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Hace unos meses algunos de vosotros me pedisteis que hiciera un hilo explicativo sobre el sumō. Así que, aprovechando que estamos apunto de comenzar un nuevo torneo, en los próximos días os iré contando a grosso modo algunas cosas de este milenario tipo de lucha.
Para empezar partamos de una pregunta básica:

¿Qué es el sumō?

Es el deporte tradicional de Japón que deriva de aquellos primeros combates a muerte que nos hablan las más antiguas crónicas del país.
Con más de dos milenios de antigüedad, el sumō ha pasado por diferentes etapas evolutivas hasta llegar a convertirse en ese deporte profesionalizado que es hoy en día.
Las menciones más antiguas al sumō las podemos encontrar en el Kokiji, la primera obra literaria de Japón escrita en el año 712. Ahí se relata una leyenda de cómo se consiguió la posesión de las islas del archipiélago japonés a través precisamente de un combate de sumō.
Hace miles de años Takemikazuchi, dios del trueno y de la espada, fue enviado por la diosa del sol Amaterasu para pacificar Japón. El dios de la tierra Ōkuninushi aceptó que el país se cediese a los dioses del cielo con la condición de que sus hijos estuvieran de acuerdo.
Takeminakata fue el único de ellos que no quiso ceder las tierras, por lo que tuvo que enfrentarse en un duelo a Takemikazuchi. Vencido en la lucha, Takeminakata no tuvo más remedio que aceptar que la tierra fuera gobernada por los dioses del cielo.
Al carecer los japoneses de documentos escritos antes del siglo VIII, es imposible saber con exactitud cuándo surgió el sumō. Sin embargo, todo parece apuntar a unos orígenes muy antiguos, siendo utilizado en rituales agrícolas destinados a implorar a los dioses buenas cosechas.
En sus principios, el sumō era una lucha violenta, sin técnicas prohibidas, un verdadero combate a muerte entre dos oponentes.

En el Nihonshoki, el segundo libro más antiguo de Japón escrito en el año 720, se señala que el primer combate entre mortales tuvo lugar en el 23 a.C.,
cuando el emperador Suinin (29 a.C.- 70 d.C.) le pidió a un alfarero llamado Nomi no Sukune que luchara contra el matón Taima no Kehaya. Ambos contendientes lucharon hasta que Sukune le lanzó varios golpes a Kehaya, que lo dejaron mortalmente herido.
Desde entonces, Sukune ha sido considerado como el “padre del sumō”.

En el año 642 se registra el primer combate histórico bajo el mandato de la emperatriz Kōgyoku (642-645), que ordenó a sus guardias que practicaran sumō para entretener al embajador coreano del reino de Baekje.
Durante el reinado del emperador Shomu (724-749), muchos luchadores (sumotori) fueron reclutados por todo el país para practicarlo en el jardín del Palacio Imperial en una festividad llamada sechie, celebrada cada año en el séptimo día del séptimo mes lunar.
Así, el antiguo combate se irá convirtiendo en una lucha que se alejará progresivamente de sus orígenes agrarios para convertirse en un rito para propiciar la paz nacional y la prosperidad de la sociedad japonesa.
El emperador Kammu (781-806) hará del sechie-zumo un acontecimiento anual en su corte, costumbre que perdurará hasta el periodo Heian (794-1185).

