Tengo tiempo diciendo que Vzla necesita un movimiento de derecha liberal fuerte, con referentes como Berlin y Friedman, y como contrapeso al tradicional predominio de la socialdemocracia (y luego del chavismo) en su política. Sin embargo, ahora tengo una hipótesis perturbadora.
La Venezuela moderna nunca tuvo una derecha liberal fuerte. Durante el chavismo empezaron a aparecer corrientes que al parecer iban en esa dirección, lo cual celebré. Empero, recientemente he visto una especie de radicalización nociva entre algunas personas en dichas corrientes.
Personas que hasta hace poco eran simplemente liberales en su concepción de la economía y moderadamente conservadoras en su concepción de la sociedad, ahora se adhieren a posiciones rabiosamente reaccionarias y adoptan discursos populistas.
El rasgo más distintivo en este conjunto es una intolerancia profunda, que raya en el autoritarismo, hacia todo aquello que no comparta sus ideas. Y el blanco más común de sus dardos retóricos es la izquierda política.
Sus ataques no van solo dirigidos hacia la extrema izquierda. En el mundillo de "fake news", distorsiones conceptuales y teorías conspirativas de la ultraderecha, todo lo que a esta disguste es metido en el mismo saco (feminismo, socialdemocracia, sexodiversidad, islam, etc.).
Discrepar de cualquiera de las causas bajo el término paraguas "progresismo" es válido. El problema está en la satanización del adversario. En verlo como una amenaza existencial y negarle su papel de adversario legítimo (ver Levitsky y Ziblatt, 2018).
En efecto, es común ver en estos grupos un clamor exigiendo la prohibición de aquello a lo que se oponen. Desde el socialismo hasta los cultos de origen amerindio y africano.
En Venezuela no hay ningún dirigente político prominente que sirva de referencia a estas personas. Así que los buscan afuera: entre los más comunes están Santiago Abascal y Jair Bolsonaro.
Ojo: el Gobierno de Brasil es un aliado clave de la causa democrática venezolana y no se puede prescindir de su apoyo. Pero de ahí a salivar por todo lo que Bolsonaro haga hay mucho, muchísimo trecho.
Ah, también se buscan ídolos en el pasado: Marcos Pérez Jiménez, Francisco Franco y Augusto Pinochet. De terror.
Mi hipótesis es que el chavismo ha hecho tanto daño, provocado tanto sufrimiento y generado tanta furia acumulada, que ha surgido un nicho de venezolanos al que se puede explotar demagógicamente con mensajes de derecha populista y autoritaria.
Espero sinceramente que este sea un temor exagerado mío y que esta nueva extrema derecha sea solo un fenómeno poco extendido pero magnificado por las redes sociales. No obstante, el auge mundial de populismos me refuerza el temor.
