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Toussaint Louverture @Toussaint1917
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Hilo sobre el análisis de Engels y sobre todo Marx acerca de la revolución española de 1854-56
Marx publicó en el periódico estadounidense "New York Daily Tribune" un conjunto de artículos en los que directa e indirectamente analizó la historia de la formación social española. Por ejemplo, el 6 de octubre de 1854 Marx estudió los levantamientos republicanos de Málaga,
Logroño y Jaén. También escribió, aunque no llegó a publicarse, un artículo el 8 de setiembre de 1854 sobre Prusia, Oriente y España. De los 11 artículos escritos por Marx sobre la historia de España, sobre todo desde comienzos del s. XIX, el "New York Daily Tribune" publicó 8.
Más allá de los errores o inexactitudes históricos de Marx sobre España, sus análisis sobre el Estado español revisten un enorme interés para el balance sobre las luchas de clases en España. Además de su interpretación sobre la guerra antinapoleónica y las Cortes de Cádiz, sus
corresponsalías sobre la revolución de 1854-56 son seguramente las de más enjundia para la vanguardia proletaria. Asimismo, Engels contribuyó igualmente al balance sobre las luchas de clases en el Estado español con una serie de cartas entre 1854 y 1856.
Marx y Engels analizaron los acontecimientos en España en clave de las condiciones y posibilidades de la revolución en un país atrasado, en el que el capitalismo penetraba de forma débil y tardía con respecto a los países centrales de Europa.
Antes de la revolución de junio de 1854, Marx le cuenta a Engels —carta de 3-5-1854— que ha empezado a centrar su atención en el Estado español; estudia el castellano, lee a clásicos literarios y la prensa dominante de la época, etc.; y comienza a plantear la posibilidad de un
levantamiento en España. El 2-9-1854, Marx le escribe a Engels para comunicarle que España constituye su "estudio principal". Además de analizar el papel del "regionalismo" y del ejército, subraya la importancia del campesinado en el movimiento revolucionario del Estado español,
tanto en la guerra contra la invasión napoleónica como en el combate a la reacción interna. De hecho, en un artículo no publicado en el "New York Daily Tribune", Marx explica el fracaso de la revolución de 1820-23 por la falta de vinculación entre el "movimiento de las ciudades"
y "los intereses de los campesinos". Entrando de lleno en el análisis de Marx sobre la revolución de 1854-56, en junio de 1854 se produce un levantamiento militar en España acaudillado por O'Donnell y Espartero. La insurrección, apoyada por un bloque de progresistas, republicanos
y demócratas varios, así como amplios sectores de las clases populares, tuvo su centro en Madrid (de ahí lo de la "Vicalvarada"). La insurrección se torna peligrosa por el hecho de que la clase obrera, pese a que aún es extremadamente minoritaria, se está formando como clase
económica en sí y, por ende, no puede actuar más que como ala izquierda de la burguesía democrática revolucionaria (que en el Estado español es absolutamente impotente y raquítica desde el punto de vista político), inquieta seriamente a las clases reaccionarias, ya que muchos
obreros, tras la insurrección iniciada por O'Donnell, están armados y las clases dominantes temen una revolución social. Por ello, O'Donnell y Espartero, pese a iniciar la insurrección, se alían para intentar salvar a la Corona, lo que provoca un conflicto entre las masas
populares y los generales contrarrevolucionarios. La policía disuelve las Juntas revolucionarias formadas por las clases populares, al tiempo que Espartero facilita la huida de la reina madre María Cristina. Marx considera que la insurrección militar de O'Donnell y Espartero pudo
triunfar solo gracias a la ayuda del movimiento popular, que en muchos lugares ha tomado la iniciativa por encima de los militares. En su artículo del 11-8-1854, Marx explica que las masas exigen el sufragio universal, pero O'Donnell y Espartero se oponen. El pueblo, armado, se
niega a desarmarse mientras el nuevo Gobierno no aplique un nuevo programa democrático-revolucionario (anulación del Concordato de 1851, confiscación de los bienes de los contrarrevolucionarios, juicio a María Cristina, etc.).
