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Apasionante hilo para el que se debe recordar que esto no era especulación vacía o juego intelectual, era el meollo de la vida _cotidiana_ en el medievo. Lo cual me lleva a dos reflexiones en un subhilo.
1. Quien dice que la vida moderna impone exigencias que desbordan la resistencia humana debería recordar el estrés agobiante que vivía el europeo medieval, que además de generalmente pobre, mal alimentado y piojoso, estaba todo el día hurtándole el cuerpo a la condenación eterna
Hacer un trabajo que no te gusta para comprar cosas que no quieres, que decía Bukowsky para verles la cara de idiotas mientras vivía como sultán no es tan malo comparado con vivir día a día ganándote el paraíso, la vida eterna, la resurrección de la carne y la gloria de dios.
Ir a diario a la iglesia a rezar Maitines, Laudes y Vísperas, además de rezar donde te pillaran las horas prima, tercia, sexta y nona. Y pagar el diezmo a la iglesia (10% de tu cosecha o lo que tuvieras) a cambio de nada es de locos comparado con impuestos para pagar la sanidad.
Vamos, que la presión por alcanzar la gloria para el europeo (que luego tenía que elegir si se mantenía romano o se apuntaba a una herejía que le ofreciera mejores condiciones de futuro) debe haber sido, en términos técnicos, una putada mayúscula. Deberíamos estudiar historia.
¿Me apunto a las cruzadas y me gano el cielo? ¿Quemamos a los judíos del pueblo a ver si dios nos sonríe? ¿Paco es hereje y hay que denunciarlo? ¿Paco es un cabrón que me denuncia por hereje? Ríete tú del estrés de la oficina. Pues eso. Y la segunda reflexión...
2. Los filósofos cristianos más respetados (hasta hoy, los estudian y todo) como Agustín de Hipona, Tomás de Aquino o Martín Lutero dedicaban largas horas y cogitaciones intensas a dilucidar situaciones como el canibalismo de bebés y otras aún más esotéricas.
Se desvivían por saber cómo haría Dios la resurrección, y cómo interpretar la Biblia de modo que se aseguraran -ellos y sus fieles- la vida eterna, además de ocuparse de pasárselo lo mejor posible en esta vida, con privilegios inalcanzables para la grey que pagaba el diezmo.
Se les consideraba importantes y relevantes. Si hubiera habido medios de comunicación, se les habría entrevistado cada vez que eructaban y se les habría celebrado como "el famoso filósofo Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio, nacido en la vibrante capital intelectual romana..."
Y hoy nos damos cuenta de que sus profundas cavilaciones eran bordar en el aire con hilo de ignorancia y aguja de arrogancia, la idea de ser superiores al populacho por el cual pensaban, que ellos sabían hacerlo porque usaban hábito como otros hoy llevan camisetas mugrientas.
Echando la vista atrás, los filósofos del pasado tuvieron en común la capacidad infinita de meter la pata especulando sin datos sobre cosas de las que no tenían idea. Esto no ha tenido prácticamente excepciones, basta echar la vista atrás a la historia de las ideas.
Y leer a filósofos del pasado y sus preocupaciones supuestamente profundas y al final siempre ridículas (desde la resurrección hasta el ser-en-sí) es uno de los motivos por los cuales los filósofos profesionales de hoy son tan sospechosos y poco fiables como el de Hipona.
Así que ni el presente es tan horrible como lo pintan los filósofos de hoy (con distintas máscaras) ni los filósofos de nunca han sido buenos puntos de referencia para entender su presente. Con lo cual ya hice la cuota de nuevos haters de hoy y me voy a trabajar. Besitos.