Posteriormente, bajo el emperador Saga (809-823), se fomentará el sumō como un arte marcial, con sus reglas y técnicas.
Con el establecimiento del shogunato Kamakura (1185-1333), el sumō será ejercitado como un arte marcial por la clase guerrera o samurái, hasta tal punto que el más famoso shōgun de la época, Minamoto no Yoritomo (1192-1199), fue un entusiasta practicante de este tipo de lucha.
Oda Nobunaga (1534-1582), el gran daimyō o señor feudal y uno de los principales protagonistas de la reunificación de Japón en el s. XVI, fue también muy aficionado al sumō, reuniendo en 1578 cerca de 1500 sumotori de todo el país para celebrar un torneo en su castillo de Azuchi.
Hasta entonces no había habido límites definitivos en la arena en la cual se practicaba el sumō, ya que el espacio solía estar delimitado por la gente que lo rodeaba formando un círculo mientras miraba el combate o los luchadores que esperaban su propio turno.
Parece ser que, debido a la gran cantidad de luchas que se celebraron en aquel torneo, se trazaron unos límites circulares en el suelo con el fin de acelerar los combates, covirtiéndose esas medidas en las reglamentarias a partir de entonces.
Durante los periodos Sengoku (1467-1568), Azuchi-Momoyama (1568-1603) y Edo (1603-1867), muchos señores feudales o daimyō empezaron a ofrecer su patrocinio a los más fuerte sumotori, quienes no sólo empezaron a recibir un generoso estipendio sino también el status de samurái.
También comenzaron a llevar puestos ceremoniosos delantales labrados con el nombre de su señor feudal.

Como el patronaje les garantizaba una buena vida, muchos prometedores sumōtori rivalizaban con otros en los dōjō para conseguir que un daimyō les echara el ojo.
Fue durante el período Edo cuando, además, se inició el sistema de clasificaciones y encontramos las primeras menciones a grandes luchadores.

Con el fin de la era Tokugawa y la Restauración Meiji, los luchadores dejaron de recibir la protección y la financiación de los daimyō.
Las sucesivas revoluciones contra el sistema que se sucedieron en esos primeros años de modernización del país, no hicieron más que alejar a la gente del sumō, ya que comenzaron a verlo como algo más propio de tiempos pasados.
Pero la asistencia del emperador Meiji a un torneo de sumō en 1884 fue un verdadero bálsamo, pues revitalizó el interés por este tipo de lucha entre la población, al tiempo que políticos, hombres de negocios e intelectuales comenzaron a sostener económicamente a los sumōtori.
A partir de entonces y durante las primeras décadas del s. XX, el sumō acabará finalmente profesionalizándose y organizándose en el deporte que conocemos actualmente, adaptado a los nuevos tiempos pero en el que pervivirán antiquísimos rituales heredados del pasado.
Después de este rápido repaso por la historia del sumō, voy a pasar a hablaros de los torneos oficiales y de las diferentes divisiones y grados, así que prestad atención porque esto es importante.
Desde que en 1958 se estableciera el sistema actual, cada año se celebran seis grandes torneos de sumō (conocidos como basho) en cada mes impar del mismo, tres en la capital, Tōkyō, y el resto en las ciudades de Ōsaka, Nagoya y Fukuoka:
1. Hatsu Basho: Torneo de Año Nuevo, celebrado en el mes de enero en Tōkyō.

2. Haru Basho: Torneo de Primavera, celebrado en el mes de marzo en Ōsaka.

3. Natsu Basho: Torneo de Verano, celebrado en el mes de mayo en Tōkyō.
4. Nagoya Basho: Toneo de Nagoya, celebrado en el mes de julio en Nagoya.

5. Aki Basho: Torneo de Otoño, celebrado en el mes de septiembre en Tōkyō.

6. Kyūshū Basho: Torneo de Kyūshū, celebrado en el mes de noviembre en Fukuoka.
Trece días antes del comienzo de cada torneo se publica lo que se conoce como banzuke, la clasificación de los luchadores activos de las diferentes categorías que participarán en el mismo escrita en kanji.
En el sumō existen seis categorías o divisiones, que son de mayor a menor importancia: makuuchi, jūryō, makushita, sandanme, jonidan, jonokuchi y mae-zumō.
Como queda reflejado en el banzuke, en cada una de estas divisiones del sumō, los rikishi o sumōtori aparecen inscritos de forma numérica y cada grado se divide en este y oeste, siendo el de la parte este ligeramente superior en importancia al de la parte oeste.
La forma de ir ascendiendo puestos en cada una de las divisiones es muy simple, si en un torneo un luchador gana más combates que los que pierde, ascenderá puestos, y si pierde más combates de los que gana entonces descenderá.
Además, el número de grados de ascenso o descenso funciona en proporción a la cantidad de victorias o derrotas cosechadas, pues no es lo mismo finalizar un torneo con ocho victorias que con doce, por ejemplo.
Los luchadores de las dos categorías principales (makuuchi y jūryō) disputan un total de quince combates en cada torneo, a razón de uno diario, mientras que en las inferiores (makushita, sandanme, jonidan y jonokuchi) disputan siete combates solamente.
Solamente existen setenta luchadores profesionales en las dos máximas divisiones de sumō, mientras que al resto se les considera poco menos que aprendices y todos ellos están totalmente subordinados a los de mayor grado.
Cada luchador pertenece a un “gimnasio” o heya y vive de forma comunal junto a otros en un estilo de vida dedicado por completo a este deporte.

