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Alex Riveiro @alex_riveiro
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¿Cómo será el futuro muy lejano del ser humano? No hablo del próximo siglo. Ni del próximo milenio. Si no del futuro dentro de millones y miles de millones de años. Cuando, si nuestra especie todavía existe, tendrá que hacer frente a eventos como la muerte del Sol...
Tengo que decir, antes de continuar, que este hilo se basa en un ensayo de Dale Tarnowieski, de 2016. El nombre quizá no os sea familiar, pero es un periodista veterano que hasta 2015 trabajó como director asistente de comunicaciones en el Instituto de Tecnología de Nueva York.
En ese ensayo, Tarnowieski recuerda cuál es el destino del Sol y nos invita a reflexionar sobre cómo encontraremos la forma de desplazarnos a otros lugares del Sistema Solar y, tarde o temprano, al brazo de Orión de la Vía Láctea. Si superamos nuestra infancia tecnológica...
La Tierra, nuestro querido hogar, no será nuestra casa para siempre. En unos mil millones de años, el aumento de energía emitida, del Sol en calentamiento constante, provocará que la temperatura de nuestro planeta se doble, los océanos hervirán y se evaporarán.
La superficie terrestre se convertirá en arena o se derretirá. Suponiendo que todavía estemos por aquí, cuando llegue ese momento, tendremos que buscar un nuevo hogar antes de que sea demasiado tarde. Mil millones de años es mucho tiempo, así que, ¿por qué preocuparse?
Tenemos tiempo de sobra para poner nuestros pies en el espacio, ¿no? Esta pregunta nos la respondió Stephen Hawking hace no mucho. Advirtió de que podríamos tener solo unos 200 años para asentarnos en otros mundos y extraer materiales del Sistema Solar:
Nuestra población no deja de aumentar, igual que los recursos, finitos, del planeta no dejan de reducirse. Crecemos casi al mismo ritmo que aumenta nuestra capacidad para alterar la biosfera para bien y para mal. En dos siglos, dice Hawking, podríamos acabar con esos recursos.
Esos recursos disponibles en la Tierra son esenciales para nuestra supervivencia. También podríamos dañar nuestro entorno de manera irreparable, es algo que no podemos ignorar. Pero, supongamos que somos capaces de reaccionar con éxito a estos desafíos más inmediatos.
La amenaza a más largo plazo, presentada por el calentamiento progresivo del Sol, no es evitable. En algunos entornos se ha planteado usar espejos en el espacio para desviar la luz del Sol como una forma de luchar contra el calentamiento global:
Así como unos dispositivos, llamados escudos solares, en posiciones en los que la gravedad entre la Tierra y el Sol sea la adecuada, para reducir el aumento de calor. Pero no nos servirán cuando ese calor sea tan intenso que nuestra única opción sea abandonar el planeta.
Ahora en su etapa de madurez, la luminosidad del Sol ha aumentado un 30 por ciento desde su nacimiento hace 4.600 millones de años. Aumentará otro 10 por ciento durante los próximos mil millones de años. Es el ritmo al que aumenta su brillo:
En un período de entre 4.000 y 5.000 millones de años, el radio de ese Sol más luminoso aumentará 200 veces, en comparación a su tamaño actual. En ese momento, Mercurio, Venus y, posiblemente, la Tierra e incluso Marte serán vaporizados. Aunque quizá estos dos últimos se salven.
Hay muchas catástrofes, naturales o creadas por el hombre, que podrían acabar con la mayor parte de, o toda, la vida en la Tierra antes de que el exceso de calor del Sol nos obligue a irnos. Pero, si no ocurre ninguna catástrofe, solo será el primer paso que tendremos que dar.
Ese primer paso se producirá en algún momento desde dentro de 1.000 millones de años. El segundo, varios miles de millones de años después será abandonar el Sistema Solar. Por completo. Mientras nuestro Sol, ya moribundo, seguirá hinchándose en su evolución final.
¿Podemos evitar el abandono de la Tierra? Ha habido algún estudio en ese sentido, en 2001, investigadores de la Universidad de California-Santa Cruz, la NASA, y la Universidad de Michigan, sugirieron que podríamos maniobrar un asteroide de 100 kilómetros de diámetro.
Tendríamos que colocarlo a 16.000 kilómetros por encima de la superficie de la Tierra y moverlo cada 6.000 años. Así podríamos alejar a nuestro planeta, lentamente, de un Sol más luminoso. Pero una colisión de un objeto de ese tamaño con la Tierra sería catastrófico.
Cuando se acabe nuestro tiempo en el planeta, los afortunados se unirán a aquellos que ya estén viviendo en asentamientos orbitales alrededor de planetas más distantes (o sus satélites). El pensamiento actual nos hace imaginar a seres humanos habitando en gigantescos hábitats.
Son hogares espaciales, llamados colonias espaciales, o en asentamientos, abiertos o cerrados, en Marte. Los asentamientos abiertos dependerán de nuestra capacidad de terraformación, o modificación medioambiental, de la biosfera de lo que hoy es un planeta helado y desierto.