Marx, además de comprar el conflicto en España entre los militares conciliadores y las masas radicalizadas con la revolución de 1848 en Francia, concluye que el Gobierno "revolucionario" de Espartero se pone del lado de los capitalistas, sostenidos por las armas de los militares
contrarrevolucionarios y conciliadores, contra las masas oprimidas de la ciudad y el campo. Diseccionando los episodios de 1854, Marx asevera que la "cuestión social, en el sentido moderno de la palabra, carece de base en un país con sus recursos todavía no desarrollados y con
una población tan reducida como la España: (...) 15 millones de habitantes", lo que significa que en el Estado español no está aún madura la revolución social dirigida por el proletariado. Pocos años después, Marx cambiará de opinión sobre la madurez de la revolución en España.
Pese a la defección de O'Donnell y Espartero, las luchas de clases se agudizan y se producen motines en distintos puntos del Estado (Zaragoza, Castilla, Valencia), protagonizados por mujeres y campesinos, que corean lemas como "¡Abajo el gobierno!" y "¡Mueran los ricos!".
También se produce una primera gran huelga general, en Barcelona, en la que participan unos 40 000 obreros y donde se dan choques mortales entre patronos y obreros, fusilados por el Gobierno. En julio de 1856, O'Donnell, apoyado por Isabel II, derroca a Espartero.
Pese a los conatos de resistencia popular, el nuevo Gobierno disuelve las Cortes y el presidente de estas insta a la milicia nacional, la cual se insurreccionó en Madrid contra el ejército reaccionario, que se disperse. De nuevo, solo las masas insurrectas, también obreras, hacen
frente a la reacción, destacándose algunas figuras que pasarán a los anales de la historia del movimiento revolucionario en el Estado español como Pucheta, quien innovó en el arte de la guerra popular y trasladó tácticas guerrilleras rurales a una ciudad como Madrid.
Pese a los levantamientos en Zaragoza, Girona o Barcelona, el 31 de julio de 1856 O'Donnell consigue disolver la milicia nacional. En sus dos artículos sobre julio de 1856, Marx explica que los esparteristas y los burgueses liberales se alían al pueblo insurreccionado nada más
hacerse efectivo el golpe de Estado de O'Donnell, pero a las pocas horas la milicia nacional burguesa desaparece de la escena (incapacidad de la burguesía española, como la rusa, para llevar hasta las últimas consecuencias la revolución democrática), "(...) dejando a los obreros
todo el peso de la batalla", es decir, abandonando a la clase obrera y el campesinado: "(...) los proletarios fueron traicionados y abandonados por la burguesía". El de Tréveris distingue dos clases de batalla durante la lucha en Madrid: "(…) la una fue librada por la milicia
liberal de las clases medias, apoyada por los obreros contra el ejército; y la otra fue librada por el ejército contra los obreros abandonados por la milicia (...) En 1856 no tenemos ya simplemente la corte y el ejército de un lado contra el pueblo del otro, sino que además
tenemos en las filas del pueblo las mismas divisiones que en el resto de la Europa occidental” (Marx). Aquí se produce el viraje en Marx (viraje que, como decía Lenin en una de sus célebres cartas dirigidas al CC del POSDR[b], obliga a cambiar de táctica, manteniendo incólumes
los principios revolucionarios): en esos momentos, "la cuestión social en el sentido moderno del término" ya se aplica plenamente al caso español, siendo este un ejemplo específico de revoluciones democráticas de 1848, traicionadas también por la burguesía liberal.
Marx: “Espartero abandonó a las Cortes, las Cortes a los jefes, los jefes a la clase media y ésta al pueblo. (...) nueva ilustración del carácter de la mayoría de las luchas europeas de 1848-1849 y de las que tendrán lugar en adelante en la porción occidental del continente”.
