Una de las mejores obras de la historia de la música se compuso en un campo de prisioneros nazi. Se tocó con un chelo de tres cuerdas y un piano encasquillado.
Y asombró a todos.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, Olivier Messiaen y el Cuarteto para el Fin de los Tiempos.
HILO 👇
Es 15 de enero de 1941 la temperatura es de -15º en el campo de prisioneros Stalag VIII-A, donde la nieve ya es un manto. Dentro del barracón 27, la mano izquierda de Olivier Messiaen flota sobre las teclas de un ajado piano vertical.
Levanta la derecha indicando el comienzo.
1er Movimiento. «La Liturgia de Cristal»
Messiaen siempre se consideró un ornitólogo. Era muy corto de vista y eso agudizó su oído. Desde muy niño, cuando Messiaen escuchaba el canto de los pájaros escuchaba el instrumento musical más bello del mundo.
Para Messiaen, el trino y el gorjeo, el murmullo y el piar. el susurro, la réplica y la contrarréplica de los pájaros eran la cima de lo que podía ser un sonido.
Era la música del universo.
2º Movimiento. «Vocalise para el ángel que anuncia el fin de los tiempos»
No se sabe si por los pájaros o por la miopía severa, pero Messiaen padecía una sinestesia que nunca ocultó: veía colores en determinados acordes. Unos eran azules, otros eran verdes, otros eran luminosos.
A los once años, Messiaen ingresó en el Conservatorio y a los veintitrés estrenó su primera composición. Era 1931.
Ocho años después, en 1939, Francia declaró la guerra a Alemania y Messiaen fue llamado a filas como auxiliar médico.
La miopía y sus gafas redondas de culo de vaso le apartaron del combate, pero no del frente.
En Verdún escuchaba disparos que él veía de color blanco y explosiones que el entendía de color naranja.
Allí no había mirlos ni ruiseñores. Dios había desaparecido.
3er Movimiento. «Abismo de los pájaros»
Toda la unidad de Messiaen fue capturada en junio de 1940. Incluido su inmediato superior, el joven cabo Ettiene Pasquier, que además era violonchelista.
En el tren de mercancías que los trasladó a la frontera germano-polaca, Messiaen conoció a Henri Akoka, un argelino de nariz ancha.
Akoka conservaba su clarinete. Tenía un miedo atroz a que se lo arrebatasen.
Aún tenía más miedo a que los nazis supiesen que era judío.
4º Movimiento. «Interludio»
Messiaen, Akoka y Pasquier llegaron al campo de prisioneros de Görlitz, en la Silesia polaca en pleno verano de 1940.
En el campo había 30 barracones con capacidad para 500 prisioneros cada uno. Sin embargo, allí llegaron a estar retenidos más de sesenta mil prisioneros entre polacos, belgas, franceses y checos.
Al llegar, los guardas arrebataron a Messiaen el papel pautado y los lápices que tenía para escribir. También le quitaron su uniforme, lleno de piojos, y le dieron un uniforme del ejercito checoslovaco.
Messiaen no entendía nada.
5º Movimiento. «Loa a la eternidad de Jesús»
Messiaen escribió este texto sobre el 5º movimiento del Cuarteto:
"Jesús es la Palabra. Infinitamente lenta, una frase del cello. La eternidad de la Palabra, tan delicada y tan poderosa, cuyo tiempo nunca termina".
Olivier Messiaen era profunda e inquebrantablemente católico. Sentado en una silla frente al destartalado piano del campo, veía el tiempo en Stalag VIII-A y el tiempo era infinitamente lento.
El verano sudoroso y asfixiante. Luego, las primeras hojas amarillas se posaban en el suelo terroso arrastradas desde los bosques vecinos por el viento del otoño. Luego, el frío.
El frío era infinitamente lento.
Este es el 5º Movimiento del Cuarteto para el Fin de los Tiempos, en interpretación de Yo-Yo Ma.
Son los 10 minutos más bellos que existen en la historia de la música.
6º Movimiento. «Danza de la furia, para las siete trompetas»
Uno de los guardas del campo, un abogado alemán de madre belga llamado Carl-Albert Brüll, quien también era afgicionado a la música, reconoció a Messiaen.
Este es Brüll en 1952:
A escondidas, Brüll le pasó a Messiaen un cuaderno de papel de estraza y varios lápices.
Messiaen escribió durante meses.
