Hilo sobre consentimiento viciado y género
Podemos decir que la dificultad o incapacidad para decir "no" a aquello que no se desea, a menudo en el ámbito sexual pero no exclusivamente en él, constituye una experiencia social compartida.
Podemos decir que la dificultad o incapacidad para decir "no" a aquello que no se desea, a menudo en el ámbito sexual pero no exclusivamente en él, constituye una experiencia social compartida.
Sin embargo, en este asunto las diferencias de género son de carácter fundamental, constituyendo incluso la base sobre la que se da el consentimiento viciado, base que será por tanto distinta según el género.
Las mujeres que tienen dificultades para decir "no" suelen ser conscientes de su falta de deseo, pero acceden por miedo a defraudar a los demás, por el rechazo o sentimiento de culpa que les causa no cumplir con las expectativas externas;
su pensamiento toma la forma de "el otro quiere que acceda". Como sujeto paciente, su identidad se define con respecto a otros, de los cuales ella es complemento: por eso, satisfacer las expectativas de esos otros toma para ella la forma de fin en sí mismo.
La validación de la identidad femenina se produce en negativo: la mujer queda invalidada como tal cuando no satisface a los demás, cuando contraría el deseo ajeno. No existe un "afirmarse" femenino, sólo existe un "no negarse".
Así, el deseo de la mujer es del todo innecesario, solamente importa que acceda: no hay nada que afirmar, solamente importa que no se niegue a sí misma como complemento.
Por su parte, los hombres suelen no saber siquiera que no desean, y cuando lo saben, lo que pretenden autoimponerse es el propio deseo. Por ser sujeto realizador, definido afirmativamente, por tener un destino propio, por definirse en absoluto y no con respecto a, al hombre no
le basta con acceder, sino que necesita además convencerse de que así lo deseaba: debe cumplir y hacerlo con vigor, pues está en juego su autopercepción; en su pensamiento no aparece el otro o aparece de forma anecdótica, ya que el factor de peso no es lo que pensarán los demás,
sino el derrumbamiento de la identidad masculina del que, en todo caso, derivaría aquello que pudieran pensar los demás. Mientras la mujer "no quiere defraudar", el hombre "quiere ser hombre": el hombre *se afirma* como tal. Ahora bien, la identidad masculina se valida, se
refuerza y se apuntala a través de la validación de los demás hombres. La coacción interna que el hombre ejerce sobre sí sólo puede entenderse en relación a la coacción externa que el grupo de hombres ejerce sobre cada uno de ellos. Sin embargo, la validación del grupo actúa de
una forma fundamentalmente distinta al caso femenino. Mientras para las mujeres "no defraudar" es el propio objetivo, para los hombres se presenta como el signo que indica que "son hombres de verdad": la opinión del resto de hombres es un termómetro para la masculinidad.
El hombre quiere "no defraudar al grupo", pero no porque tema en sí que los demás sientan decepción, no porque considere la decepción de los demás algo malo en sí que él tiene la función social de evitar, sino por lo que dicha decepción indica sobre él: la humillación de no ser
apto, de no ser afirmativamente suficiente para el papel de hombre. Cabe aclarar que el hombre quiere evitar defraudar al grupo también por las consecuencias objetivas que defraudarlo le supone: no es sólo saberse no-hombre, sino por supuesto sufrir las burlas y demás mecanismos
del grupo, pero a esto se hacen necesarias dos matizaciones importantes. Por un lado, y de nuevo, no se trata de evitar la decepción ajena en sí misma, sino sus consecuencias en relación con uno. Por otro, las consecuencias en el grupo, la validación e invalidación del grupo,
están hondamente ligadas con la propia identidad masculina, pues ésta se ha construido en relación con aquéllas: no hay manera de disociarlas. El derrumbamiento de la identidad masculina y la invalidación del grupo constituyen una unidad, no hay una cosa sin la otra.
También así se explica que las mujeres tengan dificultades para decir "no" en todos los ámbitos y contextos, mientras que en los hombres el contexto es fundamental, pues
en unos casos el "no" afirmará su masculinidad (por ejemplo, cuando se le haga una oferta insuficiente o una petición excesiva), mientras en otros la negará (por ejemplo, en el contexto de una ocasión sexual con una mujer).
