Thread by @hectoralexx

¿Llamar "fifí" a un grupo social es discriminación-racismo o es algo válido?

Hilo

La idea de que en la sociedad hay un grupo que se impone a otro y vive en un hermetismo privilegiado a expensas de los segundos, es algo antiguo, como se puede desprender de notas filosóficas de la antigůedad (ejemplo, la relfexión de Aristóteles sobre la oligarquía).

Hoy, hay todo un enfoque, en las Ciencias Sociales en general, para aproximarse a los grupos de poder y al análisis de la sociedad tomando como punto de partida esa disparidad e inequidad entre una minoría poderosa y una mayoría relegada: la teoría de las éltites.

A pesar de la antigůedad de la idea, empezó a estructurarse más formalmente como enfoque a fines del siglo XIX y comienzos del XX, con los trabajos de dos intelectuales italianos: Gaetano Mosca y Vilfredo Pareto.

Pilar de la relfexión de ellos era una inferencia: en su tiempo, el 80 de la riqueza estaba en manos del 20 por ciento de la población y 20 por ciento de la riqueza se lo repartía el 80 por ciento de la gente. ¿Qué prácticas e instituciones permitían que esto ocurriese?

La idea subyacente era ésta: a pesar de la existencia de la democracia o de la igualdad jurídica, hay cuestiones sociales y acciones meta-institucionales que permiten esta inequidad.

Más tarde, el gran sociólogo estadunidense Wright Mills dio mayor cuerpo a este enfoque, al mostrar que las minorías poderosas suelen detentar su poder y privilegios no tanto por méritos sino por el usufructo de las instituciones públicas y por el hermetismo de su grupo.

Es decir, las élites del poder son un grupo cerrado, dotado de ciertos privilegios (reglas no escritas), a partir de los cuales tienen más margen de maniobra en la sociedad y la historia que el resto, que si bien no es impotente, sí le cuesta mucho más definir su propio destino.

La clave para analizar a esa minoría, según Mills, no es tanto un asunto económico, sino primordialmente psicológico.

Las élites suelen creer que no lo son: piensan que su preeminencia social es producto o del talento o de la naturaleza, cuando no necesariamente es así.

De ahí que el perfil de esos grupos sea con frecuencia excluyente, autocomplaciente, cerrado y poco autocrítico. Son elitistas en todo aspecto.

El libro donde Mills analizó a ese grupo es hoy un clásico de las Ciencias Sociales: La élite del poder, de 1956.

El carácter de esas minorías (clave psicológica que tiene consecuencias políticas, porque ellos son los principales tomadores de decisiones colectivas) era tan excluyente, elitista y pretencioso, que el libro de Mills iba a titularse originalmente "Ricos y arrogantes".

Es lugar común que las élites digan que se les hacen críticas como ésta por razones de "envidia" o "resentimiento".

Falso. A Mills lo movía una causa humanista y pacifista, pues cuando Truman lanzó la bomba atómica a Hiroshima y Nagasaki, lo hizo a nombre de "los estadunidenses"

Mills quiso demostrar, a partir de ese hecho, que muchas decisiones colectivas no son producto del consenso de la mayoría, sino que son acciones que "a nombre de todos", en realidad sólo las tomaron un puňado de generales y altos empresarios.

Lo perturbador de las élites no es que tengan riqueza material, sino que piensen que ésta sólo es producto del esfuerzo (cuando no es así) y la invisibilización alarmante, excluyente y discriminadora que hacen del esfuerzo de quien no tiene lo mismo que ellos.

Esto lo ilustra:

Es a ese tipo de prácticas excluyentes e invisibilizadoras de las mayorías en la influencia en las decisiones colectivas y en la construcción de un futuro propio que van dirigidas las críticas.

Por eso es que vocablos como "fifí", alusivos a ese tipo de prácticas, no son discriminadores.

Las élites nunca han padecido discriminación de ningún tipo, pues ésta supone conculcar derechos o incluso el exterminio sistemático por condiciones no escogidas.

Hay gente que ha padecido esclavitud, segregación, negación de humanidad y genocidio por su color de piel, etnia, preferencia sexual o género. Eso es discriminar.

Así, es una frivolidad que alguien se sienta "discriminado" porque le echen en cara su actitud excluyente.

La crítica de Mills a esas prácticas excluyentes y a esas actitudes pretenciosas es tan aňeja y sólida, que incluso en la cultura popular ha tenido aportes memorables.

Dos poetas uruguayos, en los aňos veinte del siglo pasado, quisieron fortalecer la idea de que el tango no necesariamente es un género triste, y compusieron algunos poemas fascinantes, en los cuales, con refinado humor, hicieron mofa de esas actitudes elitistas.

Así nacieron poemas como "Niňo bien", donde se criticaba a los pretenciosos (mirreyes de esa época) que estaban obsesionados con los signos de estatus y con una imagen sobrevalorada de sí.

"Vos te crees que porque hablás de ti
fumás tabaco inglés,
paseás por Sarandí,
y te cortás las patillas a lo Rodolfo,
sos un fifí.
Porque usás la corbata carmín
Y allá en el chantecler
andás de bailarín,
Y te mandás la biaba de gomina,
te creés que sos un rana
y sos un pobre gil"

De ese modo, los poetas Fontana y Soliňo exponían con humor cáustico prácticas sociales de las élites o de sus imitadores aspiracionistas, que sin tener su poder y margen de maniobra, creían ser parte de la minoría copiando el empleo de signos de estatus. ¿Es eso racismo?

En suma, el problema de las élites, y de sus claves psicológicas, no está tanto en sus propiedades materiales, sino que se sienten con el derecho de menospreciar a quienes, por diversas razones (que no necesariamente tienen que ver con el mérito) no son como ellos.

Sí sería deseable que el presidente de México, López Obrador, evitara el empleo de ese término para referirse a adversarios.

No porque éstos sean inocentes vulnerables, sino porque le sería más fructífero un discurso que les evite la victimización y abone en la conciliación.

Conciliación en la que sí puede caber ese sector social desclasado de las clases medias que se siente élite sólo por copiar hábitos de consumo o claves psicológicas, pero no margen de maniobra y poder.