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Hoy se celebran 100 años del eclipse solar del 29 de mayo de 1919. Fue muy importante porque permitió demostrar, por primera vez, que la teoría de la relatividad es correcta. No solo eso, provocó que Albert Einstein se convirtiese en un referente mundial de la noche a la mañana.
En honor a la verdad, Albert Einstein ya era relativamente conocido, pero aquel eclipse provocó que alcanzase la popularidad. Porque, a principios del siglo XX, la visión del universo estaba todavía dominada principalmente por las leyes de la gravedad de Newton.
Y con razón. A fin de cuentas, eran perfectamente válidas para explicar todo lo que se podía observar en el universo... O digamos que casi todo. Porque lo cierto es que Einstein se dio cuenta de que faltaba algo. Hablé de la teoría de la relatividad aquí:
Uno de los casos más célebres que hizo ver que con las leyes de Newton faltaba algo es la precesión de la órbita de Mercurio. Es un nombre de lo más enrevesado que, en realidad, se refiere a la rotación que describe una órbita vista desde el espacio, como en la imagen.
Resulta que el ritmo de la precesión de la órbita de Mercurio no encajaba exactamente con lo que se derivaba de los cálculos de las fórmulas de Newton. En el marco clásico, eso quería decir que tenía que haber algo, entre el Sol y Mercurio, perturbándolo. Una fuente de gravedad.
Por cierto, hablé del Sol, de un montón de aspectos y detalles de la estrella en torno a la que todo gira, en este hilo:
Y de Mercurio hablé en este otro hilo, también contando un montón de cosas sobre el planeta más cercano al Sol:
O, por lo menos, el que en aquella época se pensaba que PODÍA ser el planeta más cercano al Sol. Porque, si la precesión de su órbita no encajaba, según lo que explicaba la gravedad de Newton, tenía que haber un objeto más, otro planeta, aún más cercano... hasta le dieron nombre.
Es una historia muy curiosa, porque durante un tiempo se creyó que, realmente, había un planeta más entre Mercurio y el Sol, lo bautizaron como Vulcano:
Pero Einstein se dio cuenta de que aquello no encajaba y era posible explicar el comportamiento de Mercurio, y muchas otras cosas, como el producto de la curvatura del espacio-tiempo alrededor de objetos muy masivos. Pero... ¿cómo demostrar que estaba en lo cierto?
El eclipse del 29 de mayo de 1919, por sí mismo, no es terriblemente interesante. Destaca por ser uno de los más largos del siglo XX. Duró 6 minutos y 51 segundos. No había uno tan largo desde el 27 de mayo de 1416. Pero hubo otros dos más largos en el mismo siglo.
El 8 de junio de 1937, un eclipse solar de 7 minutos y 1 segundo, que era el más largo desde el que sucedió el 1 de julio de 1098 (sí, 1098, no es una errata). Y después por el del 20 de junio de 1955, que duró 7 minutos y 8 segundos. Ese es el más largo por el momento...
No será superado, de hecho, hasta el eclipse solar del 16 de julio de 2186, que durará 7 minutos y 29 segundos (y será el más largo en mucho tiempo). Así que el eclipse solar por sí mismo habría sido llamativo, pero no como para entrar en la historia... de no ser por Einstein.
La relatividad de Einstein predecía que la luz, en su recorrido, se vería curvada en presencia de un objeto muy masivo (como el Sol). En el caso de nuestra estrella, se podía calcular cuál debería ser esa curvatura, 1,75 segundos de arco. Es un ángulo tremendamente pequeño.
Es el que describiría un triángulo de unos 2,5 centímetros de altura... ¡y 3 kilómetros de largo! La gravedad de Newton también mostraba que la luz debería curvarse, pero la cifra era menor. Así que era una posibilidad para demostrar si Einstein o Newton estaban en lo correcto.
Pero claro, es un ángulo tan pequeño que, a principios del siglo XX, se creía que no había forma de medirlo con un experimento desde la Tierra. Al menos hasta 1917, cuando el astrónomo Sir Frank Watson Dyson pensó en un experimento que podría permitir comprobarlo...
Un experimento que se podría llevar a cabo en el eclipse solar del 29 de mayo de 1919, porque el Sol, en el momento del eclipse, pasaría por delante del cúmulo abierto de las Híades, uno de los más brillantes del firmamento. Su luz pasaría por el campo gravitacional del Sol.
Por cierto, si os interesa, hablé de los cúmulos abiertos (y los cúmulos globulares) en este hilo:
Así que, durante la oscuridad de ese eclipse, se podría medir con precisión el cambio de posición de las Híades (por culpa de la gravedad). Aunque Frank Dyson propuso el experimento, fue Sir Arthur Eddington quien lo llevó a cabo ya en 1919.
Primero, en enero y febrero de 1919, midió cuidadosamente la posición del cúmulo de las Híades. Después, solo había que esperar hasta mayo de 1919 para comprobar si la relatividad tenía razón. El 29 de mayo, Eddington se desplazó hasta Príncipe, una isla en el golfo de Guinea,
en el oeste de la costa de África. Al mismo tiempo, Eddington también hizo que otro grupo de astrónomos viajase hasta Sobral, en Brasil, para observar el mismo eclipse. El motivo era, simplemente, asegurarse de que una de las dos ubicaciones pudiese hacer las observaciones.
En caso de que la otra estuviese cubierta de nubes en el momento del eclipse. Pero no fue así. Los dos equipos pudieron tomar imágenes de los 6 minutos del eclipse (pensad que esto era a principios del siglo XX, no fue, ni por asomo, tan fácil de organizar como hoy en día).
Una vez Eddington recopiló todos los datos, se puso manos a la obra. El 6 de noviembre de 1919 publicó sus resultados. Confirmó que la luz se curvaba exactamente tal y como indicaba la teoría de la relatividad. Einstein había ganado. Su teoría era correcta...
Al día siguiente, fue la portada de muchos periódicos de todo el mundo. De un día para otro, se convirtió en una celebridad. Y esa curvatura no se quedó en una simple anécdota. Al contrario, es una herramienta muy útil para las observaciones. Se le llama lente gravitacional.
Porque, en el caso de objetos muy lejanos, si hay un objeto masivo a medio camino entre nosotros y ese lugar, la luz se curva a su alrededor y se magnifica, aumenta su intensidad. Literalmente, nos permite ver objetos que, de otro modo, podrían ser demasiado tenues para verlos.
El uso de la lente gravitacional permite estudiar objetos de todo tipo e, incluso, propiedades del universo o sus características, como su expansión. Puede ayudar a intentar estudiar la materia oscura, por ejemplo:
Y todo, gracias a la genialidad de un investigador que se preguntó cómo funcionaba la gravedad, y a otros científicos que quisieron comprobar si estaba en lo correcto.
¡Fin del hilo!
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