Creía firmemente que los nazis ganarían la guerra y que estaba asistiendo al fin de los tiempos. Él estaba preparado, pero aun así quería regalarle al mundo un último mensaje de paz y serenidad, aunque significase enseñarle el Apocalipsis.
Quería que el mundo viese su fin como él lo veía, con el color y la textura con la que él escuchaba, y con los sonidos que sus ojos abarcaban en sueños. Con Dios y con los pájaros.
Durante la Navidad de 1940, Messiaen, Akoka, Pasquier y el violinista Jean le Boulaire ensayaron el Fin de los Tiempos. Lo tuvieron que hacer en las letrinas, pues a la orquesta del campo no le gustaba esa música tan profunda.
Ellos preferían animarse con tonadas alegres.
7º Movimiento. «Red de arcoíris, para el ángel que anuncia el fin de los tiempos»
Olivier Messiaen fue liberado en mayo de 1941 gracias a un falso salvoconducto. En su mismo tren regresaron a Francia Pasquier y Le Boulaire.
Al poco fue nombrado profesor en el Conservatorio de París, puesto que ocuparía hasta 1978.
Fue mundialmente famoso y sus obras se estrenaron en teatros y salas de concierto de todo el globo.
El plan de Brüll no funciono con Akoka, quien fue interceptado en el último momento bajo sospechas de ser judío.
Por suerte, pocos meses después, consiguió escapar por su propio pie.
Henri Akoka murió en agosto de 1975.
Olivier Messiaen murió en abril de 1992 a los ochenta y cuatro años. Los trinos de la primavera parecían anunciar el reencuentro del compositor con Jesús y con los pájaros.
En 1945, poco después de la liberación de Paris, Messiaen se reunió con sus tres compañeros de Stalag VIII-A y recordó el violonchelo al que le faltaba una cuerda (o quizá solo estaba destensada) y el piano al que se el encasquillaban las teclas (o tal vez estuviese desafinado).
También recordaron la tarde oscura y helada del 15 de enero de 1941, en la que se estrenó el Cuarteto para el Fin de los Tiempos:
8º Movimiento, y último. «Loa a la inmortalidad de Jesús»
En un estrado tosco levantado dentro del barracón 27, se sientan Henri Akoka y su clarinete, Étienne Pasquier inclinado sobre un violoncelo que tiene una cuerda destensada y Jean le Boulaire con un violín en el cuello.
Enfrente del estrado hay cientos de hombres. Oficiales y guardas alemanes en las primeras filas. Después, más de doscientos presos polacos, checos, belgas, franceses.
Más allá, heridos y enfermos en camillas. Se han repartido más de 400 invitaciones como estas.
Cuarenta y cinco minutos después, una nota agudísima se apaga entre el silencio.
Cuatrocientos hombres estallan. Ochocientas manos aplauden en éxtasis. Alemanes y aliados, arios y eslavos, judíos, católicos, ortodoxos y ateos.
La noche sigue siendo gris y helada, pero han escuchado pájaros azules y acordes de piedra y los sonidos del arcoíris.
Messiaen sonríe detrás de sus gruesas gafas redondas, en paz: «Nunca antes me habían escuchado con tanta atención y con tanta comprensión».
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos de Messiaen, de Stalag VIII-A, de Fin de los Tiempos y de #LaBrasaTorrijos de hoy.
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(Es la hora de pasar la gorra!)
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.
Si queréis conocer más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:
Alechtron, US. Army, DP, Shubertiade, Friedrich Bilzer, Fotopolska, Arkadiusz Kucharsky, Traces of War, Meetingpointmusicmessiaen, United States Holocaust Memorial Museum y MediciTV
(Fin del HILO❄️🎶🎹🎻🎷⛪️ 🐦🦜)
(Y en el próximo episodio, que será el último antes del parón navideño, vamos a conocer dos enormes piedras de luz que son un símbolo de Euskadi)
(Por cierto, si habláis euskera, el capítulo del próximo jueves os va a gustar un huevo porque va a ser el primer capítulo bilingüe de #LaBrasaTorrijos)
Antes de que acabe el día: Olivier Messiaen nació el 10 de diciembre de 1908. Hoy hace exactamente 112 años.
Las codas, que no falten (y menos en un episodio sobre música).
1. Para que veáis lo acojonentemente cultos que eran en Futurama, la segunda obra más famosa de Messiaen es la "Sinfonía Turangalîla"...
...exacto: Turanga Leela.