Pero hablemos un poco más detenidamente de las diferentes categorías.
La máxima división del sumō japonés, denominada makuuchi, tiene la particularidad de que está formada además por los grados de yokozuna, ōzeki, sekiwake, komusubi y maegashira, siendo un total de 42 luchadores los que la integran.
Los cuatro primero grados se engloban dentro de lo que se denomina como sanyaku, que correspondería a la parte alta de la categoría.

Con el siguiente cuadro creo que quedará un poco más claro todo lo que acabo de explicar.
A pesar de que la palabra sanyaku hace referencia a los tres máximos grados del sumō (san=tres), en realidad, como señalaba antes, este privilegiado grupo de luchadores está conformado por cuatro grupos.
El más alto de todos y el de mayor categoría es el de yokozuna, un grado añadido en tiempos no muy lejanos al sanyaku, de ahí que sean cuatro categorías en lugar de tres como antiguamente.
Se trataba de un grado honorífico que se le asignaba a un ōzeki cuyo rendimiento estaba muy por encimade lo esperado, pero que no se reflejaba en el banzuke escrito.

Esto cambió en 1890 cuando el yokozuna Nishinuomi exigió que su grado honorífico figurar a la cabeza del banzuke.
Desde entonces, todos los luchadores que recibían este rango honorífico dejaron de usar el de ōzeki para comenzar a usar únicamente el de yokozuna.
Para conseguir tan prestigioso título, un luchador deberá pasar indefectiblemente por el resto de grados y alzarse con los triunfos suficientes para ser considerado merecedor de tal título.
Existe una norma no escrita por la que un luchador sólo puede ser ascendido a yokozuna si ha conseguido previamente dos triunfos consecutivos siendo ōzeki.
Aunque en determinadas circunstancias podrá ascender con tan sólo un triunfo, siempre y cuando en el otro torneo (anterior o posterior) ha sido capaz de luchar por el triunfo hasta el último día.
Un yokozuna, y esto es muy importante, NO PIERDE SU GRADO JAMÁS, pero eso sí, si su rendimiento empieza a estar por debajo de lo requerido, se espera de él y se le invita a que tome la decisión de retirarse con el fin de salvaguardar el honor que se le supone a este título.
Y cualquiera que conozca mínimamente la mentalidad japonesa, sabrá que hay ciertas recomendaciones que son prácticamente como órdenes tajantes.
Un yokozuna como máximo exponente del sumō debe tener algo que lo distinga del resto de los luchadores. Para ello se adorna con un cinturón blanco llamado tsuna que simboliza la pureza de este grado.
Mide aproximadamente unos cuatro metros de largo y puede llegar a pesar hasta 20 kilos.

Enrollado sobre la cintura, se remata en la parte trasera con un lazo que tendrá una forma diferente según sea el estilo Unryu o Shiranyu, los únicos existentes para un yokozuna.
Estos dos tipos diferentes de cinturones llevan aparejado un modo diferente de realizar el yokozuna dohyo-iri, una ceremonia que realizan estos al comienzo de cada jornada de los combates de la división makuuchi (y de la que volveré a hablar más adelante).
Durante la misma, cuenta con dos asistentes escogidos entre los luchadores del makuuchi que pertenezcan a su propia heya llamados tsuyu-harai y tachi-mochi, siendo este último el encargado de llevar una espada que simboliza el status de samurái que tiene todo yokozuna.
Como mencionaba anteriormente, hasta el s. XIX el máximo grado en el mundo del sumō era el de ōzeki y todavía hoy en día goza de ciertos privilegios que le son negados al resto de luchadores.
Ascender hasta este rango no es nada fácil y, aunque no es estrictamente necesario, obtener la victoria en un torneo oficial ayuda mucho a ser promovido, algo que normalmente suele ocurrir si un luchador consigue un mínimo de 33 victorias en los últimos tres torneos,
siempre y cuando esté clasificado ya en alguno de los dos rangos inferiores del sanyaku (sekiwake y komusubi).

