Hay que trabajar la celebración, ciertamente. En una sociedad como la nuestra competimos contra muchos estímulos. Pero aquí se apunta a un problema que no es propiamente de los jóvenes, sino de la clase de sacerdotes que se esperan.
Se está sugiriendo en el Sínodo que se trabajen en la celebración la música y la predicación. Y que exista una catequesis previa sobre el significado de lo que se vive.
No todos los sacerdotes pueden explotar una vena de showman. Incluso dudo que eso sea lo correcto. Hay que ser, no aparentar ser. Como ministros y servidores del Misterio no tendría sentido hacer histrionismos.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Solo ordenamos gente carismática, gente con capacidades de liderazgo? No parecería muy evangélico, la verdad.
¿Seguimos haciendo lo que hasta ahora? ¿Que a los jóvenes se dediquen los curas jóvenes y con enganche? ¿Realmente eso ha servido de mucho? Vista la preocupación del Sínodo, no lo parece.
¿En qué nos deja esto, entonces? Pues que no se puede hacer depender la experiencia de Dios de un joven en el ámbito estrictamente celebrativo del carisma personal del sacerdote. No podemos insistir en el mismo camino.
Lo que sí puede hacer el sacerdote es ayudar a comprender en qué se participa. Ayudar a comprender los ritos y su significado. Suscitar hambre por participar plenamente. Darles los medios para que acaben espiritualmente agotados de la intensidad de lo vivido.
¿Cual es mi responsabilidad como sacerdote en la celebración? Desaparecer.
Soy yo el que me doblego a la forma del ritual, no el ritual el que se doblega a mi forma. A nadie le interesa realmente lo que yo proyecto de mi mismo en la celebración. Es una aportación inútil, un estorbo.
Celebrar según las normas, no como proyección de mi grandeza por ser obediente (fariseísmo), sino como acto de servicio a Cristo.
Vivir, dejarme interrogar por cada parte de la celebración, porque yo también me acerco con todos al Misterio. Subir a la misma cima a la que sube el pueblo, pues aquí todos somos Abraham, somos Moisés, somos Pedro, Santiago y Juan. Esforzarme con todos en rozar el velo.
En cuanto a la predicación, ser claros, pegado al texto de la Escritura. Concisos. No se habla “sobre”, se habla “para”. Y no se habla en nombre propio, de acuerdo con la propia medida. Se habla según la medida de Cristo.
Y se habla hasta el punto de que el primero que necesita escuchar esa predicación eres tú.
Quizá eso ayude a rescatar la atención de quien está distraído por tantos otros estímulos. Si reciben la catequesis oportuna de cómo implicar su vida e implicarse en cada rito, tendrán el regusto del extasis del encuentro.
Y ante esa experiencia viva, está garantizada la atención del pueblo. Niño, joven, adulto, anciano. Cada uno según su medida.
En fin, sí vale de algo, este es mi hilo sobre las celebraciones atrayentes #Sinodo #SinodoDeLosJovenes #Sinodo2018 #Synod2018
