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#Hilo sobre los encuentros restaurativos entre víctimas de ETA y presos arrepentidos 👇
Los victimarios que han hecho este recorrido, dentro de la vía Nanclares, decidieron ser embajadores de los Derechos Humanos, lo que se llama entrar en un proceso de rehumanización.
Los victimarios que han hecho este recorrido, dentro de la vía Nanclares, decidieron ser embajadores de los Derechos Humanos, lo que se llama entrar en un proceso de rehumanización.
Ninguno de ellos recibió ninguna recompensa penitenciaria por participar en estos encuentros. Como dijo Maixabel Lasa; los presos arrepentidos son los mayores deslegitimadores del uso de la violencia
estando presos, optaron por un recorrido personal autónomo, rompiendo con la violencia, con sus argumentos justificadores y reconociendo el daño injusto causado utilizando un lenguaje claro y preciso dirigido a la sociedad y a las víctimas generadas.
Fue una experiencia personal que ha trascendido de lo político para internarse en las contradicciones humanas ante la violencia, ante la ternura frente al dolor causado, ante la pertenencia a un grupo cerrado, ante los procesos de victimización o ante la superación del rencor.
Y necesitamos de estas experiencias, porque nuestra sociedad hasta hace poco estaba huérfana de ejemplos positivos de superación de las consecuencias de la violencia. El poder ético, simbólico y político de este tipo de gestos trascienden de colectivos concretos
porque como se dice en el libro “Los ojos del otro” coloca al ser humano, con todas sus contradicciones, sus cargas y sus retos en el centro mismo, sin la pesada mochila de representaciones ideológicas o patrióticas, desnudo ante su propio pasado, desnudo ante sus miedos
Por lo tanto estas experiencias de encuentros restaurativos son una de las herramientas más potentes para la revisión de un pasado que dejó roto el paisaje moral y para quebrar la infinita cadena del odio
Porque desde muchos ámbitos, la violencia nos la venden como algo épico, lleno de héroes y gestas, gente entregada y causas fabulosas, pero la violencia es sobre todo un trauma.
Y los presos de la vía Nanclares son portadores de esa angustia vital que cuestiona a quién no quiso ver antes el desastre. Por eso no se entiende que hoy haya quién no vea una utilidad e intereses ético y humano en esa experiencia, aunque no se quiera participar en los mismos.
Los encuentros preparados minuciosamente por gente solvente tratan de romper la doctrina del despreció y la cultura del odio. Y consiguen construir otro panorama moral, algo básico en todo proceso post violencia.
