Que ese aspersor de transfobia que se autodenomina marxista diga que no se puede ser marxista y creer en la identidad de género porque “rompe la división sexual del trabajo”, pues a mí me parece que no llega ni a chiste malo.
Amiga mía, llegas más de 150 años tarde: lo tuyo es mecanicismo y fue despachado por Marx y repudiado por todos y cada uno de los marxistas que han existido.
Que la división sexual del trabajo, o, cito, “la asignación de responsabilidades distintas según el sexo biológico”, sea el cimiento sobre el que se erige la construcción histórica del género está lejos de significar que la segunda se reduzca a la primera.
Según su lógica, tan pronto como exista una mujer cis que no tenga asignadas las responsabilidades que le corresponden a su sexo biológico (y, a lo mejor es que me he asomado demasiado al tuiter queer, pero me atrevería a jurar que alguna mujer así ya existe), >
esa mujer no estará oprimida como mujer (¡y afirmar lo contrario sería idealista!). Vaya, un momento, que para colmo esto no cuadra con que el único indicador fiable de si se padece opresión machista sea tener coño.
No es que una de las dos cosas sea incorrecta, es que lo son las dos. El sistema sexo-género tiene su origen en la división sexual del trabajo, pero no puede reducirse a ella. Como tampoco puede reducirse a los genitales ni a la capacidad de gestar.
Pero es que mezclar las dos ya es de traca. Que mantengas el esencialismo biologicista de la opresión que emana de los genitales a la vez que reconoces el origen sociohistórico de dicha opresión (y presumes de materialismo histórico) habla alto y claro:
Te importa una mierda entender nada y estás dispuesta a aferrarte a cualquier dogma mientras ampare tu flagrante transfobia. Del marxismo sólo te interesa el disfraz, por la credibilidad que pueda darte ante tu público, que por cierto se compone de terfazas y folclóricos varios.
