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Es difícil pensar que el tema Venezuela se resolverá en la ONU. Estados Unidos ha sido hábil en elevar el tema a la instancia del Consejo de Seguridad, no para que surja de allí la solución, sino para dejar en evidencia al régimen y sus secuaces y posicionar la situación.
Desde luego, ha sido importante que el tema se discuta allí, que se deje en evidencia a Rusia y a China y que se entienda la situación venezolana como un tema de Occidente. Ahora bien, lo que decidan hacer los países obedecerá poco o nada a la ONU, más allá de la vitrina.
Cuando se contrasta visión Occidente y política directa y clara hacia Guaidó, se evidencia que la ruta es irreversible, más allá de ONU. Rusia y China quedan al descubierto: Una veta por no ceder ante Estados Unidos; otra veta por posición histórica, pero no defiende al régimen.
Estados Unidos agota todas las vías posibles que dejan en evidencia a secuaces de Maduro en foros internacionales. Estados Unidos debe hacer prevalecer su peso, junto al de sus aliados, en la ONU. No abandona su poder allí, pero lejos de actuar con él, lo usa como vitrina.
Estados Unidos propone solución en la frontera y el régimen la quema; propone solución en la ONU y los secuaces del régimen la descartan. Eso no es casual: se agotan las instancias para justificar otras acciones, alineados –o no- con Latinoamérica y Europa en el cómo.
Dicho de otro modo, Estados Unidos, Europa y América Latina coinciden en el qué: elecciones libres, pero no en el cómo. El cómo no resultará de la ONU, sino de quien finalmente decida actuar y solucionar la situación.
