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Hace unos 5.000 años, en el corazón de Suecia, se enterró el cuerpo de una granjera que había muerto rápidamente a pesar de su juventud. No superaba la veintena. 50 siglos más tarde los científicos han descubierto que acabó con su vida.
Tras encontrar su cuerpo junto al de otros 78 individuos en la fosa de Fräselgården, los investigadores han conseguido obtener de sus dientes pruebas del agente que la enfermó y mató: la bacteria ‘Yersinia pestis’.
La bacteria es famosa por ser considerado uno de los elementos más letales de la humanidad a lo largo de su historia, siendo famosa la gran epidemia de la Peste Negra que asoló Asia y Eruopa durante el medievo.
Siglos antes, la misma bacteria había estado implicada en la plaga de Justiniano que se extendió por toda la cuenca del Mediterráneo en el siglo VI, que según algunos estudios causó la muerte de entre 25 y 50 millones de personas.
Pero el hallazgo de la bacteria ‘Yersinia pestis’ en el país nórdico no encajaba con lo que se sabía hasta entonces de la historia de la enfermedad.
Poco antes unos trabajos habían descubierto que durante la Edad de Bronce, hace 4.000 años, las migraciones masivas desde la estepa eurasiática había introducido en Europa varias cepas de la bacteria. ¿Pero cuál es el origen de la bacteria?
nature.com/articles/s4146…
La mujer hallada en Suecia murió antes de que los pobladores de la estepa eurasiática llegara a Europa. ¿Tendría la mujer escandinava la respuesta al origen de la peste?
El lugar de la fosa fue descubierto hace casi un siglo, en 1925 por el anticuario sueco Hilding Svensson mientras buscaba monumentos antiguos, pero no fue hasta 2001 que se recuperó su cuerpo por un equipo de arqueólogos de la Universidad de Gotemburgo.
Años más tarde, perfeccionada la técnica de recuperar y amplificar el ADN antiguo, se consiguió recuperar gran parte de su genoma, permitiendo “poner cara” a los miembros de la cultura Funnel beaker, los que fueran los primeros granjeros de Escandinavia.
Sin embargo, durante esos primeros estudios, los análisis sólo se centraron en las secuencias de ADN humano, sin prestar atención a otros fragmentos de ADN secuenciado. Hasta hace un par de años.
El estudio del ADN depositado en los dientes no es causal. Los dientes funcionan como cápsulas del tiempo, muchas bacterias y patógenos quedan encapsulados dentro de las piezas dentales y su ADN se conserva ahí por milenios.
Al mirar en el ADN extraído de piezas dentales, dieron con secuencias de una cepa de ‘Yersinia pestis’, la bacteria causante de la peste fue la que mató a aquella joven de 20 años. Se convertía así en el caso más antiguo conocido infectado por la bacteria.
A la cepa neolítica la bautizaron “Gok2”. Si bien es reconocible, porque la bacteria no parece haber cambiado mucho a lo largo del tiempo, el hallazgo de estas cepas antiguas permite entender como la bacteria fue haciéndose cada vez más patógena.
De aquella forma antigua de hace 5.000 años, hasta las cepas actuales, no se han detectado más que algunos cientos de mutaciones en un genoma de más de 3 millones de pares de bases. Sin embargo, las mutaciones no han sido triviales.
Los cambios que ha sufrido la bacteria desde entonces son la clave que explica las plagas que vinieron después. Se sabe que poco después de la Edad de Bronce, ganó un gen que le permitió ser transmitida por pulgas.
Eso hizo que fuese más contagiosa. Hace unos 3.000 años, tuvo lugar otra mutación que la volvió más eficiente para extenderse por todo el organismo. En apenas 2.000 años se había vuelto mucho más mortal con apenas unas mutaciones.
Los científicos creen que las innovaciones tecnológicas de la época, como la aparición la rueda y del transporte tirado por animales ayudó a la diseminación de la bacteria por Europa hace 5.000 años, y de allí saltar a Asia.
Los asentamientos, la metalurgia y las redes de comercio a gran distancia, dieron lugar a la primera gran pandemia de la historia de la humanidad (hasta el momento), con un alto coste para las poblaciones del Neolítico y la Edad de Bronce.
Se sugiere que el colapso de las antiguas poblaciones agrícolas en Europa se debieron en gran parte a la peste, y que el debilitamiento de sus poblaciones facilitó las grandes invasiones que tuvieron lugar desde las estepas asiáticas.
