¿Alguien ha calculado cuánto tardaríamos en tumbar el sistema si tomásemos conciencia de que existen alternativas locales más justas, baratas, éticas, transparentes y limpias para todo? @juantorreslopez
¿Alguien ha pensado en lanzar una campaña feroz promoviendo el abandono de aquellas empresas a quienes alimentamos con nuestras míseras pesetas, y que siempre terminan estafándonos de la manera más cruel?
¿Alguien ha pensado en que, quizá, lo que más daño le hace a un sistema capitalista es precisamente quitarle el capital, que además es nuestro?
¿Qué capacidad de influencia tendría alguien sin capital en un sistema capitalista? Pues es fácil adivinarlo: la misma que cualquiera de nosotros, ninguna.
¿Somos conscientes de que nos manipulan constantemente? ¿Y de que esa manipulación está enfocada a causarnos mal a nosotros, y bien −sólo− a ellos? ¿Por qué nos servimos de esa misma estrategia para redirigir esa inmensa fuerza que tenemos hacia nuestro propio bien?
¿Por qué ni siquiera quien tiene los medios para hacerlo, y dice saberse profundamente concienciado con el cambio, tampoco lo hace? ¿No pueden? ¿No quieren?
¿Cuál es la alternativa? ¿Pelearnos a cabezazos con quien ostenta absolutamente todo el poder, y además en su terreno? ¿Es eso siquiera mínimamente cabal?
Pongámonos ahora en que sucede un movimiento lo suficientemente fuerte y plural, y un número considerable de ciudadanos decide abandonar a las multinacionales. Y estas lo sufren. ¿Qué ocurriría después?
Hay gente que tiene hipotecas, créditos o depósitos, estén más o menos de acuerdo con el sistema. Ante la inestabilidad, los bancos bajan rentabilidades y suben los intereses. Ya tienes a toda esa gente en tu contra, más o menos razonablemente.
Los gobiernos −que tienen todo el poder− reaccionan y comienza la intoxicación. Pueden destruir empleo; imagina a ese tipo al que le suben los intereses, en el paro. Si el movimiento fuese lo suficientemente potente, el riesgo de contagio sería inasumible para el sistema.