A diferencia de los yokozunas, un ōzeki puede perder su rango, pero goza de unas ventajas que le protegen ante la posibilidad de realizar un mal torneo.
Así, un ōzeki que consiga un make-koshi (más derrotas que victorias) en un torneo, no será degradado para el siguiente, sino que será considerado ōzeki kadoban, es decir, que dispone de una oportunidad para salvar su rango si en el siguiente torneo consigue al menos 8 victorias.
Pero si de nuevo sufriera un make-koshi sería degradado al rango de sekiwake para el siguiente torneo, pero incluso en ese momento podría recuperar su antiguo grado de ōzeki si consiguiera un mínimo de diez victorias.
Si no fuera así, entonces sí que perdería definitivamente la citada categoría, estando sujeto a ascensos y descensos en función de su rendimiento como el resto de luchadores.
Los dos grados inferiores del sanyaku son los de sekiwake y komosubi, ambos importantes porque tanto económica como socialmente están por encima de los restantes luchadores.
El resto de la división de makuuchi está integrada en su totalidad por luchadores que ostentan el grado de magaeshira y su número dependerá de la cantidad de rikishi que integren en cada torneo el sanyaku –que es variable-, hasta completar un total de 42 luchadores.
Por lo que respecta a la división jūryō, está integrada por un total de 28 luchadores y es la segunda en importancia en el mundo del sumō.
Al igual que en el makuuchi, sus integrantes pertenecen al grupo de privilegiados luchadores que cobran un sueldo mensual y están exentos de realizar cualquier tipo de tareas dentro de una heya, pasando de tener que servir a un superior a tener un tsukebito o asistente personal.
Los sekitori (los luchadores de las divisiones makuuchi y jūryō) gozan además del derecho a llevar el oicho-mage, el estiloso moño que llevan los luchadores con forma de abanico al final del mismo, para el que se utiliza un aceite especial de camomila llamado bintsuke;
un mawashi (cinturón) de seda de colores brillantes para los combates con un rígido y almidonado sagari (los flecos ornamentales que cuelgan por delante); un kesho-mawashi, el delantal de ceremonias usado por los luchadores en la ceremonia de entrada o dohyo-iri,
que suele ser donado por su koen-kai (club de fans) o por alguna empresa o particular importante que puede afrontar su coste, ya que son artesanales y su valor puede sobrepasar perfectamente el millón de yenes;
un blanquecino mawashi para los entrenamientos (el resto de luchadores de las otras divisiones llevan solo uno de algodón negro para los entrenamientos y los torneos); así como kimonos y yukatas para cada estación del año.
A su vez se sientan a comer primero en sus respectivas heya, son servidos por los deshi de más baja clasificación y disponen de habitación propia.
Toda aquella persona que quiera iniciarse en el sumō profesional debe pasar unos requerimientos mínimos de altura y peso (170 cm de altura y 75 kg de peso) que le permitirán debutar en el mae-zumō.
Esta categoría no está presente en el banzuke, ya que es una especie de presentación en sociedad de los nuevos luchadores.

Su rendimiento en los tres combates que disputan les sirvirá para clasificarse en la división jonokuchi, en la que podrán ver su nombre en el banzuke.
Los campeones colegiales constituyen la excepción, ya que cuando comienzan en el mundo del sumō profesional lo hacen con el nivel 15 de makushita.
Como último dato final sobre las divisiones, señalar que el número de integrantes de la categoría jonokuchi no suele pasar el de los 100 luchadores, en jonidan los 300, en sandanme los 200 y en makushita los 60.
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