Aquellas migraciones cambiaron la composición genética de las poblaciones europeas y dieron origen a los lenguajes indoeuropeos. La bacteria de la peste está, en parte, detrás de estos acontecimientos.
Su origen exacto es difícil de trazar, pero el estudio apunta hacia una región en concreto: Trypillia, en Ucrania, que durante el Neolítico experimentó mega-asentamientos de entre 10.000 y 20.000 personas.
En estos grandes asentamientos, humanos y animales vivían en contacto, acumulaban grano y otros alimentos, y tenían grandes problemas de higiene y salubridad, unas condiciones ideales para la emergencia de la peste.
Los estudios arqueológicos de la zona demuestran que los asentamientos fueron quemados varias veces a finales del Neolítico, quizá por la guerra, quizá para combatir las enfermedades.
No se sabe la razón, pero si se sabe que hace 5.400 los mega-asentamientos colapsaron. Pocos siglos más tarde, la joven granjera con la que empezaba el hilo, caía enferma de peste. Pero aún estaba lo peor por llegar.
Como dice el historiador John Kelly: “el bacilo de la peste se tragó Eurasia de la misma manera que una serpiente se traga un conejo. Desde China en el este hasta Groenlandia en el oeste, desde Siberia en el norte hasta la India en el sur…
…, la plaga arruinó vidas en todas partes, incluso en las antiguas sociedades del Medio Oriente: Siria, Egipto, Irán e Irak”.
Justo cuando el Imperio Bizantino comenzaba a florecer bajo el mandato de Justiniano I (527-565 de la era contemporánea), la bacteria volvió a aparecer. La epidemia que se desató durante años recibió el nombre de “plaga de Justiniano”.
La bacteria se movía a bordo de barcos y caravanas a lo largo y ancho de la cuenca mediterránea, matando a millones de personas. Un estudio publicado en 2016 dibujó una plaga más extensa de lo que los historiadores tenían registrado.
Lo hicieron a través de la genética recuperada de los restos de seis personas enterradas en Munich, Alemania, durante el siglo VI. A diferencia del estudio de la granjera sueca, aquí se extrajo ADN de los huesos.
academic.oup.com/mbe/article/33…
Este mismo año, otro estudio amplió la muestra a restos desenterrados en fosas alemanas, francesas, españolas y británicas, confirmando que la plaga fue más allá del Mediterráneo cubriendo casi toda Europa.
pnas.org/content/116/25…
Este trabajo, a pesar de contar con muestras de varios sitios y hallar diversidad en las cepas de los distintos países, no consiguió dar con el origen de la plaga, aunque apuntan a que empezó en Asia Central.
Sin embargo otros trabajos plantean una hipótesis alternativa, en la cual la plaga de Justiniano tuvo su origen en África. Eso se debe a que las citas históricas más antiguas de la plaga son de Pelusium, en Egipto.
Pero que tuviese lugar allí un brote epidémico no implica que la cepa surgiese ahí mismo. De hecho, la hipótesis que, de momento, tiene mayor respaldo, traza su origen hasta Asia, introducida en Egipto a través del Mar Rojo desde la India.
Se sospecha que la introducción fue marítima desde Asia a Egipto, pues no se han encontrado documentos ni casos en la península Arábica o el Levante Mediterráneo que expliquen una ruta de contagio por tierra.
El año pasado, un estudio presentó, dentro de un macroestudio de genomas antiguos humanos, la secuencia de dos cepas antiguas de ‘Yersia pestis’, una de la región china de Tian Shan y otra del Cáucaso, atribuidas a la plaga.
nature.com/articles/s4158…
Los autores del trabajo, basándose en los estudios genéticos humanos para entender las migraciones de la época, consideran que los escitas primero y más tarde los hunos llevaron consigo la bacteria desde el este asiático hasta el Imperio Romano.
Pero un artículo recién publicado en Biorxiv al volver a analizar estas cepas las situa lejos de la que ocasionó la plaga de Justiniano. La China la relaciona con la peste antigua que tuvo lugar en la Edad de Bronce, volvemos a la granjera escandinava.
biorxiv.org/content/biorxi…
Mientras que la cepa localizada en el Cáucaso está emparentada con la que más tarde daría lugar a la Peste Negra en el siglo XIV. De manera que desmienten la idea de su introducción en Europa a través de la ruta de la seda y las poblaciones esteparias.
