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Al estar acá, en Bolivia, hay algo que me ha resultado fascinante: ese personaje tan complejo que se llama Evo Morales.
Hay cosas que me sorprenden y se saben poco: Evo Morales redujo la pobreza en Bolivia de un 38% al 16%. Puede ser una cifra más en el discurso, pero he platicado con gente que da testimonio de ello: pasaron de tener una humilde chocita a un departamento con todas las comodidades.
Una señora con la que platicó @an_autumn_bird le decía: «por Evo, mis hijos tienen estudios y yo tengo una vivienda digna. Los que no lo quieren son los ricos». Con todo y eso, incluso la oposición le concede ciertos logros a su gobierno.
Cosa curiosa: estando acá, me tocó ver cómo Luis Almagro, Secretario General de la OEA —el mismo que condena al gobierno de Maduro y respalda a Guaidó— avaló la gestión de Morales, en un gesto que fue interpretado por la oposición como un espaldarazo para su reelección.
Ahí es donde empieza un poco la complejidad del asunto: la relación de Evo con el capital; con unos buena, con otros mala y con otros peor.
En la entrevista que concedió para @salvadostv, @jordievole lo cuestiona sobre esta aparente incongruencia: sí, muy amigo de Pablo Iglesias, pero también de Antonio Brufau, presidente de Repsol. Pueden ver el programa completo en @NetflixLAT, lo recomiendo un montón.
De eso va un poquitín este libro que compré: Abraham Delgado Mancilla es un divulgador de la cultura aymara, pueblo originario de América del Sur. Cabe mencionar que el presidente Evo Morales es de ascendencia aymara. 
Delgado Mancilla repara en todas las contradicciones del gobierno del MAS (partido de Evo); desde los discursos a modo —a cada cual lo que quiere escuchar—, hasta la continua represión hacia las comunidades indígenas que no son partidarias.
Por cierto, si algo he notado que existe en Bolivia —contrario a lo que dicen los que tienen la boca llena de neoliberalismo— es la libertad de expresión. Para muestra, los libros de Carlos Valverde —algo así como su Francisco Martín Moreno— son los más vendidos del país.
Los libros de Valverde son una suerte de «prensa rosa» de la política boliviana. Sin pies ni cabeza, se disfrazan de periodismo de investigación. Si esto fuera una dictadura, ¿cómo es que están en todas las librerías y se venden como pan caliente?
Lo que es innegable es que existe un culto a la personalidad: la televisión oficial tiene un claro sesgo ideológico e interrumpe su programación cada tanto para dar voz a todas y cada una de las actividades de Evo. Curioso: hasta el teleférico tiene la imagen del presidente.
Innegable es también que el poder lo ostenta una sola persona. ¿Cuál será el legado de Evo? Me quedo con lo que me dijo el guía de turistas en Uyuni, un hombre de ascendencia quechua: Evo puede perpetuarse eternamente y empezar su debacle o puede retirarse y pasar a la historia.
Ojo: no digo que hay que dejarle el camino libre a la oposición raciclasista de siempre —que acá, como en México, son minoría pero gritan mucho—, lo que digo es que un movimiento político como el MAS debe dar voz a nuevos actores políticos, en mayor sintonía con su tiempo.
En resumen, creo que nos haría bien como mexicanos mirar hacia el sur y tratar de entender el proceso boliviano, que tiene muchísimos más puntos en común con la 4T —tanto en lo bueno como en lo malo— que esa chaqueta mental de que vamos a ser Venezuela.
Amigos bolivianos, perdón por el boliviasplaining de este humilde consumidor de tacos. Véanlo como un sincero homenaje de alguien que ha quedado fascinado por su historia, cultura y procesos políticos. Esto es un poquito de lo que me llevo de tarea:
