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Hombre Revenido @hombrerevenido
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A los humanos os cuesta mucho resaltar vuestros puntos fuertes. Estáis obsesionados con los defectos (tan evidentes, por cierto).

Vamos con una historia para recordar de qué pasta estáis hechos.
Poneos cómodos.
A las 11:57 de la noche, Aleksandr Fyodorovich Akimov entró silbando a su puesto de trabajo.
Era viernes y quedaban 87 minutos para el apocalipsis.
En 10 días iba a cumplir los 33 años. Lucía un estupendo bigotazo, como se estilaba entonces en la Unión Soviética.
Akimov era supervisor del turno de noche de la Unidad 4 de la planta nuclear de Chernobyl.
Junto a él andaba Leonid Toptunov, el encargado del reactor, un espabilado ingeniero de 26 años, que apenas hacía 3 que había salido de la universidad.
Ese día que terminaba estaba señalado en rojo para la realización de un test de seguridad.
En dicho test, había que reducir la potencia del reactor 4.
El controlador de la red eléctrica de Kiev les dijo que ni se les ocurriera hacer experimentos mientras la capital necesitara electricidad.

OK. Comprendido.
Decidieron aplazar el test a la noche, que era cuando menos energía de la central se requería.
Eso supuso que la prueba estuviera en manos de los inexpertos ingenieros del turno de noche. Pero "a ver, ¿qué podía fallar?", se dijo a si mismo Akimov para darse ánimos.
No eran conscientes de que una concatenación de errores técnicos, humanos y de protocolo, habían llevado al núcleo a una situación inestable
(recuerdos muy difusos de teoría atómica de 2º de BUP).
Akimov y Toptunov, nuestros dos ingenieros (conviene no cogerles mucho cariño), torcieron el gesto al ver los parámetros.

¿Y si dejamos el test para otro día?
El ingeniero jefe adjunto de la Central, Anatoli Dyatlov, les dijo que estaba todo bien. Que no fueran cobardicas, que palante.

Quedaban 40 minutos y 31 segundos para el apocalipsis
A las 1:23:05 del sábado 26 de abril de 1986 comenzó la prueba.

A las 1:23:40 se activó el SCRAM (el apagado de emergencia)
⌛️Quedaban 18 segundos para el apocalipsis.
Lo siguiente fue una tremenda explosión.
Los testigos que lo vieron desde fuera lo describen como una erupción volcánica.
La tapa de 2.000 toneladas del reactor voló por los aires.
Hubo un tremendo caos. Las líneas de comunicación internas dejaron de funcionar.

Los bomberos de la central se pusieron en marcha.
Se enfrentaron al terrible incendio, con llamas de hasta 10 metros.
Aquella madrugada, un pequeño grupo de bomberos evitó que el fuego se extendiera a los otros tres reactores causando una catástrofe monstruosa.

Y sí, aquellos bomberos ya se imaginaban lo que esas horas de lucha entre efluvios radioactivos podían significar.
Pocos días después de aquel incendio murieron por el síndrome de irradiación aguda los bomberos:
- V.I. Ignatenko
- V.M. Kibenok
- V.P. Pravik
- L.P. Telyatnikov
- V.I. Tishchura
- N.I. Titenok
- N.V. Vashchuk

Y el resto de compañeros iban a sufrir las secuelas durante toda su corta vida.
Volviendo a la central, los medidores se habían vuelto locos y no eran capaces de registrar los 20.000 rontgens/hora que había en algunas zonas.
(Siendo 100 la dosis letal).
Dyatlov, el superior al mando, estaba convencido de que el reactor no había sido dañado, que lo que había explotado era únicamente una acumulación de hidrógeno en el sistema de control de seguridad.

Su prioridad era enfriar el reactor.
Hasta los primeros vuelos en helicóptero a la mañana siguiente, nadie fue consciente de la magnitud del accidente.
Encendieron las bombas de emergencia para alimentar agua al sistema de refrigeración.
A las 5 de la mañana, Dyatlov enfermó y fue trasladado de urgencia junto al resto de heridos.
Sólo el 50% de las personas sobreviven a la radiación a la que había quedado expuesto. Pero Dyatlov vivió lo suficiente para ser juzgado junto al director Viktor Bryukhanov y el ingeniero jefe Nikolai Formin.
Fueron condenados a 10 años de trabajos forzados por negligencia.
Dyatlov no llegó a cumplirlos. Fue liberado a los 5 años y murió por las secuelas 4 años después.
Pero no nos desviemos.
En esa madrugada estaba en juego el futuro de Europa.
A las 6 de la mañana, Akimov y Toptunov son reemplazados por el turno de mañana.
Están confusos y exhaustos.
Creen que no deben marcharse.
Imaginan que la razón por la que no pueden enfriar el reactor es que hay una válvula cerrada en algún lugar.