El origen de la plaga de Justiniano sigue pues siendo un enigma por resolver a falta de pruebas a favor de uno u otro escenario. Igual que tampoco se sabe con certeza el origen de la cepa que desencadenó la peste negra.
El cronista francés Jean Frosissart escribió en el siglo XV: “la tercera parte del mundo desapareció”. No se sabe si es cierto, pero se estima que en el siglo XIV Europa contaba con unos 75 millones de habitantes.
Entre 1347 y 1353, la peste hizo que la población se desplomara hasta los 50 millones. En China se cree que fue peor, cobrándose la vida de la mitad de la población: de 123 millones en el 1200 a sólo 65 millones en 1393.
El historiador árabe Ibn al-Wardi (1291-1348) situó el origen de la peste en el “País de la Oscuridad”, en el territorio del actual Uzbekistán entonces poblado por el kanato de la Horda de Oro. Un estudio publicado el año pasado confirma las observaciones del historiador.
El estudio basado en ADN antiguo, reconstruyó las rutas comerciales del siglo XIV, entre ellas las peleteras, que dominaban la Horda de Oro, vendiendo pieles de la estepa a Oriente Medio y Europa. Según su reconstrucción, la plaga surgió en Asia Central.
El origen de aquella pandemia sigue sin estar claro, pero el trabajo apunta a que el inicio de la peste en Europa coincidió con la llegada de una considerable variedad de pieles en los puertos del Mar Negro en 1340.
Las pieles llegaban desde una serie de rutas comerciales que partían de Sarái, la ciudad fundada por Batú Kan, uno de los muchos nietos de Gengis Kan a orillas del río Volga.
En aquella época se estableció una nueva ruta continental que conectaba Sarái, Tana y Caffa, ciudades dentro del territorio de la Horda de Oro, el estado mongol establecido en el siglo XIII que abarcó lo que hoy es Rusia, Kazajistán y Ucrania.
Desde ahí, llegó con el comercio peletero hasta las ciudades italianas comerciales en el año 1347, desde las cuales se extendió por el continente como un incendio descontrolado.
pnas.org/content/115/50…
Para ello utilizaron ADN antiguo recuperado de sitios arqueológicos variados como Abbadia San Salvatore, Saint-Laurent-de-la-Cabrerisse, Bergen, Oslo, Londres o Barcelona. Las cepas del norte y oeste de Europa son distintas a las del primer brote.
Consideran que el segundo brote o “pestis secunda” que tuvo lugar entre 1357 y 1366 pudo llegar a través del comercio de pieles entre Novgorod (Rusia) y Europa occidental a través de la liga Hanseática.
Las cifras de la peste bailan mucho, pero se cree que en la península ibérica se pudo pasar de 6 millones a poco más de 2,5, con lo que habría muerto el 60% de la población. En Cataluña la mortalidad pudo ser del 70%.
En total, algunos estiman que tan solo durante el primer brote que tuvo lugar entre 1347 y 1353, murieron unos 80 millones de personas en Europa. Aunque la peste afecto a Asia, Oriente Medio y el norte de África.
Solo el África subsahariana y América quedaron al margen de aquella gran pandemia provocada por una bacteria cuyo origen sigue desconociéndose. Las bacterias aparecieron en la Tierra hace 3.500 millones de años.
Cuando aparecieron los primeros organismos pluricelulares hace 600 millones de años, lo hicieron rodeados de bacterias, de manera que aprendieron a convivir e interactuar con ellas.
Cuando aparecimos como especie, también lo hicimos rodeados de bacterias, entre las miles con las que interactuamos constantemente, a lo largo de nuestro peregrinaje por el mundo, a veces nos encontramos con alguna que no sabemos manejar.
Eso nos ha pasado varias veces a lo largo de la historia con ‘Yersinia pestis’, que aunque hoy nos suena a una amenaza lejana en el tiempo, el problema no ha desaparecido. Sigue presente en poblaciones roedores silvestres.
En Madagascar, la República del Congo y Perú, la enfermedad sigue siendo endémica, aunque hoy el tratamiento con antibióticos es eficaz para salvar vidas.
Muchas gracias por una lectura tan mortífera en el día de los muertos.
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