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Mi médico cree que tengo coronavirus y estoy confinado en casa. No puedo confirmarlo porque el servicio de asistencia está colapsado. Mis síntomas son leves. Me lo he pensado mucho antes de escribir este hilo, pero creo q es importante compartir lo q siento. Aquí 5 reflexiones.
En primer lugar, no hay motivo de momento para la preocupación. Mis síntomas y los de mi pareja son muy leves. Ni siquiera hemos tenido fiebre. Ni siquiera es seguro que tengamos coronavirus. Pero si lo tenemos lo más probable es que pasemos por él sin más complicaciones.
En segundo lugar, el confinamiento es una medida de precaución magnífica. Nos permite recuperarnos en un entorno tranquilo y descansado. Nos permite no contagiar a nadie, en caso de que tengamos ese virus. Y además nos permite no contagiarnos de nadie de fuera.
Uno, en la medida en que se sienta bien, puede aprovechar para leer lo que hace tiempo estaba deseando leer y no encontraba nunca el momento, o ver series, o hablar mucho con su familia, o dormir! Todo eso es bueno. Y esta es una ocasión magnífica para ponerlo en práctica.
Pero lo más importante, el confinamiento colectivo, como nos enseña el caso de China, es lo único que realmente nos va a permitir controlar esta pandemia. Pensemos en el bien de la sociedad, no solo en el nuestro, y no salgamos de casa si no es imprescindible.
En tercer lugar, preocupémonos individual y socialmente por los más vulnerables. Nuestros mayores, nuestros familiares con condiciones médicas previas, nuestros vecinos con problemas de movilidad. Hagamos cierta la primera ley de la naturaleza según Kropotkin: la AYUDA MUTUA!
Siempre, también en condiciones normales, nos debemos preocupar sobre todo por los más vulnerables. Pero en situaciones de emergencia mundial como la actual todavía más. Es el primer mandamiento moral universal, válido para todos, con independencia de credos e ideas políticas.
Como en otras emergencias globales (por ejemplo la climática), sólo saldremos adelante si actuamos todos unidos, ayudándonos los unos a los otros. Esto vale para las personas y vale para los países. Debemos minimizar las bajas, y no dejar a nadie atrás.
En cuarto lugar, en situaciones de emergencia la tripulación debe ponerse en manos del capitán. Confiemos (críticamente) en nuestras autoridades. Obedezcamos sus instrucciones. Pongámonos a su disposición para ayudar en todo lo que podamos. Y deseémosles suerte!
El reto que tenemos por delante es magnífico. Pero nunca hemos tenido tantos medios para hacer frente a algo así como hoy. Nuestro peor enemigo en estos momentos somos nosotros mismos, por 3 razones: i) porque podemos malbaratar esos recursos si no actuamos pronto, unidos y bien;
ii) porque algunos insisten en negar la nueva realidad en la que el planeta ha entrado, y hacer un diagnóstico muy equivocado es la principal fuente de errores en las respuestas colectivas a las emergencias; y iii) por lo que diré en mi quinta y última reflexión.
Pero antes insisto en un punto. Estamos en una situación de emergencia sanitaria global. No podemos engañarnos al respecto. No hay ninguna duda de que la vamos a superar. Pero es MUY IMPORTANTE que lo hagamos con el menor número de bajas posible y que aprendamos lo máximo posible
sobre cómo gestionar crisis mundiales de este tipo. Aunque, en el mejor de los escenarios posibles, llegáramos a erradicar el covid-19 del planeta en algunos meses, todos los epidemiólogos nos dicen que lo más probable es que volveremos a tener pandemias como ésta.
De hecho, tuvimos varios avisos previos (la gripe A, el SARS 1, etc.) y ya nos dijeron entonces que era cuestión de tiempo enfrentar una pandemia más grave que aquellas. Ya tenemos ésta. Pero nada nos asegura que no enfrentaremos otras igual o más graves en el futuro.
Por eso es imprescindible APRENDER. La humanidad ha sobrevivido durante miles de años gracias a la capacidad de aprendizaje colectivo. Nunca hemos tenido tantas herramientas para aprender todos juntos y actuar sobre nuestro entorno. Es cuestión de manejarlas correctamente.
Necesitamos, por supuesto, aprender sobre la enfermedad (sobre ésta y otras que puedan venir) y las posibles curas. Pero sobre todo necesitamos aprender cómo gestionarnos política y socialmente ante crisis mundiales de este tipo, cómo coordinar nuestras acciones, cómo ayudarnos.
Vamos a tener mucho tiempo que pensar en las próximas semanas. Y tenemos todos los canales de comunicación abiertos para mantener esta necesaria conversación. Debemos hablar entre todos. Hablar mucho de ello. Esta es la esencia de la democracia. Escuchémonos los unos a los otros.
Analicemos la situación con objetividad, comprometámonos con el bien común, ayudemos prioritariamente a los más vulnerables, y conversemos sobre cómo lo estamos haciendo, qué cosas necesitan mejorar: APRENDAMOS colectivamente de esta situación, y hagámoslo con esperanza.
Esto me lleva a mi quinta y última reflexión. Antes he dicho que nuestro peor enemigo somos nosotros mismos. Y eso es así por varios motivos. Pero el principal es que la principal barrera para que salgamos con éxito de esta emergencia global es el MIEDO.
Es muy importante que combatamos todos el miedo. Es nuestro enemigo número 1, más incluso que el coronavirus. El miedo paraliza, impide pensar con objetividad, genera estrés, baja las defensas, nos lleva a reaccionar de forma egoísta, es el fundamento de la maldad humana.
Debemos combatir el miedo más que cualquier otra cosa. Y nada es más efectivo contra el miedo que el AMOR. También la esperanza, por supuesto, que no debemos perder nunca. Pero sobre todo el amor. Si uno siente el corazón lleno de amor hacia los demás, no cederá al miedo.
No lo digo yo. Lo dicen todos los grandes sabios de la humanidad, nuestros héroes, las personas a las que más admiramos y veneramos: desde Zarathustra, Lao-Tsé, Buda, Jesús y Mahoma, hasta Montaigne, Pascal, Rousseau, Kant, Jefferson, Tolstói, Gandhi, Luther King o Mandela.
Todo ser humano es capaz de amar. Nada nos distingue más de una máquina. Todos llevamos esa fuerza dentro. No se pierde nunca. Busquemos dentro de nuestros corazones para amarnos los unos a los otros tanto como podamos. De ahí nacerá la unión que necesitamos.
Esto, que debemos recordarlo siempre, es mucho más necesario en situaciones de emergencia global como la que vivimos. No dejemos crecer el miedo, y reforcemos el amor universal. Yo os amo a todos vosotros. No tengo miedo. Y ayudaré a todos los que me necesiten!
Bonus: cada uno es hijo de su tiempo y de su generación. La mía creía en algo que sigue vigente y que deberíamos agregar a mis cinco reflexiones anteriores: por si acaso, recurramos a la receta mágica: sex, drugs, and rock and roll. Arriba la música!
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