Es en blanco y negro.
Como las películas de Bogart.
Y acaba con la imagen de un corazón que quizá no olvides.
Observa.
De ahí los dos colores.
Sombras y luces.
Blanco y negro.
Sonido que impacta contra estructuras y que mediante un software se convierte en un trazo.
Es el corazón.
A su alrededor un espacio negro que no tenía que estar ahí.
A veces las sombras son una señal.
No es una armadura.
Pero facilita que se mueva dentro del centro de nuestro pecho.
Intacto y móvil.
Entre él y el corazón no hay apenas nada. Una pequeña cantidad de líquido.
El corazón habita un lugar secreto en el que mecerse.
Pero.
Siempre un pero.
Puede ser algo parecido al suero.
Puede ser algo parecido al pus.
Puede ser sangre.
Si ese espacio vacío, su zona de seguridad, se completa con lo que no debe tendremos problemas.
El corazón se comprime.
Quizá penséis que como músculo es capaz de hacer del estrés una forma de seguir adelante.
No siempre.
Esta es una de ellas.
Como nuestra cara.
O algo.
El izquierdo, poderoso y muscular que lanza la sangre al resto del cuerpo.
El derecho, tímido y más débil que recibe y envía su contenido a los pulmones.
El lado derecho es el primero en sufrir el impacto.
El lado izquierdo aguanta, pero termina por sentirse vacío.
Nada que regalar.
Y el corazón no sabe nadar.
Se ahogará.
Nos ahogará.
Para solventar eso se hacen varias cosas:
1. Se administra mucho líquido o sangre.
2. Se pueden añadir medicinas que hacen que el corazón se contraiga mejor.
3. Se debe vaciar esa cavidad.
Además para diagnosticarla tienes que pensarla... y a veces no es sencillo.
No se ve.
Se intuye.
Cuando ves uno se taladra en tu memoria.
No se va.
Os lo aseguro.
Aviso que no es un vídeo agradable pero resume muy bien todo el hilo.
Veréis pericardio.
Sangre contenida.
Y debajo un corazón... fatalmente herido.