La situación actual requiere, por un lado, y de manera generalizada, un cambio de hábitos conductuales. Y, por otro lado, en muchos casos, seguir comportándonos con normalidad pero en un contexto muy distinto del habitual (por ejemplo, con el "teletrabajo" o con niños en casa).
Es un buen momento, por tanto, para recordar que buena parte de estos comportamientos son de naturaleza operante. Y, por tanto, dependen de las consecuencias que producen en el ambiente.
La conducta no se produce en el vacío, sino que siempre lo hace en un contexto determinado. Y ese contexto, como decía, ha cambiado radicalmente para muchos/as de nosotros.
Una buena manera de ayudar a los demás a adaptarse a esta situación es a través del establecimiento de las contingencias adecuadas para sus conductas. Porque no se van a producir solas.
Porque, por más que nos informen acerca de lo que hay que hacer y de lo que no hay que hacer, de nada servirá si las consecuencias de nuestro comportamiento no acompañan.
Es momento para que los psicólogos y las psicólogas hagamos, en la medida de nuestras posibilidades, una labor de "psicoeducación" en este sentido en nuestro entorno más próximo, incluidas las redes sociales.
Si nos limitamos a señalar y ridiculizar aquellas conductas que ahora son menos aceptables, corremos el riesgo de que las que son más aceptables no lleguen a entrar en contacto con las contingencias adecuadas. Reforcémoslas. Por aproximaciones sucesivas si hace falta.
No exijamos la perfección a los demás sin antes comprobar que hemos puesto los discriminativos en su sitio. Y mucho menos sin comprobar que estamos reforzando las aproximaciones adecuadas.
Entendamos que los cambios repentinos de contexto conllevan alteraciones conductuales. Y motivacionales. Entendamos a cada persona en su contexto y, si está en nuestra mano, analicemos qué podemos hacer para poner un granito de arena en el nuevo camino por el que debe andar.
No todo el mundo sabe, ni tiene por qué saber, dadas las circunstancias, acerca de las leyes que rigen su comportamiento.
Pero si los que sí sabemos ponemos de nuestra parte, estaremos haciendo un gran favor a los demás y, por ende, a nosotros mismos.
Si criticamos lo que hace alguien pero esto no tiene efectos en su conducta futura, entonces algo estamos haciendo mal. Es más, si ese alguien se reafirma en lo que ya estaba haciendo e incluso "empeora", entonces habrá un error doble por nuestra parte.
Y podemos cometer errores, ojo, porque también somos organismos. Pero tenemos herramientas para identificarlos, así como para poner solución ante los mismos. Herramientas que no todo el mundo tiene.
Los organismos gubernamentales, con la mejor de sus intenciones y de manera muy acertada la mayoría de veces, no paran de indicar pautas a seguir. Y debemos seguirlas.
Pero no incluyen pautas de comportamiento respecto al comportamiento de los demás. Ni aseguran que el seguimiento de esas pautas vaya a producir consecuencias reforzantes.
Esto muchas veces provoca que rápidamente nos echemos encima de todo aquél que no respeta las normas. Y, por desgracia, raras veces provoca que ayudemos a los demás en la consecución de esas conductas "normativas".
Reforcemos aquello que está bien hecho y pongamos fácil que se pueda llegar a hacer cuando nos encontremos individuos que incumplan.
De lo contrario, que no nos sorprenda que el resto de organismos hagan lo contrario a lo que se les pide por (entre otras cosas) reforzamiento negativo. Y si nos sorprende, revisemos por qué.
Porque si no, a ver con qué cara decimos después que la psicología puede servir para cosas importantes.