He tratado estos dos temas en hilos diferentes en los que podéis profundizar si os interesa. Por un lado, las colonias orbitales, del que hablé en este hilo:
O en vídeo, si lo prefieres:
De la terraformación de Marte, y también de Venus, hablé en este otro hilo:
Ninguno de los otros planetas en el Sistema Solar es remotamente habitable. Más cerca del Sol, las temperaturas de Mercurio, casi carente de atmósfera, varían entre los -173ºC de la noche a los 427ºC del día. Esa temperatura diurna es suficientemente alta para derretir plomo.
Venus es más cálido y tiene una de las atmósferas más mortíferas del Sistema Solar. A más distancia del Sol que la Tierra, la delgada atmósfera de Marte está compuesta, principalmente, de dióxido de carbono. Su débil gravedad plantea problemas para retener los gases atmosféricos.
Los cuatro planetas gigantes más distantes: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, tienen núcleos relativamente pequeños y densos, rodeados de enormes capas de gas. Tanto Júpiter como Saturno tienen atmósferas muy densas, compuestas principalmente de hidrógeno y helio.
Mientras que Urano es un mundo de hielo líquido y Neptuno es el hogar de vientos diez veces más intensos que los huracanes más potentes que hemos visto en la Tierra. Hay propuestas para colonizar todos estos mundos, incluyendo alguna que parece, como mínimo, intrigante.
Una propone la construcción de una superficie artificial, junto a su propia biosfera que dé soporte a la vida, sobre la atmósfera de Júpiter. Pero terraformar Marte parece la más factible si nos basamos en la tecnología actual y la que esperamos tener en el futuro más cercano.
¿Cómo evolucionará el ser humano en ese futuro lejano? La vida ha existido en la Tierra durante 3.800 millones de años. La mayoría de antropólogos creen que los primeros humanos evolucionaron en África hace 300.000 años y los ejemplares modernos tardaron 200.000 más en aparecer.
La primera evidencia fósil de un precursor de la especie humana data de entre hace 1,9 y 2,4 millones de años. Suponiendo que sobrevivamos durante los próximos 1.000 millones de años, los procesos evolutivos naturales nos harán cambiarnos y adaptarnos a lo que esté por venir.
Permitirán que, temporalmente, podamos enfrentarnos a las condiciones cambiantes mientras el Sol se vuelve más luminoso. Por ejemplo, el tono de la piel humana podría volverse uniformemente negro. Pero experimentaremos un aumento de la sensibilidad a los cambios de presión.
Será inevitable a medida que las condiciones se deterioren. Llegará un momento en el que las tormentas de magnitudes terroríficas, que ridiculizarían a lo que vemos en el cine apocalíptico, se vuelvan rutinarias. Llegará un momento en el que no podremos seguir adaptándonos.
A medida que empeoren las condiciones en la Tierra, puede que sigamos viviendo sobre la superficie en estructuras altamente protegidas. Localizadas lejos de las regiones ecuatoriales y templadas. Esos enclaves tendrán sus propias instalaciones de generación de energía.
El agua y el oxígeno tendrán que ser reciclados en esas circunstancias. Pero, tarde o temprano, casi todos los humanos que todavía vivan en la Tierra, seguramente, tendrán que refugiarse bajo la superficie. Se convertirá en un nuevo hogar natural con sus propias particularidades.
Con el tiempo, la producción de comida natural o sintética, bajo la superficie o fuera del planeta, proporcionará todas las necesidades nutricionales. Mucho antes de eso, habremos pasado al reciclaje completo de casi todos los materiales que utilicemos en la creación de bienes.
El viaje por tierra y aire se verá muy limitado y, en algún momento, serán increíblemente problemáticos. Los ascensores espaciales, en lugar de los vehículos propulsados por cohetes, llevarán a personas y materiales de y hasta la órbita de la Tierra:
La futura exploración y colonización del espacio cercano, alrededor de la Tierra y la Luna requerirá de muchos avances tecnológicos e innovaciones, incluyendo el uso de los recursos del Sistema Solar para sistemas de propulsión que no utilicen propulsión química.
Para los vuelos tripulados más allá de la Luna, habrá que perfeccionar un módulo genérico de hábitat en el espacio. El blindaje tendrá que ser desarrollado para reducir la exposición de la tripulación a los rayos cósmicos y las llamaradas solares:
Será necesario aumentar el tiempo de aviso de llamaradas solares. Habrá que desarrollar algún tipo de vehículo de aterrizaje, algún módulo para vivir en superficie y un sistema mejorado de comida espacial para las misiones que tengan como destino Marte lugares más distantes.
También será necesario el desarrollo de tecnologías que nos podrán permitir explorar el entorno casi-interestelar. Primero, las sondas robóticas avanzadas visitarán la heliopausa, a unas 200 unidades astronómicas, o UAs. Una UA es la distancia media entre la Tierra y el Sol.
