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#CosasQuePasanEnLaGuardia #54. Esto pasó hace unos años, y todavía no logro sacármelo de la cabeza.
Guardia explotada, como siempre. 15 hs. No hay dónde sentar a medio paciente. Llega una conocida de alguien de secretaría que está doblada para adelante de la lumbalgia. (+)
(-) Los traumatólogos están operando. Sólo pide que le calmemos el dolor. Tendrá unos veintipocos. Es flaca, alta, rubia de ojos verdes, sin demasiadas lolas, aunque las que tiene le alcanzan para que todos los que pasan la miren no solo a los ojos. (+)
(-) Culo debe tener bastante, porque un compañero –que nunca me pareció para nada indiscreto– se lo señala a otro con cara de estar por infartarse. Hasta los pacientes la miran. Me acerco para ofrecerme a revisarla y alejarle los buitres, pero uno de los varones se me adelanta.(+
(-) Le charla a lo galán –él, que siempre nos pareció tan tímidón– sobre si es modelo o actriz y si se lastimó desfilando. La chica le sonríe y dice que es ambas cosas, aunque recién está empezando. Mis otros dos compañeros se unen a la conversación y ella desparrama ojitos.(+)
(-) Ya casi ni se le nota la lumbalgia. El galán inicial –que es nefrólogo y de columna no entiende nada– le pide una placa y la acompaña a que se la hagan. Vuelven ambos –él llevándole la cartera– y la hace sentar en la punta de una camilla (+)
(-) en el box cuatro –que está justo frente al negatoscopio– mientras él evalúa la placa como si entendiera lo que ve. La chica lo mira con admiración. Él vuelve a su lado y le dice que no encuentra nada roto, (+)
(-) pero que por las dudas prefiere que espere a que los traumatólogos la reevalúen cuando bajen, que mientras tanto él le va a ir indicando algo para el dolor. Yo miro de no tan lejos la escena y ruego para que no sea tan baboso como para ofrecerse a aplicarle él la inyección.(+
(-) Veo que se acerca al office de enfermería. Lo sigo y hago que busco una máscara para nebulizar. Agarra las ampollas. Lo miro. Nota mi mirada y ve que sacudo la cabeza. Asiente, le da las ampollas al enfermero y le indica que se las aplique a “la chica linda del box cuatro”.(+
(-) El enfermero le pregunta el apellido.
–Te vas a dar cuenta de quién hablo –le dice mi compañero con una sonrisa gigante.
–Para tanto? –interroga el enfermero con las cejas para arriba.
El otro asiente. Me dan ganas de cachetearlos.
(+)
(-) Salen los dos para el box. Yo me voy a ver a una paciente que el orientador de la guardia puso a nebulizar. Apenas pronuncio su apellido, escucho un ruido seco de esos que no querés oír en una guardia. Se me tensan todos los músculos. (+)
(-) No entiendo muy bien de dónde viene. Le pido a la paciente que me espere y me asomo box por box, segura de que algún viejito se cayó. En su defecto, pienso que debe ser algún borracho que se tiró de la camilla. No encuentro a nadie en el piso. (+)
(-)
Veo a mi compañero que corre por el pasillo.
–¿Qué pasó? –le grito y me acerco.
Agarra gasas y vuelve a correr mientras responde “la chica”. Lo sigo. Me pide que consiga un camillero. Lo pido por altoparlante. Ni aparece. (+)
(-) Veo pasar a uno con el emergentólogo y un paciente intubado y le pido que apenas termine, venga. Asiente. Vuelvo a los boxes. Mi compañero trata de amuchar a los pacientes para sentar a la modelo que tiene la cara bañada en sangre. (+)
(-) Lo ayudo y me cuenta que pasó lo que tantas veces temí al ver a los enfermeros aplicar intramusculares en el baño –no por comodidad, sino por no haber otro lugar disponible– con el paciente de pie: la chica se desmayó y se dio cabeza y cara contra el inodoro y la pared+
(-) Trato de parecer serena, aunque la remera que tengo debajo de la chaqueta del ambo se haya empapado en transpiración. Le ofrezco ir a pedirle una tomografía. Acepta. En el camino repito para adentro “que esté la señora del carré rubio” una y otra vez(+)
(-) –con los dedos de ambas manos cruzados– hasta que llego la puerta. Golpeo. Sale el alto, pecoso de rulos colorados con el que tan, tan mal no me llevo. Le pido el estudio. Dice que vienen tres de terapia, que la lleve en una hora. (+)
(-) Le explico el caso y que no quiero que mi compañero se coma un lío porque la chica es modelo. Ante la última palabra abre grandes los ojos y se le estira la comisura derecha como cuando le mira el culo a la radióloga morocha que hace crossfit. (+)
(-) –Traela ya –me dice–. Pero tu compañero me va a deber una.