Y 2. Como más de una y uno habrá comprobado, si no conocía la obra de antes, la música de Messiaen no es una música fácil. Y no es una música fácil desde un punto casi exclusivamente físico.
Voy a intentar dar unas pequeñas nociones de acústica en dos tuits:
Casi toda la música orquestal del siglo XX hasta hora es música atonal y, a veces, disonante. La de Messiaen también lo era.
¿Qué significa esto? Pues que las notas que componen la estructura armónica de la música son, precisamente, inarmónicas.
TODOS los sonidos del universo son armónicos. Es decir, no son un sonido único, sino una agregación de distintos sonidos que forman una impresión sonora que nuestro cerebro interpreta como única.
Cada sonido y, por tanto, cada nota musical, se conforma por un sonido fundamental que se oye más y un montón de otros sonidos más débiles que, en su conjunto, generan esa nota que oímos y que somos capaces de distinguir.
A partir de Bach y más o menos hasta primeros del XX, las estructuras armónicas de la música que se componía respondían a criterios estrictamente armónicos. Es decir, la propia composición replicaba lo que he contado antes del sonido principal y sus armónicos.
Cuando varias notas suenan a la vez, es lo que llamamos "acorde" y si en ese acorde están notas de la propia lógica armónica (por ejemplo, Do-Mi-Sol-Do), nuestro cerebro entiende que es un sonido "natural".
Nos suena bien.
Bueno, pues a partir de las vanguardias de principios del XX, todo eso se va a tomar por saco y los compositores empiezan a escribir acordes conscientemente atonales o incluso disonantes. Es decir, no responden a la lógica de la acústica natural.
Por eso, esos acordes nos suenan raros. Nuestro cerebro los lee literalmente como "antinaturales". Por eso hay que acustumbrar al cerebro.
Y por eso, la música de Messiaen no es fácil. Y quizá también por eso, aprender a apreciarla merece tantísimo la pena.
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El 6 de agosto de 2013, el reverendo Craig Dixon abrió al público la Catedral Transicional de Christchurch. El primer edificio que se inauguraba después del devastador terremoto de 2011.
Fue una ceremonia doméstica, sin demasiado boato.
A la apertura asistieron algunas autoridades civiles y eclesiásticas y también un buen puñado de vecinos.
Allí también estaba su arquitecto, Shigeru Ban.
En ese momento, bajo la enorme cubierta inclinada de tubos de cartón, recordó una fecha fatídica 18 años antes.
Antes de entender cómo es y para que sirve la arquitectura que se hace en mi país, la arquitectura tiene que interesarme. Tiene que ENTRETENERME. Tiene que DIVERTIRME.
Sin entretenimiento no hay comunicación.
No podemos "acercar la arquitectura a la sociedad" si seguimos hablando solo para arquitectos. Si necesitamos que quien nos escuche haya hecho cinco años de carrera y un master.
Nuestra historia comienza en el Madrid de mediados de los 60. Una ciudad con SEAT seiscientos, donde se rodaban películas de Conchita Velasco y Tony Leblanc, donde jugaba el Real Madrid Ye-Yé.
Un par de kilómetros al sur del estadio de Chamartin, en la plaza de Colón, la inmobiliaria Osinalde acababa de comprar unos edificios residenciales en la esquina noroeste de la plaza.
Otra cosa que hacen en Wetaca y que a mí me parece guay es que también te llevan a casa materia prima directa de sus proveedores, todos locales: patas de pulpo, entrecots, fruta y un café que tiene muy buena pinta, la verdad.
Como ya dije un día, son una empresa de Villaverde (barrio obrero del sur de Madrid, donde yo vivo, además) y han estado dando de comer en la pandemia a un montón de gente.
En los 60, Nueva York proyectó una mega-autopista y construyó dos Torres Gemelas. Y para ello derribó medio Bajo Manhattan: 24 hectáreas de historia.
Por suerte, alguien fotografió todo antes de caer.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, Danny Lyon y la muerte del viejo mundo
HILO 👇
Una mañana de marzo de 1967, un joven fotógrafo de miraba por la ventana de su apartamento del Bajo Manhattan. Acababa de regresar de Chicago y había encontrado un alquiler bastante barato en el sur de la isla.
Al otro lado de la ventana, los edificios empezaban a caer.
La historia de Nueva York está llena de destrucción de la ciudad—de destrucciones, en realidad— llevadas a cabo por la propia Nueva York.
En el capítulo del Triángulo de Hess contamos una de ellas y su (divertido) resultado.