Las misiones posteriores explorarán el punto de foco gravitacional del Sol a 550 UA. Es el lugar en el que, creemos, el Sol actúa como una lente gravitacional, una gran lupa que nos permitiría ver mundos de otras estrellas, con una definición imposible para nuestra tecnología.
Además, esas misiones también podrán adentrarse en la Nube de Oort, a más de 1.000 UAs de distancia. No será el último destino. Mucho más tarde, las sondas robóticas aun más rápidas y más avanzadas volarán a los sistemas estelares cercanos:
Concretamente, aquellos que tengan planetas potencialmente habitables. Esas misiones se verán seguidas por sondas que frenarán en sistemas planetarios concretos. Enviarán naves de aterrizaje a las superficies de planetas adecuados en las zonas habitables de estrellas específicas.
Para estas misiones será necesaria una gestión completamente automatizada, porque incluso las comunicaciones a la velocidad de la luz, a distancias tan vastas en el espacio, imposibilitarán la supervisión por parte de seres humanos ubicados en nuestro Sistema Solar.
Aunque casi todos los cohetes que diseñamos hoy en día están propulsados por combustible químico, las naves que operen en el futuro, dentro del sistema solar, probablemente serán propulsadas o bien por el Sol, o por la fusión o fisión nuclear:
De esa forma, se reduciría enormemente los tiempos de viaje a Marte y más allá. El conocimiento actual nos dice que las naves que viajen más allá del Sistema Solar tendrán que estar propulsadas por algún tipo de reacción de fusión o una vela solar, pero hay otras posibilidades.
Como un sistema de propulsión de antimateria, o una vela eléctrica que utilice el viento solar, solo por mencionar algunas. Además, habrá que desarrollar nuevos sistemas de deceleración al final del viaje. Así como pensar en los principales peligros de esas misiones tripuladas.
Los humanos en esas misiones de exploración tendrán que enfrentarse a los rayos cósmicos y la microgravedad. Una cantidad grande de rayos cósmicos puede provocar cáncer o degradación mental. La exposición a largo plazo a la microgravedad puede provocar deterioro muscular y óseo.
Si una nave se mueve rápido, el flujo de rayos cósmicos inducido por el choque de átomos interestelares podría ser mitigado con escudos en frente del módulo habitable. Una combinación de escudos y campos magnéticos reducirían el flujo de rayos cósmicos galácticos.
Los efectos de la microgravedad podrían mitigarse haciendo girar la nave para producir una fracción de la gravedad de la Tierra en el anillo interior. Un mecanismo que permitiría simular un efecto muy similar al de experimentar gravedad normal:
Si una nave se está moviendo a una velocidad más cercana a la de la luz, un problema será el choque ocasional de partículas de polvo cósmico. Un escudo en frente de la nave, o una combinación de radares de detección de partículas y láseres que las destruyan, ayudaría.
Si la nave debe hacer un paso cercano por el Sol, será necesario tener especial cuidado para proteger a la tripulación y el equipamiento de los fotones solares de alta energía y el viento solar. Incluso cerca de casa, puede que las naves sufran el impacto de los rayos cósmicos.
Podrían ser el producto de la explosión de una estrella distante, o una supernova. Para proteger a la tripulación, se podría añadir un escudo al módulo habitable para bloquear el flujo de rayos cósmicos de la supernova. Aunque no es la única consideración:
La otra son los rayos gamma. Son fotones electromagnéticos de alta energía con carga neutral, para la que será necesario el blindaje usando masa en lugar de campos magnéticos. Usando, por ejemplo, pequeños asteroides o cometas cercanos a la Tierra como coraza para la nave.
La idea viene a ser la siguiente: después de escapar de la Tierra, la nave, con destino a Marte, cambiaría de velocidad para encontrarse con algún asteroide cercano dos o tres meses después de partir. La tripulación metería la nave en el interior del asteroide.
Así, todo su material serviría para protegerse de rayos cósmicos y rayos gamma. Serían escudos naturales perfectos, sin necesidad de tener que desarrollar nada más. Lo mismo se podría hacer en los viajes de retorno desde Marte, aunque quizá eso no llegue a suceder.
Algunas propuestas de misiones sugieren que los seres humanos que vayan a Marte, por ejemplo, deberían esperar quedarse y no regresar nunca a la Tierra. Ese tipo de misiones solo de ida podrían completarse con menos dificultad y menos coste y serían un primer paso natural.
Sus tripulaciones establecerían asentamientos que se expandirían a medida que llegasen nuevos viajes y se reprodujesen los ya allí presentes. Poco a poco, se formarían asentamientos en otros lugares del Sistema Solar de una manera totalmente natural.
Por ahora, estas son solo algunas consideraciones del futuro lejano del ser humano. Quedan otras, que tendrán lugar en otro hilo. Como el proceso de terraformación y colonización de Marte, la búsqueda de nuevos hogares en la galaxia o el papel de la Inteligencia Artificial...
¡Fin del hilo!
¡Ya está el hilo disponible como Momento de Twitter!
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