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A 100 años de Evita voy a transcribir una vieja anécdota que Pigna rescata. Durante las primeras semanas de la dictadura autodenominada "Revolución libertadora" se decidió sacar el cadáver de Evita de la CGT para evitar que el edificio se convirtiera en un lugar de culto (...)
El pueblo la amaba y la seguía. 33 años tenía cuando se murió. -"Mi problema no son los obreros. Mi problema es "eso" que está en el segundo piso del edificio de la CGT", llegó a decir el subsecretario de trabajo de la dictadura que derrocó a Perón.
Era el año 1955 y el gobierno hizo ingresar a Argentina al FMI, y aplicó un programa de ajuste -el primero de nuestra historia: se promovieron privatizaciones, congeló y rebajó los salarios, desmantelaron las instituciones dedicadas al bienestar y la regulación económica, (...)
todo en medio de un gran operativo de prensa que promocionaba las joyas de Evita, sus sombreros y zapatos, la decena de autos de Perón, etc. (les suena algo de esto?).
A pesar del hermetismo de la operación militar, la resistencia peronista seguía las pistas de cadáver de Evita: por donde quiera que pasaba, a las pocas horas aparecían velas y flores.
El cuerpo de Evita fue entonces trasladado a la oficina del coronel Moori Koenig (su apellido significa "Rey de la ciénaga") en el cuarto piso del Servicio de Inteligencia, en Viamonte y Callao, y guardado en un cajón de madera en posición vertical.
El coronel manoseaba y violaba al cadáver de Evita a diario; solía exhibirlo como un trofeo. Finalmente enviaron al cuerpo a Italia, en secreto, hasta que volvió a Argentina en una operativo en 1971.
El cuerpo, que supo estar intacto, perfecto, tenía cuchilladas en la sien y la frente, un gran tajo en la mejilla y el brazo, las rótulas fracturadas, el cuello prácticamente seccionado, dedos cortados, el pecho acuchillado, la planta de los pies con alquitrán.
La nariz estaba completamente hundida, con el tabique fracturado. El cuerpo habia sido recubierto por cal viva y mostraba las quemaduras provocadas por la cal.
Tras el golpe de 1976 los jerarcas de la dictadura discutieron tirar el cuerpo al mar -como ya era costumbre del almirante Massera-: no querian mudarse a Olivos mientras estuviera allí Evita.
En una nota en Clarín del 30 de Julio de 1995 le preguntaron a un alto jefe de la dictadura, cercano a Videla y testigo de esas reuniones, por qué les preocupaba tanto el cadáver de Evita, más que el de Perón.
La respuesta no se hizo esperar: "Tal vez porque a ella es a la única a la que siempre, aún después de muerta, le tuvimos miedo".
100 años después sigue viva. Y le siguen teniendo miedo, parece. Hoy no quisieron prender las luces del gran mural que la recuerda en la 9 de Julio. 
