En la Parábola de la oveja, el protagonista es el Hijo, el buen Pastor.
En la del Hijo Pródigo, el protagonista es el Padre, que espera.
Y en la de la moneda pérdida, el protagonista es el Espíritu Santo.
Esa moneda le pertenece, son "parte de las arras".
Dice San Pablo que las arras son el Espíritu Santo que Dios nos da como promesa de las Bodas del Cordero. Es muestra de que la "herencia" ya nos pertenece.
Fijaos que se pierde dentro de la casa. Teníamos el Espíritu Santo en nosotros, estábamos unidos en el seno de la Iglesia, en la casa del Padre. Pero por el pecado lo perdemos. Perdemos la comunión.