Ella, una mujer con una envidiable salud a sus 90 años, padeció una sepsis generalizada, una infección que la mantuvo ingresada por mas de una semana.
El cuadro se hizo evidente en forma de un síndrome confusional agudo, fluctuante, con disminución del nivel de consciencia. En una infección dental estaba el origen de lo que ahora afectava a su hígado, a sus órganos y a su razonamiento.
Durante el ingreso mejoró rápidamente. Estaba alerta, contenta, animada. También agobiada y aburrida como es normal por la situación. Pero salió y volvió a casa feliz como siempre.
A los pocos dias tras el alta su estado de ánimo se precipitó al vacío. Se sentía muerta, se sentía ausente, se sentía sin sentir ninguna ilusión ni motivos para vivir.
Para los profesionales que la habían atendido, sin duda (y como en muchas otras ocasiones), la explicación residía en los efectos del contexto: El ingreso, la percepción de enfermedad, la edad.
Pero para poder hacer esto se requiere algo indispensable: Conocer con exactitud la existencia y las características de estos otros escenarios posibles. Solo vemos aquello que exploramos y solo exploramos aquello que buscamos.
Que en los libros, en la práctica y en las convincentes clases de la universidad A explique B, no significa que B siempre este causado por A. La posibilidad de que A sea muchísimas otras cosas es enorme.
A las pocas horas confirmamos el diagnóstico de #COVID19 en mi abuela. A las pocas horas estaba de nuevo ingresada con una neumonía bilateral, una saturación por los suelos y una analítica que daba miedo.
Ella sobrevivió, otros no. Durante su recuperación en el hospital espontaneamente recuperó de nuevo el sentir que estaba viva y que quería seguir viviendo. Hoy, no quiere ni hablar de ese episodio. No se reconoce en esa historia, no era ella, era la enfermedad.
Los problemas de salud mental, esos que tantas veces se atribuyen exclusivamente a una consecuencia de la relación del individuo con el entorno (llegando incluso a negar su existencia) son y pueden ser muchísimas cosas.
Invertir en comprender como en determinadas circunstancias el contexto participa en la construcción de la enfermedad mental es tan necesario como invertir en comprender y explorar todos esos otros escenarios donde la enfermedad mental es la expresión conductual de algo distinto
La historia nos ha dejado una infinidad de ejemplos donde se abusó de explicaciones estrictamente psicológicas/psicosociales para eventos que tenían su origen en otras causas incluso potencialmente tratables.
Determinados tipos de epilepsia, trastornos metabólicos, enfermedades autoinmunes, síndromes paraneoplásicos, tóxicos, interacciones farmacológicas, procesos neurodegenerativos, infecciones…son demasiados, pero todos ellos merecen ser contemplados.
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
Paciente varón, 30 años. Intervenido de un tumor frontal hace 2 años. Acude solo. Dice que le dicen que pierde la memoria aunque afirma que no es cierto.
Hace algunas semanas, en un control, detectaron una recidiva del tumor. No es operable. Nuevamente es un glioblastoma, un tumor maligno, sumamente agresivo y con un pronóstico generalmente malo, muy malo.
A pesar de insistir en que no tiene problemas de memoria, es muy consciente de que le hicieron una intervención bastante agresiva y por ello asume la posibilidad de no estar dándose cuenta de que efectivamente funciona mal. Por esto ha venido. Su familia se lo pide.
Hoy, en el día de la #SaludMental, recordar que existen múltiples factores precipitantes o desencadenantes de este tipo de problemas. La complejidad con la que estos problemas se expresan, su variabilidad, sus matices, su impacto…
son indisociables de la naturaleza causal multidimensional que hay detrás. No hay explicaciones fáciles ni simples. Tampoco hay culpables. No siempre es el contexto, no siempre es un fallo evidente en el cerebro…
No todas las formas de tristeza son depresión, ni necesariamente la depresión es tristeza. Del mismo modo que el nerviosísimo no es un trastorno de ansiedad ni ser meticulosos, rígidos o incluso un tanto obsesivos es un TOC
Hace un par de semanas Twitter me abrumó con una inmensa cantidad de nuevos seguidores tras compartir uno de mis casos. Al parecer, fue la emotividad que transmitía lo que motivó a tanta gente.
Prácticamente todas las visitas que hacemos llevan implícitas una gran carga emocional donde convergen las historias personales con los posibles diagnósticos o la realidad que los acompaña.
Hace un año aproximadamente compartí este caso donde, dejando al margen algunos tecnicismos neuropsicológicos, sucedió algo bellísimo durante la visita.
Paciente mujer, 79 años. Viene acompañada de su marido. Mientras se sientan, ambos bromean nerviosos sobre quien tendrá la memoria peor. Han pedido visita los dos. Ella no puede parar de reír.
No tiene antecedentes relevantes pero lleva un tiempo que se nota torpe, mas lenta y despistada. Le da poca importancia: “Son cosas de la edad”…siempre son cosas de la edad.
Me cuenta que lleva dos años con su marido, que se conocieron en un hotel donde ella solía ir. Su marido asiente, acaricia su pelo y sonríe. Ella vuelve a reír.
La evaluación del lenguaje posiblemente sea de las áreas mas complejas (para mi) de la Neuropsicologia y lamentablemente disponemos de pocas aproximaciones de cribado de los signos prototípicos de las distintas afasias progresivas
Cribado no es sinónimo de evaluación exhaustiva ni de diagnóstico, pero ayuda y mucho a responder preguntas concretas que nos planteamos a diario y que luego podremos resolver con mayor profundidad
Yo me las planteo especialmente en la enfermedad de Huntington donde los problemas del lenguaje han quedado históricamente encasillados en la disartria pero donde el seguimiento clínico ilustra, as usual, una foto mas compleja y heterogénea
Varón, 72 años, estudios superiores y un trabajo mas que exigente durante toda su vida. Plenamente funcional hasta los 70 cuando se jubila. Todo parece ir bien en su “nueva vida” pero a los pocos meses empieza a estar “preocupado” por muchas cosas, demasiadas.
Está mas irritable, intranquilo, decaído, menos hablador...algo que tanto su familia como el psicólogo y psiquiatra que le ven achacan a la jubilación.
Progresivamente está cada vez mas desmotivado, interactúa poco, sale poco, habla poco y sigue exageradamente preocupado por cosas totalmente banales. Eso le lleva a una creciente intranquilidad que no le deja dormir.