–Voy, pero a mí me pones sidra sin alcohol, que ya sabes que no puedo probar ni gota.
–¡Niños, al salón, que van a dar las 12!
#HiloDeNochevieja #LaVerdaderaHistoriaDeLas12Uvas
–Que no le… ¡Lolaaaa ven al salón inmediatamente!
Lola está en una edad… Tiene 15 años, y es terca como una mula. Cuando dice que no es que no.
–¡He dicho que no voy! –trona desde su cuarto–
–Voy, hija, estoy acostumbrado a lidiar con adolescentes gritonas. ¿A quién habrá salido esta?
–¿Que no? –sonríe travieso mientras la toma del hombro y le da un beso en la frente– ¡Igualita!
–¡Caramba qué guapa te has puesto hoy Lola! Te pareces a la Dulcinea esa del Instagram.
–Perdona, es que a veces me sale el Don Quijote que llevo dentro. Espero que no le moleste a vuestra merced.
–¿Qué quieres? Te ha mandado mamá a que me convenzas ¿no?
–No me rayes, abuelo. ¿Otra vez me vas a contar que mi madre también fue una adolescente rebelde y cabezona?
–¿Lo de que una vez tuvisteis que llamar a un cerrajero para que abriera la puerta de su cuarto? Sí ¿Cuando falsificó las notas para que la dejarais salir? Sí ¿Lo del día que saliste a consolar a un novio que había dejado llorando en la puerta? También.
–Pues porque no, abuelo, porque me parece una cerdada atiborrarse ahí en plan crónicas carnívoras mirando todos a ver cuánta teta enseña la presentadora.
–Y además, ¿las uvas de la suerte? Estáis 24/7 dándome la vara para que os acompañe a misa, para que vaya a los grupos de la parroquia, y ahora ¿invocáis a la suerte? Dais pena.
–¿Que no? ¿Entonces cuáles tomáis? ¿Las de de la ira?
–Las 12 uvas de la ¿qué?
–Pero, yo…
–¡12!
–¡María y José! contestó rápidamente el niño todavía sin terminar de tragar la primera uva
–¡Cuánto sabe este niño! –soltó el franciscano protegiéndose la cara con una mano mientras con la otra le daba el consabido premio–.
Lola dirige al abuelo una sonrisa enorme mientras le propone volver con todos con un gesto rápido de la cabeza señalando al lugar de donde venía el ruido
–Gracias, mamá.
–¿Por qué hija? Gracias a ti por comerte las uvas con nosotros.
–Ya, mamá. Yo quería pedirte perdón porque a veces… Ya sabes. Soy un poco peleona.