Una meta amplia de nuestro gobierno era salir del populismo heredado en lo económico y lo político. Dornbusch y Edwards son los economistas que definieron el populismo macroeconómico: hincapié en el crecimiento y la redistribución del ingreso sin prestar atención (sigue, hilo)
a los riesgos de la inflación y el financiamiento deficitario. Esta política económica siempre fracasa, y cuando lo hace el costo más grande lo pagan los grupos a los que supuestamente se buscaba favorecer.
El enfoque económico que se adoptó hasta 2015 fue bastante parecido al descripto. Y como predecían los economistas, falló: heredamos un Banco Central sin reservas, un déficit fiscal feroz, una crisis energética y alta inflación y pobreza estructural.
Nos propusimos impulsar reformas que sentaran las bases para el crecimiento de largo plazo. Y si bien es cierto que no pudimos recuperar el crecimiento y reducir la pobreza ni la inflación, sí corregimos los desequilibrios macroeconómicos que son la base para volver a crecer.
Desde lo político, muchos analistas resaltan el peligro que el populismo implica para la democracia. Los populistas, al excluir a quienes no comparten su construcción simbólica del "pueblo", transforman opositores en enemigos justificando el atropello de las instituciones.
Intentamos, como respuesta a más de una década de polarización populista, reconstruir un "centro" para la discusión pública. Por eso, el fortalecimiento de las instituciones, el apoyo a la libertad de expresión, la mayor autonomía financiera para las provincias (sigue)
y la búsqueda de consensos básicos. El fin d la reelección indefinida en la Provincia de Buenos Aires, la Ley de Acceso a la Información Pública y la derogación de la ley de los superpoderes, fueron todas medidas para fortalecer la democracia ante posibilidad de futuros abusos.
Si bien hay mucho escrito sobre las circunstancias que pueden llevar al populismo a acceder al poder, no existe una receta para el camino contrario: el de la transición hacia el pos-populismo. Eso da una noción de la dificultad de la tarea que teniamos por delante.
Creemos, igualmente, que empezamos esa transición. Perder la elección no significa que hayamos perdido la posibilidad de continuarla. Nuestro rol desde la oposición será el de contribuir a esa tarea.