El caso español le sirve igualmente a Marx para examinar a fondo el papel y sustento social del bonapartismo y las dictaduras militares. Para el renano, hay rasgos comunes entre Luis Napoleón y Leopoldo O'Donnell: industria moderna y comercio, dinamizados por clases medias
opuestas al despotismos militar, que atraen a las masas obreras, producto de la aún débil organización capitalista de la producción; dichas clases, atemorizadas por el ímperu revolucionario de los explotados, dan un paso atrás y se alían con su antiguo adversario: el despotismo.
La realidad de las luchas de clases en el Estado español obliga a Marx a cambiar su postura sobre la ausencia de "bases para la cuestión social" en España, así como la falta de inmadurez de la formación socioeconómica española para la revolución.
De hecho, en uno de sus escritos Marx reconoce que este cambio es algo "impresionante" e "inesperado", llegando a aseverar que la revolución de 1856 en el Estado español "se distingue de todas las que la han precedido por la ausencia de carácter dinástico alguno”.
Asimismo, "(...) en 1856 la revolución española [en la que el pueblo se levante de modo inequívoco contra Isabel II] ha perdido (...) también su carácter militar". En esta ocasión, prosigue Marx, se produce una clara escisión entre ejército y revolución/levantamiento:
si hasta ese momento el ejército español estuvo a la cabeza de los alzamientos, en 1856 apunta sus fusiles contra las clases populares y la milicia. Marx sentencia que la misión revolucionaria del ejército español ha terminado. (Tomen nota quienes hablan de "ganar" a esa máquina
burocrático-militar especial, separada y contraria a los intereses de los explotados que es el Estado burgués. Algunos en 2018 aún no han llegado a esta conclusión, Marx, en 1856, sí. Démosles tiempo a nuestros oportunistas, seamos pacientes.)
“El hombre en el que se centraban los caracteres militar, dinástico y liberal burgués de la revolución española —Espartero— se ha hundido…” (Marx). Profundizando en el carácter de la revolución en España, Marx refiere la existencia de una etapa intermedia hacia la revolución
social "moderna": no puede ser aún una revolución socialista, pero tampoco es ya una revolución militar y burguesa al uso (¿ tal vez dictadura democrática de la clase obrera y el campesinado?, ¿revolución democrática de nuevo tipo, dirigida por el proletariado?...).
“La nueva revolución europea hallará a España madura para cooperar con ella (…) 1854 y 1856 fueron fases de transición por las que tuvo que pasar para llegar a esta madurez” (Marx).
En cuanto al prisma de revolución insurreccional, Engels, aunque no en relación directa con los acontecimientos en España, también modificó su postura en parte al constatar en 1895 cómo habían cambiado las condiciones del enfrentamiento armado entre las clases.
Así, como se explica en el escrito "China, 1927. De la insurrección a la guerra popular", Engels vio que las condiciones eran más favorables a las tropas regulares de los ejércitos burgueses que a las masas revolucionarias, revisando de este modo la vieja táctica insurreccional.
El gran camarada de Marx postula que "hasta en la época clásica de las luchas de calles, la barricada tenía más eficacia moral que material”, lo que no implica que los combates callejeros vayan a ser inútiles, sino que "se producirán con menos frecuencia en los comienzos de una
gran revolución que en el transcurso ulterior de ésta y deberá emprenderse con fuerzas más considerables ”, relegándose a un segundo plano la insurrección, más como apoyo táctico a la guerra civil revolucionaria que como herramienta principal "desencadenante" de la revolución.
“(...) la época de los ataques por sorpresa, de las revoluciones hechas por pequeñas minorías conscientes a la cabeza de las masas inconscientes, ha pasado”. Si bien de forma limitada, Engels, al hablar de que el "ejército del proletariado", que está "lejos de poder conquistar la
victoria en un gran ataque decisivo", ha de "avanzar lentamente, de posición en posición, en una lucha dura y tenaz", prefigura, de forma contradictoria y limitada, la nueva línea y estrategia militar revolucionaria, la guerra civil revolucionaria, la Guerra Popular Prolongada.
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