Recorren penosamente los pasillos, válvula a válvula, durante horas, respirando partículas y chapoteando en agua mezclada con combustible.
Al finalizar, presentan los síntomas de una intoxicación por radiación: náuseas, piel oscura, cara hinchada...
Pero sonríen porque han hecho todo lo humanamente posible.
Aleksandr Akimov cumplió los 33 años en una planta especial del hospital 6 de Moscú. Donde moriría días después en una terrible agonía.
Poco después moría el joven Leonid Fedorovych Toptunov, con los mismos síntomas.

Ambos recibieron la Orden al Valor a título póstumo.
Akimov y Toptunov sacrificaron su vida por refrigerar el reactor 4, creyendo que permanecía intacto.
Sin embargo no era así. Sus esfuerzos habían sido en balde.
O peor que eso. Su bienintencionado intento de refrigerar el núcleo mediante un sistema de cañerías rotas había provocado una peligrosa piscina de agua justo debajo de aquel reactor nuclear que se estaba fundiendo.
Si ese magma extremadamente volátil alcanzaba el agua, la explosión destruiría lo central por completo y haría inhabitable media Europa durante milenios.
Por lo demás, hacía un estupendo día de primavera en la ciudad vecina, Pripyat,, donde todavía nadie era consciente de la gravedad del problema.
En pocas horas, se montó un operativo para desalojar a sus 45.000 habitantes.
Nunca regresarán a sus hogares y los efectos de aquellos dos días les acompañarán toda la vida.
Mientras Pripyat se vacía y las autoridades reaccionan, en la central de Chernobyl saben que lo crucial es sacar el agua de allí.
Como el ordenador de control no funciona, la única solución es bajar a la sala de válvulas y abrirlas manualmente.
¿Pero quién le pone el cascabel al gato?

Tic tac, tic tac...
Avanzaba inexorable el reloj del fin del mundo.
Todos se miraban, conmovidos.
Entonces una persona corriente, Alexei Ananenko, dio un paso al frente. Nadie conocía mejor que él las válvulas y el sistema de drenaje. Sabía que era su deber.

Otro ingeniero, Valeriy Bezpalov, decidió seguirle.
Necesitaban a alguien que alumbrara mientras ellos encontraban esa "aguja en un pajar". Todos tragaron saliva.

Boris Baranov se encogió de hombros y dijo "aquí estoy, yo lo haré".
Eran 3 trabajadores de la central y sabían perfectamente el final que les esperaba si se sumergían hasta las rodillas en agua radiactiva.
Pero ya no eran tres personas corrientes, ahora llevaban a la humanidad sobre sus espaldas.
Los 3 héroeas de Chernobyl bajaron al infierno, sin apenas protección. No había tiempo que perder.
Les perdieron de vista y hubo un gran silencio.
Desde fuera oyeron gritar de alegría cuando la luz del foco se encontró con la tubería principal. A partir de ahí todo sería más sencillo.

Largos minutos después, se escuchó el fluir del agua desde las esclusas.
LO HABÍAN LOGRADO
La leyenda dice que los 3 héroes no regresaron. O que regresaron y murieron al poco tiempo por aquella radiactividad que casi podía masticarse.

Lo explican muy bien en este genial artículo de 2010 que ha inspirado todo el hilo: lapizarradeyuri.blogspot.com/2010/04/los-tr…
Sin embargo, Andrew Leatherbarrow investigó y publicó en 2016 su libro "Chernobyl 01:23:40" en el que cuenta, entre otras cosas, que los tres héroes consiguieron sobrevivir milagrosamente.
Detalla que Ananenko murió en 2005 y que los otros dos todavía siguen vivos, lejos de los focos, quién sabe con qué secuelas, como tantos y tantos kamikazes anónimos que, cuando la cosa se pone fea, sacan lo mejor del género humano.
Ojalá tuviera alguna foto fiable de ellos. En internet hay alguna, pero creo que ninguna es real.
Imaginadlos como queráis.
600.000 liquidadores, en condiciones muy precarias, ayudaron a controlar la situación posterior en Chernobyl, cuyo reactor 4 está sepultado bajo un gigantesco sarcófago de hormigón.
La historia de Chernobyl puede ser la demostración de los peligros de la energía nuclear o la demostración de que tal sucesión de chapuzas jamás puede volver a pasar.
La historia de Chernobyl también puede ser la historia de cómo una élite corrupta mintió y traicionó a su pueblo.

Yo recomiendo quedarse con la otra cara de la moneda: las personas que decidieron quedarse a luchar, porque eso era lo que había que hacer.
FIN
ANEXO I
Los expertos nucleares me vais a aniquilar (con razón).
Paz
ANEXO II
Que yo no lo encuentre no significa que no se pueda encontrar.
:)
ANEXO III
Me pasan este gran hilo anterior sobre Chernobyl y no me resisto a añadirlo.
Muy completo
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