- En todas las colas que hice, siempre vi a alguien diciendo a quien atiende: “Hola mi amor, aquí te traje un chocolatico” para pasar antes.
- Cuando me fui, las cosas costaban 3 veces más que cuando llegué.
- Siempre que llevas bolsas en las manos te ven para saber “qué llegó al mercado”.
- En cualquier establecimiento el personal de atención al público se reduce al mínimo. Colas infinitas en diligencias simples.
- No hay plástico para sacarte cédula porque todo se fue en hacer millones y millones del llamado ‘Carnet de la Patria’.
- En mi casa solo hay agua 2 de los 7 días de la semana. Entiendo que es una “fortuna” porque hay gente peor.
- El sueldo mínimo es 1 dólar. Con el sueldo mínimo no te compras ni medio kg de pollo.
- Hay toques de queda autoimpuestos por la inseguridad.
- Solo puedo dar gracias a Dios por haber visto a mis papás, algunos tíos y primos, y a las únicas 2 amigas que me quedan en Caracas.
La delgadez de la gente.
- El estado del metro. Y este punto me jode particularmente porque el metro es de mis medios favoritos de transporte en cualquier lugar del mundo, y el que tiene Venezuela es INCREÍBLE.
Ahora está abandonado, con un servicio muy irregular, y de paso gratuito porque no hay recursos para imprimir los boletos. Es lamentable.
- De nuevo, NO existe el efectivo. Una golosina cuesta al menos 95.000 bolívares.
- el Jardín Botánico de la UCV era de mis cosas favoritas de ver mientras pasaba por la Autopista Francisco Fajardo. Hoy vive en el absoluto abandono.
- El criadero de delincuentes que representa cada edificio creado bajo la fulana “Misión Vivienda”. Azotan todas las zonas aledañas.
Una desgracia con todas sus letras.
- Un aeropuerto que te pone a sudar de principio a fin. Literal. No hay aire acondicionado en ningún sector.
Solo pensando cómo carajo ahorro lo suficiente para sacarlos de ahí.
Un gobierno genocida.
Un gobierno que llevó a la gente a estar tras la limosna: un bono, una bolsa mensual de comida.