -mano blanca- empujan su propio carro. Hay pocos cartoneros. La basura de los otros es retirada cada noche a las 23 por los trabajadores camioneros. Nadie los aplaude. Vienen los recuerdos
Las palomas se esconden de los aguiluchos y chimangos. De sus picos crece un sonido sordo que desciende de pronto. La gente no sabe qué hacer. El cable se corta y las series agotan. Los libros llenan el vacío de una generación acostumbrada a la supervivencia basada en el consumo.
De pronto volvemos a la simpleza. Al silencio y al fuego de la cocina. El pan, el queso, el café en la mesa. Los perros ladran menos. Los gatos demandan mimos y se duermen en la cama o en los sillones. El mundo se comprime con cifras escalofriantes. El tiempo es disipación.
El amor nos salva. El llamado de los amigos. El amor rodea todo con su luz cegadora. No somos perfectos. Mi hija lo sabe. No somos santos. Apenas hemos podido plantar algunos árboles, romper los ladrillos y volver a juntar los restos para hacer las paredes. Poquitas cosas.
Ahora que se llevan la ilusión la tarea es fundar un sueño que no muera. Una palabra cuya raíz no se hunda con veneno. Una dieta con la cosecha de los frutos que nacen de las manos. La madre tierra es la madre de todo y Dios habla desde el silencio. El corazón del devenir.
En definitiva corremos la misma pelota de hace 45 años. No miramos el cielo pampa. Es hermoso. El aire es más puro ahora que no andamos destruyendo la existencia por ahí. La peste no logra matar los sentimientos. La peste creció por un mundo que perdió toda lógica. El sin sentido
Mañana es el próximo paso.
Al acecho de las horas. Reínos de la idiotez humana. De las canciones inventadas para soportar la cuarentena preventiva obligatoria. Escapar del tedio. Sobrevivir de forma colectiva y solidaria. En este lance vence el que le da caza al alcance.
Al acecho de las horas. Reínos de la idiotez humana. De las canciones inventadas para soportar la cuarentena preventiva obligatoria. Escapar del tedio. Sobrevivir de forma colectiva y solidaria. En este lance vence el que le da caza al alcance.
