Thread by @IrvingGatell

1. Debo reconocer que hay un aspecto en el que López Obrador se diferencia mucho del resto de los políticos mexicanos, y tiene que ver con una dinámica literalmente perversa, propia de los tiempos electorales.

Abro hilo...

2. Cuando hay elecciones en México, el asunto de las promesas de campaña tiene vida propia. Pareciera que no se trata de quién promete lo más verosímil, sino todo lo contrario. Incluso, me atrevo a afirmar que los mexicanos ya sabemos que las promesas no son para cumplirse.

3. Más que un plan de trabajo o un objetivo a buscar, las promesas se convierten en un modo de medir la personalidad del candidato y, por lo tanto, de la posibilidad que tiene para conquistar la simpatía de los votantes.

4. Lo hemos visto sexenio tras sexenio, elección tras elección: prometen y prometen, y a la hora de llegar al poder se olvidan de lo prometido para hacer lo que es posible, o lo que les conviene. En estricto, creo que ningún mexicano se sorprende de esto.

5. Ese fue el éxito de López Obrador: prometió cualquier cantidad de tonterías. Algunas, verdaderamente abyectas e irracionales. Pero convenció a mucha gente de que era el candidato no porque fuera a cumplir, sino porque esa gente se podía identificar con él.

6. Más que ningún otro candidato, López Obrador logró que millones de personas dijeran algo así como "qué importa que prometa tanta tarugada; es alguien que sí se identifica con la gente y, aunque tenga que hacer algo diferente a lo prometido, está con nosotros".

7. Pero ¡Oh maldita sorpresa! Resulta que el desquiciado sí está tratando de cumplir con lo que prometió. Es decir, está tratando de implementar en el país todas las tarugadas y estupideces irracionales de las que ha estado hablando durante 13 o 14 años.

8. Eso es lo que lo hace distinto: el político tradicional mexicano promete tonterías y luego se comporta moderadamente normal. AMLO promete tonterías y luego trata de cumplirlas. De paso, se le ocurren más tonterías y también se esfuerza por llevarlas a cabo.

9. Millones de quienes votaron por él creyeron que ya estando en la presidencia no tendría más alternativa que comportarse razonablemente. Bien, ya vieron que no. Que la sensatez y la prudencia le importan un pepino. Vamos, ni siquiera conoce los conceptos.

10. En el otro extremo, y con otro tipo de taras cognitivas, sus fans incondicionales creen que el paraíso consiste en ver al delirante presidente tratar de cumplir sus irracionales promesas. No importa que lo destruya todo. El goce estético es verlo en acción destructiva.