¿Por qué los intelectuales tienden a sentirse tan atraídos por los regímenes totalitarios?
La respuesta hay que buscarla en los más íntimos resortes de la psique humana: la envidia, la soberbia, el deseo de seguridad.
Y de pronto viene el boom de las redes sociales: Facebook, Twitter.
Y comienza el horror.
2. Seguridad académica. Cortejar al chafarote o al mandamás de turno me garantiza cátedras universitarias y otro tipo de ventajas: prebendas, publicaciones.
En una sociedad libre, la gente decide si compra o no mi libro (o mi cuadro o mi música). Y puede que la gente decida que no le gusta lo que yo hago.
Así como los fabricantes de zapatos o de quesos deben competir,
¿Es una situación irritante? Sí, puede ser una situación irritante y molesta. Usted puede pensar que es injusto.
A lo mejor usted es un genio literario y acaba de publicar un libro extraordinario, pero al vecino esa vaina no le interesa: él va seguir con su “Crepúsculo” y con su “Juan Salvador Gaviota”, si es que lee. Es una cuestión de libertad.
Es una cuestión de libertad, así de simple.
a) Ya no tengo que competir con nadie (ni con el mediocre que vive al lado ni con un Vargas Llosa); b) ¿Y por qué tendría yo que competir, si yo soy brillante, única, especial, inteligentísima? (My mom told me so);
Para resumir este largo punto 3, debemos de nuevo volver a Popper: sociedad abierta, democracia liberal, respeto por la libertad del otro, por el libre mercado.
No, no es lo mismo. Lo que sí es invariable es la libertad humana: así como no te puedo obligar a comprar la zanahoria,
Hablábamos entonces de
1. Seguridad económica.
2. Seguridad académica.
3. Temor al mercado (a la libre competencia).
Pero hay más:
Un ejemplo muy sencillo.
Si el intelectual es un tipo racional (y razonable), debería tomar nota de la objeción, considerarla, analizarla, y eventualmente revisar su postura.
Como ellos son más inteligentes y más cultos (y como nosotros somos plebeyos y recién llegados), ellos ven lo que nosotros no podemos ver.
Se entiende que prefieran el totalitarismo (¿rojo, azul?, para el caso da lo mismo), se entiende. Mucho más cómodo es que obliguen a los demás a escucharme y a aplaudirme.
Como en el tenis.