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Rosa Luisa Guerra @YoLaMerita
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Yo he vivido en el abismo de la depresión. Yo sé lo que es voltear a tu alrededor, entender que tu vida es maravillosa y ser incapaz de sentir que lo es. No me pasaba nada, tenía mucho y sólo veía alargarse los días como una interminable losa sobre mí.
Había tenido muchos periodos oscuros en mi adolescencia. Fui de ésas que no se rebelaron contra sus padres, pero lloré a diario por años. Esos eventos de oscuridad se repetían con cierta frecuencia, aún los tengo. Pero aquello era diferente.
Sufrí, sin haberlo entendido hasta después, depresión postparto. Me llegué a golpear la cabeza contra la pared mientras mis hijos (era mi segunda) lloraban. Me metía a bañar para confundir mis lágrimas con el agua. Pero pasó. Las hormonas habrán encontrado su balance.
Luego, de la nada, el periodo oscuro se alargó. Me solté a llorar sin control en medio de un centro comercial, rodeada de mi amoroso marido y mis hijos. No había nada mal y, sin embargo, todo lo estaba.
Los días pasaban y la oscuridad no se iba. Llevaba a mis hijos al kínder y me tiraba en un sofá a emborracharme de televisión hasta que salían. Mientras los tenía que atender, era funcional. Si tenía alguna entrega de trabajo, la sacaba.
Mi fuerza de voluntad había sido mi aliada por años. Había sido educada (¡y lo agradezco!) con la idea de que si quieres puedes. Y puedes lo que sea. Pero no podía. Los periodos oscuros siempre acababan, éste me ahogaba sobre todo porque no parecía tener fin.
Y la irritabilidad. Me asusté cuando me peleé fuerte con varias personas. Especialmente con mi padrino a quien por respeto y cariño jamás le alzaría yo la voz. Eso me asustó todavía más. ¿Qué era yo?
Manejando me imaginaba que aceleraba, sobre todo en los puentes... ¿Me estrellaría? ¿Acabaría todo? Era un pensamiento que me acompañaba como escondido por detrás. No se me aparecía de frente. Me susurraba.
En esa época, cuando me llegaba a comprar por ejemplo una blusa compraba dos de color diferente, era incapaz de elegir. Me decía: No importa cuál escojas, será la equivocada.
Otra veces, era que no merecía las cosas. No las merecía porque era incapaz de derrotar a la oscuridad.
Todavía me tiemblan las manos y se me empequeñece el corazón al recordarlo. Y hay cosas que se me escapan. No recuerdo cómo fue que busqué atención médica. No sé si lo verbalicé a mi marido o él fue quien lo dijo.
Un psicólogo irresponsable había causado un daño innecesario a un miembro de mi familia, resentía todo lo que sonara a psique/psico. La ropa sucia se lava en casa. Va a pasar. Tú puedes... Todo eso me rondaba, me ataba. Finalmente fui a una psiquiatra.
Clínicamente, no tenía un caso severo de depresión. Pero hay cosas a las que no se les puede poner grados.
Odiaba tomar una pastilla. La veía con odio porque ella iba a hacer lo que yo no podía. Tomó tiempo.
La terapia, por otra parte, me resultó una novedad. Tenía una hora para hablar de mí y sólo de mí. Nunca lo había hecho. Era raro, era egoísta, era fuera de lugar... era liberador.
Escribir también fue liberador, y volvió a ser parte de mi personal forma de lidiar con esta cabeza intensa que me tocó. Usé otro cuaderno, no mi diario; pero las páginas cortadas las guardo ahí. Hay un simbolismo en ello.
Vi la luz un día en que por ciertas circunstancias me encontré subiendo el Tezopteco. Y no llegué a la cumbre, porque no quise. Ése mi fue triunfo, no es llegar por llegar; no siempre llegar es ganar. Conocerte, detenerte y renunciar a algo también es un logro.
Me recuperé, recaí a los pocos años; pero ya estaba alerta y busqué ayuda pronto. Semanas oscuras vuelvo a tener, pero conozco (espero) el límite de mi normalidad. Espero nunca volver a a ese abismo.
Pero le agradezco al abismo lo que me enseñó: la depresión no se quita con "échale ganas", porque sí es una enfermedad. No eres culpable ni de tenerla ni de necesitar ayuda para enfrentarla.
Tengo la enorme fortuna de estar casada con un médico, que supo qué hacer. Pero sepan los que lean esto que hay que buscar ayuda profesional, y buscarla con las mismas ganas que buscas un cardiólogo o neumólogo. Es una enfermedad.
No sé por qué estoy compartiendo esto. Quizá sólo es subirme al tren del meme y de la tendencia. Pero si esa tendencia sirve para dejar de estigmatizar las enfermedades mentales, me uno. Y sobre todo, para hacer conciencia que se necesita acudir a un especialista. HÁGANLO.
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