A Juan Carlos, el conductor, no le importa.
En 40 años como taxista, ha vivido de todo; pero nunca lo de esta noche.
HILO 👇
4:30 horas de la madrugada de un frío sábado de enero.
A pesar de eso, Juan Carlos suda. Suda tanto, que incluso se le empañan las gafas.
- Tranquila – le dice a la mujer que está sentada en los asientos traseros.
Da un volantazo para no chocar con otro coche.
“¿Por qué no compraría ese manos libres” ?, se lamenta a sí mismo.
La mujer llora y grita de dolor.
- Tranquila. Ya estamos cerca ¿Cómo te llamas? – le pregunta para tranquilizarla.
- Ayana
- ¿Ayana? Qué nombre más bonito.
- ¡Mierda! – grita mientras lanza el micrófono contra el salpicadero. - No funciona.
Se salta otro semáforo en rojo.
La mujer, vuelve a gritar desesperadamente.
- Tranquila, Ayana, tranquila.
Toda la familia se despidió de ella: su madre, sus hermanos, sus abuelos…Y su padre.
Al él era al que más echaba de menos: sus abrazos, el día que le enseñó a montar en bicicleta, cuando la subía a caballito…
- En cuanto te vi por primera vez, supe qué nombre te íbamos a poner – contaba siempre - “Se llamará Ayana”, le dije a tu madre.
Sufre tanto, que se tiene que tumbar en el asiento.
- Por favor – le dice a Juan Carlos – me duele mucho. Creo que algo va mal.
Nota el latido de su corazón en las sienes.
El dolor, se hace insoportable.
El dinero que le mandaba su familia no llegaba para cubrir todos los gastos y pensó que debía hacer algo para remediarlo.
Encontró en la prostitución una manera fácil de ganar dinero; pero también errónea.
Ayana aceptó.
Y esa fue su sentencia de muerte.
Denunciar a la Policía tampoco era una opción válida.
Desde entonces, vivía asustada.
Estaba en un país que no conocía, haciendo algo que no quería y alejada de su familia. Una familia amenazada de muerte por su culpa.
El taxi sigue atravesando cruces a gran velocidad sin percatarse en los demás vehículos.
En cuanto Juan Carlos se percata de que la Policía lo sigue con las luces y las sirenas puestas, se para a un lado y baja del vehículo.
Juan Carlos abre la puerta de los asientos traseros.
Cuando los policías miran al interior, observan a Ayana retorciéndose de dolor encima de un charco de sangre.
- A ver Sala, necesitamos urgentemente una ambulancia en calle…Repito, es muy urgente.
- Dígame ¿Qué pasa ahí? - le responden desde el otro lado.
- Tenemos a una chica de parto en el interior de un taxi. Pero algo no va bien. Por favor, mande una ambulancia. Es urgente.
Juan Carlos, sin dejar de mirar a Ayana, tarda unos segundos en reaccionar.
...
Sufre.
Empuja.
Se acuerda de su familia…
Vuelve a empujar.
Le duele inmensamente.
Empuja más.
Está a punto de desmayarse.
Se acuerda de las calles de Asaba, las comidas familiares, de montar en bici…
- ¡Es una niña! – le dice un policía.
Ayana ha perdido mucha sangre. Se le nubla la vista. Sin embargo, logra sonreír.
- ¿Qué nombre le vas a poner? – le pregunta
- Ayana, como yo.
- ¡Qué bonito! ¿Y qué significa?
- Bella flor
Entonces, cierra los ojos para siempre.