Le hago que sí con la cabeza y voy a buscar al camillero de nuevo. Me lo cruzo en el pasillo. Tiene una silla de ruedas vacía. Le reitero el pedido de que vaya a buscar a la paciente (+)
(-) y me dice que primero tiene unas placas de uno de traumatología. Le explico que la esperan en tomografía. Repite que el otro está primero. Se lo pido por favor, le explico que es para que mi compañero no tenga un lío, que la chica –una modelo preciosa– se desmayó (+)
(-) cuando el enfermero le puso una inyección estando parada en el baño. A él también se le ilumina la cara como al tomografista y contesta que solo lo hace por mi compañero. La chica –todavía algo mareada– se sienta en la silla y llora que le arruinaron la vida. (+)
(-) Mi compañero está totalmente blanco. Tengo miedo de que se desmaye él también. Le sugiero que se siente un poco en el estar y me ofrezco a encargarme del asunto. No quiere. Dice que necesita ver que no haya nada grave. Voy con él. (+)
(-) El técnico se muestra particularmente amable al acomodarla en el tomógrafo. Hasta hace chistes. Cuando viene a la consola lo jodo con que por qué no es así siempre. Me contesta que para eso me tendría que operar las tetas y el culo. (+)
(-)Le quiero decir que me saldría más barato que a él operarse el cerebro, pero me callo. Lo último que necesito es tenerlo en contra. La chica no tiene sangrado en la cabeza, solo un hematoma por fuera. Mi compañero larga el aire que parece que venía conteniendo desde el golpe.+
(-) Miramos la parte de la cara. No entendemos demasiado, pero la nariz seguro que la tiene rota. El informe no va a estar hasta dentro de un rato. Llevamos a la chica a quirofanito para limpiarle la cara y arreglarle el tema del sangrado que mi compañero emparchó. (+)
(-) La hacemos lavarse y pide un espejo. Le decimos que no hay, y que tampoco le conviene mirarse antes de que la suturemos. Arranca a llorar otra vez. Le mando un mensaje a varios de cirugía plástica. Ya no están en el hospital. Mi compañero recalca que él no sabe suturar. (+)
(-) No quiero comprarme un lío. Hablo con el jefe y le pido que consiga a un plástico, que la chica es modelo, y que, con su nariz rota, seguro que se va a armar. Asiente en señal de entendimiento y llama a los números que tiene. (+)
(-) Dos no lo atienden y el tercero –le dice la instrumentadora que atiende el celular– está operando en una clínica privada en provincia y tiene para rato. Me indica que haga yo la sutura y que trate de ser prolija. (+)
(-) Me quejo que no me agrada arriesgar así mi matrícula, que no soy cirujana plástica y él lo sabe. Asegura que no va a pasar nada, que escriba en el libro lo de que no hay plástico y listo. No me deja muy convencida, pero otra no me queda.
(+)
(-) Voy a la farmacia y pido agujas chiquitas. La farmacéutica me dice que no tiene. Le pido que consiga. Pretende que suba yo a pelearme a quirófano para que me den. Hablo con el jefe. Le digo que solo la voy a suturar con el material adecuado. (+)
(-) Le ordena a la de farmacia que busque ella las suturas. Busco las cajas con el instrumental. Son todas enormes. Se las muestro al jefe y le traslado el problema. Dice que no puede hacer mucho con eso. (+)
(-) Le explico lo que ya sabe –porque ya me quejé mil veces de lo mismo–, que con eso es imposible dar puntos prolijos y que se me va a girar la aguja. Se resigna y va él mismo a quirófano a hablar con la jefa de instrumentadoras. (+)
(-) Vuelve con una caja grande de la que me dice que saque lo que necesite.
–No te malacostumbres –agrega–. Y no vayas a perder nada que me prenden fuego. (+)
(-) Hablo con la paciente. Le explico con franqueza que no soy cirujana plástica, que no tenemos plástico de guardia, y si quiere pagar un plástico en un privado, puede hacerlo.
–¿No me podés derivar por mi prepaga? –pregunta.
(+)
(-)
–¿Tenés prepaga? ¿Y por qué viniste acá? –interrogo con ganas de matar al que pidió el favorcito.
–Es que mi tía dijo que su amiga podía hacer que me vieran más rápido, porque en la clínica tardan como dos horas.
(+)
(-) Me trago la bronca, la puteada por el mal uso del sistema de salud, el odio contra su tía, contra la secretaria, degluto todo por la bendita situación de la nariz rota. Le hago un taponaje en la fosa nasal que sangra, y para. Le vendo las heridas (+)
(-) y le pido su carnet y documento para derivarla. Me los da y se los paso a mi compañero para que haga el resumen y el trámite. Mientras busco el informe de la tomografía. Tiene fracturados dos huesos de la nariz y al costado del pómulo. (+)
(-) Se lo muestro a mi compañero que le saca una copia y se la guarda. “Para cuando me caiga el juicio por mala praxis”, dice y lo consuelo con que si le tiene que caer algo a alguien es al enfermero y que, además, no es culpa de ellos que el hospital esté colapsado (+)
(-) y no haya lugar para aplicar las intramusculares de manera adecuada. Contesta un “¿Vos creés que al juez le va a importar?” y sigue con la derivación. Me quedo pensando en que probablemente no.
La chica se deriva. (+)
(-) Se va llorando y solo me agradece a mí que no hice nada. A mi compañero ni le dirige la palabra.
Yo me alegro de no haber tenido que suturarla y me quedo embelesada, con la caja de instrumental que me quedó para usar. (+)
(-) El jefe me intercepta apenas se llevan a la paciente y me pide que se la devuelva. Le imploro que me deje tenerla un rato más en la guardia, por si cae algún otro con la cara destrozada. Contesta que no, que es imposible, (+)
(-) y hace un “traé para acá” flexionando los dedos de la mano estirados sobre la palma. Se la doy de mala gana.
A la semana siguiente, mi compañero me cuenta que sigue sin poder dormir por miedo al juicio. (+)
(-) Le hago un chiste tonto de que por lo menos se pudo babear un rato con la modelo, como para tratar de distraerlo, y responde que si hace famosa va a hablar de él como el responsable de su nariz rota. Le digo que la nariz de la chica tan linda no era, (+)
(-) y que por ahí con esto se la dejan mejor y tiene para agradecerle. Sube los hombros. Le sirvo un café. Arrancamos la guardia con todo y la modelo –al menos para mí– pasa al olvido. (+)
(-) Un año y medio después le cae a mi compañero una citación. La paciente le inició una demanda como él tanto temía. Al enfermero no le llegó nada.
PD: el tema todavía está en veremos.
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