1-1=1 No salen las cuentas. En el Evangelio de hoy, Jesús explica las matemáticas divinas, que parecen salirse de la lógica pero que tienen mucha cuando Él es parte de la ecuación. ¿Lo vemos? #HilosDelEvangelio #DomingoXXXII #FelizDomingo #DíaDeLaIglesiaDiocesana Mc 12
Dice que «estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales».
Y, continúa, «Llamando a sus discípulos, les dijo: “Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”».
Lo de esta mujer está fuera de toda lógica. Ha echado en el cepillo del templo todo lo que tenía para vivir.
¡Eso no es una limosna, diríamos nosotros, eso es darlo todo! ¡Una irresponsabilidad!
Lamentablemente, la palabra limosna está muy depauperada en el lenguaje común. Se la relaciona con el donativo que se hace sin preocuparse por el otro, incluso con la falta de justicia social.
La limosna sería una forma de perpetuar la injusticia y la desigual distribución de los bienes.
Pero para el cristiano es todo lo contrario. Etimológicamente, la palabra "limosna" significa compasión y misericordia.
En la limosna, el cristiano no da una cantidad, la que sea. Se da entero. Y si no se da entero (aunque la cantidad sea enorme) no estará haciendo limosna sino, a lo sumo, tranquilizando su conciencia.
El cristiano busca también transformar las estructuras de pecado que provocan las graves desigualdades de nuestro mundo. Por eso no puede estar ajeno al debate político, económico y social sino que ha de implicarse también con todo su ser
En nuestro mundo, donde el que reina es el dinero, todo se mide con cifras: euros, dólares, bitcoins...
Pero ante Dios, Señor de cielos y tierra, las cantidades no son importantes, lo que importa es el corazón.
De nada sirve, por tanto, que tú hayas vendido una propiedad para darla a los pobres si te guardas una parte, como les pasó a Ananías y a Safira según el relato de los Hechos de los Apóstoles.
¡Pero es mucho dinero, oiga! La mitad del piso que he vendido son 200.000 euros ¿Cómo no va a ser eso una buena limosna?
Pues para que lo sepas: no le sirven a Dios tus 200.000 euros y sí les sirven los 20 que ha dado la abuela de su pensión.
¡Pero yo he dado 1.000, qué digo, 10.000 veces más que la abuela!
No entiendes nada desde ahí arriba.
Es curioso cómo los pobres son mucho más generosos que los ricos.
No es que sean mejores personas, es que desde ahí abajo se ve mucho más clara la Providencia divina
Cuando no tienes nada y todo depende de Dios, lo ves a Él mucho más claramente
Y sabes que, aunque tengas poco, ese poco lo puedes dar porque Él te proveerá mañana de otro poco
Pero en cuanto tienes algo, dejas de poner tu confianza en Dios, y empiezas a depender de tus cálculos: Con este dinero, ¿para cuántos días tengo?
Y ya tu vida, tu futuro, tu mañana… (que no sabes si lo vas a tener porque te puede dar un infarto esta misma noche) depende, no de Dios, sino de tu capacidad para administrar ese poco (o mucho) dinero.
Por eso, el pobre se compadece (padece-con) porque sabe lo que es agotar el sueldo cuando todavía es día 20
Y sabe que se llega al día 30. Con dificultades, con sufrimientos, pero se llega. Y que también se llega cuando se acaba el día 15
Cuando la Iglesia recomienda la pobreza evangélica nos está invitando no a pasar hambre, sino a estar más cerca de Dios que se hizo pobre por nosotros
El catecismo lo dice muy bonito. Dice que “el abandono en la providencia del Padre del cielo libera de la inquietud por el mañana”.
El dinero crea la fantasía de libertad, con él “puedes hacer lo que quieras”, puedes “conseguir lo que desees”, pero en realidad te pone un candado tanto más gordo cuanto más gorda sea tu cuenta corriente.
Ese sí que es un dios cruel y destructor. Destruye a las personas, destruye las familias, destruye las naciones.
Mira detrás de cada conflicto humano. Si rascas, suele haber dinero por medio.
Confiar, no en el dinero sino en Dios nos dispone a la bienaventuranza de los pobres: “ellos verán a Dios”.
La Madre Teresa de Calcuta contaba una anécdota que tiene mucho que ver con el Evangelio de hoy.
Contaba que un mendigo se le acercó un día y le dijo: «Madre Teresa, todo el mundo te hace regalos; también yo quiero darte alguna cosa. Hoy he recibido tan sólo 29 céntimos en todo el día y te los quiero dar»
Madre Teresa pensó: «si acepto estos 29 céntimos (que no valen prácticamente nada), él corre el riesgo de no poder comer nada esta noche, y si no se los acepto, le voy a dar un disgusto. Entonces, extendí la mano y cogí el dinero».
«Nunca jamás he visto sobre ningún rostro tanto gozo como en el de este hombre, por el mero hecho de haber podido dar algo a Madre Teresa ¡Se sintió muy feliz!».
«Fue para él, que había mendigado todo el día bajo el sol, un enorme sacrificio el darme esta irrisoria cantidad con la que no se podía hacer nada».
«Pero fue maravilloso también porque estas pequeñas monedas, a las que renunciaba, llegaban a ser una gran fortuna porque habían sido dadas con tanto amor».
El mendigo, a quien le ocurre como a ti o a mí, que somos esclavos del dinero, aunque solo fuera a esos 29 céntimos, se liberó ¡Y qué felicidad la suya!
Porque la mayor pobreza, atención, ¡es estar atado al dinero!
Y… ¿Cuánto cuesta tu liberación?
Cuando hay un secuestro, la familia vende todo lo necesario, pide prestado si hace falta para pagar a los secuestradores.
Si eres consciente de que el dinero a ti también te ata ¿A cuánto asciende tu rescate?
La viuda del Evangelio dio todo lo que tenía. Jesús había visto su gesto y su corazón. ¿La iba a dejar morir de hambre?
Recuerda que Él también dijo aquello de “Mirad las aves del cielo, no siembran ni siegan ni recogen en graneros y vuestro padre celestial las alimenta”
Y más adelante, lo de «No os afanéis diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos vestiremos? (…) vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas»
La aritmética de Dios, como decíamos al principio, no es como la nuestra. No entendemos que uno menos uno no sea cero. El cero existe sólo si contamos dinero. El dinero sí es cero, sí es nada y vacío.
Pero Dios nunca puede ser 0, porque Él lo es todo. Si Él nos da uno y nosotros damos uno, el resultado vuelve a ser uno, como le pasó también a la viuda de la primera lectura de hoy, la de Sarepta
Aquí puedes leer, por cierto, la historia entera de las dos viudas de hoy ciudadredonda.org/calendario-lec…
Reconociendo en Elías a un enviado de Dios, esta otra viuda experimentó que uno menos uno no es cero, porque lo que se le da a Él no se pierde, sino que se gana ¡Y él devuelve hasta el ciento por uno!
Si la limosna no es dar de lo que te sobra, sino amar, y la medida del amor es amar sin medida, la medida de la limosna será dar sin medida.
Hoy, #DíaDeLaIglesiaDiocesana, una buena forma de canalizar esa limosna puede ser ayudando a tu parroquia para que pueda seguir anunciando a otros este mensaje de liberación y ayudando a tantos que lo necesitan. Aquí puedes liberarte online 😉 donoamiiglesia.es/es
#FinDelHilo
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